La Bienvenida

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—¡Hogar dulce hogar! —apenas entró a su casa, Mew celebró en voz alta su regreso

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—¡Hogar dulce hogar! —apenas entró a su casa, Mew celebró en voz alta su regreso.

Después de haber estado fuera de la provincia por un evento con la marca Toyota, no quería nada más que tocar su suave colchón y hundirse en él.

Para ese momento, todo le importaba una mierda.

Tiró el equipaje y la mochila en el sofá de la sala. Diciéndose a sí mismo que lo arreglaría mañana... preferiblemente en la tarde.

Fue a la cocina para tomar agua, pero al ver una lata de cerveza se descartó por ella.

Cogió el celular con su mano libre mientras subía las escaleras.

Al ver sus redes sociales inundadas con fotos del evento que tuvo, no pudo evitar reírse.

Él amaba a sus fans, sin embargo, sabía que lo idolatraban demasiado.

No se consideraba un ser humano extraordinario. Solo un actor que tuvo suerte y que nació con una buena voz para cantar.

Sin dudas todas esas personas que lo admiraban no lo imaginaban como estaba ahora.

Siempre lo veían perfecto, pero ahora estaba subiendo las escaleras de su departamento con los pies descalzos, una cerveza fría en una mano y la otra sujetando el celular para mandarle mensajes a su mejor amiga y chismosearle sobre su viaje.

Tenía una barba de tres días sin afeitar y el cansancio pesándole en los hombros.

Lo siento chicas, no soy nada especial. Solo un tipo más que admiran.

Generalmente no se sentía lo suficiente para nadie. Creía que no daba la talla para todos y todas quienes lo apoyaban.

Su cabeza tenía esos pensamientos recurrentemente. Por lo cual prefirió despejarse.

Abriendo su lata con una sola mano antes de llegar al cuarto pudo darle una buena probada al alcohol.

—Joder, no bebía hace mucho.

Disfrutó su trago antes de entrar a su habitación.

Con las luces aún apagadas comenzó a quitarse la ropa.

Hacía mucho calor a su parecer. Cuando estuvo solo en bóxer caminó hasta el control remoto para encender el aire acondicionado.

En cuanto colocó la temperatura alguien a su espalda colocó las manos sobre su cintura.

El acto inmediatamente lo puso alerta, apartándose de golpe del tacto.

—No te asustes, guapo —esa voz era inconfundible—. Solo vine a darte tu regalo de bienvenida.

Unos pasos se escucharon y, cuando la luz se encendió, Mew soltó un gemido ronco.

Allí estaba Gulf, portando una de sus camisetas sin nada debajo la cual era completamente blanca, resaltando así su hermoso color de piel.

Solos tú y yo [+18]Where stories live. Discover now