🕯29🕯

483 94 12
                                    





Cuando Doyoung era joven, después del escandaloso y horrible divorcio de sus padres, llegar a su casa de la escuela y que nadie más esté era su peor pesadilla. Odiaba llegar temprano, odiaba estar con su madre... y peor cuando ella se encontraba en aquel estado tan miserable y horrible.

En algunas ocasiones lograba meterse a su habitación desde distintos lugares sin que su madre se diera cuenta ya que ella se encerraba en su cuarto para fumar y tomar sin cesar; DongYoung era quien sin tiempo hacía los deberes de la casa y preparaba la comida para su hermano menor. En ocasiones entraba por la ventana, otras por la puerta trasera o delantera. Aquel día por suerte traía sus llaves, logró tomarlas sin que su madre se diera cuenta, pues ya habían pasado varias ocasiones en las que ella no lo dejaba entrar a la casa cuando su hermano menor no estaba.

Silenciosamente giró la llave hasta que se desbloqueó la puerta. Al abrirla lentamente, por suerte no rechinó, siempre les ponía aceite. A la entrada se quitó sus zapatos, quedando solamente en calcetas. Tomó sus calzados en una mano y de puntitas se dirigió a las escaleras. Como las escaleras eran de madera, el azabache pisaba solo los lugares en donde no rechinaban, era algo que llegó a practicar.

Una vez en el segundo piso, lentamente se dirigió a su habitación. Pero había algo raro, siempre dejaba su puerta cerrada, y ahora estaba abierta. Se asomó ligeramente al escuchar unos ruidos extraños. Inmediatamente se ocultó al ver que era. Ahí estaba su madre, buscando entre sus cosas. Cuando volvió a asomarse, el miedo lo invadió por completo, ella estaba leyendo unos papeles que había ocultado meticulosamente para que su madre no los encontrara.

—Kim DongYoung.—

Dijo su madre lentamente, el enojo suprimido era más que notorio. El joven supo que debía irse antes de que ella se diera cuenta. Pero la señora ya lo había visto. Con su dedo índice ella hizo un gesto dando la orden de que se acercara. Con sus manos temblorosas, DongYoung se acercó con la cabeza gacha.

—¿Por qué?—

El adolescente estaba paralizado, ni una sola palabra se le podía salir y sentía que dejaría de respirar pronto. Sus ojos miraron de reojo lo que ella tenía en sus manos, era una carta que tenía planeada presentar para demandar su emancipación, tener la custodia de su hermano menor y exigir apoyo monetario de su padre, además de una orden de alejamiento hacia su madre por el abuso. Estaba muerto.

—¿Sabes lo que eres? Un maldito malagradecido. Te doy una casa y te di la vida como para que pienses desecharme y arrebatarme de lo que más amo. Igual que al señor que aún llamas padre, yo le di lo que más quería, ¡arruiné mi vida para darle hijos! ¡Y hombres! ¡¿Qué más quería?!—

Su madre furiosamente destrozó las hojas que había preparado con tanto esfuerzo. Y acto seguido, le dio una fuerte cachetada a su hijo... y después otra, y una tercera. El estruendo que ocasionaba su mano contra la mejilla del joven era doloroso.

Cuando abrió la boca para finalmente defenderse vocalmente, ella lo empujó con fuerza. DongYoung no quería tratar a su madre como ella lo hacía; aún si reconocía que ella era una muy mala persona, no deseaba golpearle.

El adolescente cayó contra el suelo duro de madera. Inmediatamente se sentó de rodillas y puso la cabeza gacha, esa era la manera más educada en la cual debía sufrir, no como un mendigo de la calle tumbado en la fría banqueta.

Su madre suspiró roncamente e inhaló y exhaló de su cigarro. El azabache podría quejarse de que el humo inundaba su habitación, pero no lo haría. Tomó su botella de cerveza y tiró el frío líquido amarillento sobre él. Cayendo sobre su cabello, pasando por su cara y nuca, y manchando su uniforme que con esfuerzo lavaba a mano. Después rompió la botella a su lado, ocasionando que se sobresaltara. La mujer se hincó frente a su hijo e hizo una cara burlona.

—¿Qué? ¿Quieres llorar? Los hombres no lloran por eso. Te voy a enseñar algo por lo que de verdad llorarías.—

Simplemente aplastó su cigarro contra la mano del pálido, y si eso no fue lo suficientemente doloroso, lo hizo cuatro veces seguidas. Se puso de pie y fríamente dijo al apuntar hacia los trozos de vidrio de la botella:

—Recógelo.—

Sin respuesta alguna, el asustado adolescente lentamente juntaba los trozos. Finalmente soltó un grito cuando fue golpeado en la espalda por algo. Se volteó y vio a su madre con una de sus reglas de madera y su cinturón en otra mano.

—Sigue limpiando.—

El pobre chico reprimía sus gritos y sollozos. Pero era un mar de lágrimas, ya tenía cortes en sus manos por moverse bruscamente en respuesta a los fuertes golpes. Cada que se detenía, ella lo golpeaba más fuerte. Cuando finalmente se detuvo, ella gritó desgarradoramente mientras se sostenía la cabeza. Comenzó a llorar desesperadamente y se sentó sobre el piso.

Atrajo a DongYoung aún si este forcejeaba y lo abrazó. Le sobaba la cabeza y le decía suavemente pero con desesperación:

—Te quiero mi niño. Shh... ya no llores, mi vida. Entiende que mamá te ama mucho, pero no debes hacer a mami molesta, ¿si? O si no pasan cosas de las que ambos nos arrepentimos. Acaso... ¿me tienes miedo?—

El azabache lloraba silenciosamente, sus ojos estaban muy abiertos y miraba hacia otro lado. El dolor punzante en su espalda, manos y trasero era insoportable. De pronto, ella comenzó a tararear una canción de cuna mientras parecía querer arrullar al azabache. Pero el chico seguía temblando, más lágrimas salían de sus rojos e hinchados ojos, su nariz se había tapado de tanto moco.

Ella de la nada se detuvo, se puso de pie y comenzó a gritar de nuevo:

—¡CÁLLATE, DÉJAME EN PAZ! ¡MUERETE!—

Sorprendentemente ella no le gritaba a DongYoung. Ni siquiera sabía a qué le gritaba, no interferiría, de ninguna manera. Solo dejó que se fuera y silenciosamente cerró la puerta con llave. Tiró torpemente los pedazos de vidrio en su bote de basura y arrastró los pies hasta cuidadosamente acostarse en su cama. Se puso en posición fetal y comenzó a llorar nuevamente, su respiración era acelerada, el dolor se hacía más fuerte, y finalmente dejó su voz rota salir... añadiéndose al ruido de la casa provocado principalmente por su madre loca.

『𝐌𝐈𝐄𝐃𝐎𝐒』 𝙹𝚊𝚎𝙳𝚘Where stories live. Discover now