🍁Hojᥲs sᥱᥴᥲs🍁

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El verano había llegado a su fin, así que con él también se llevó el agradable calor que emitía. Para muchos podría ser un verano más, nada especial; pero para Moomin y Snufkin, no lo fue. Todo ese verano se les podía ver juntos, incluso se atreverían a decir que, más de lo usual.

Aquel año había sido el más lluvioso desde hace veinticuatro; Moominpappa llegó a sorprenderse por las ráfagas intensas que corrían, sacudiendo la gran casa que él y su esposa construyeron. Afortunadamente los Moomins no fueron afectados, el verdaderamente afectado fue el vagabundo del valle, pues no había un sólo día en el que probabilidad de salir volando con su casa de acampar fuera enorme. Su mejor amigo lo invitó a hospedarse en su cuarto; al principio se negó rotundamente, pero conforme pasó los días y la lluvia aumento, por su seguridad aceptó.

[2]

Moomin se levantó adormilado, sintió una fuerte corriente de aire helado rozar sus cortas piernas. Eran sus cobijas, se desprendieron de su cama, dejando entrar la corriente de su ventana. Su reloj analógico marcaba las 1:40 pero parecía más tarde, últimamente oscurecía más rápido de lo usual, aunque no había entrado el horario de invierno.

Moomintroll estaba a pocos centímetros de tocar el suelo con sus cálidas piernas, pero un ronroneo llamó su atención. ¡Era Snufkin!, ¿Cómo se le pudo olvidar?, El castaño se quedaría hasta que las primeras hojas secas cayeran, ya que eso significaría que el tiempo de lluvias había acabado, y él podría volver a su anhelada casa de acampar.

El Mumrik estaba enrollado en si mismo, temblando de frío. Llevaba una camisa de tirantes, era blanca, pero se veía gris o amarilla; su clásico pantalón verde desgastado, que, para dormir simplemente lo arremangó hasta que llegara arriba de sus rodillas; tenía su sombrero a un lado de él, por si en la mañana el sol le pegara directo a su cara. El troll blanco supuso que su amigo tenía frío por dormir en el suelo, con sólo una manta como colchoneta.
Extrañamente ese verano fue lluvioso, pero no por eso tenía que ser helado. De hecho, fue caluroso, y de vez en cuando la lluvia solo provocaba más vapor. Y es que, lluvia y calor son dos palabras que no combinan.

El joven troll de ojos azules quitó una de sus sábanas para tapar a el castaño. En su inocente mente, esa sábana sería suficiente para calentar a su amigo, aunque, claramente se necesitaría más que eso.

[3]

Los ojos de la criatura de pelaje blanco se abrieron poco a poco, tomándose su tiempo en reconocer cada objeto de su cuarto, parpadeaba como si fuera el lente de una cámara captando los mejores momentos del día. Hacía un poco de frío, pero no podía deducir si era por el clima o por sus reflejos matutinos, y cuando al fin se dió cuenta que era el ambiente su mente lanzó una bala de nostalgia: pronto, muy pronto sería invierno y vería a su amigo partir al sur, sin poder evitarlo. Sí, lo abandonaría como todos los años; a pesar de las miles de ocasiones en donde Moomin le dijera a lo largo del año que esta vez no lo dejara, el contrario haría caso omiso.
El redondo troll comienza a sentir ese vértigo, se reusa a pensar que este año su amigo le deje como lo ha hecho desde que se conocen. Este año ha sido muy especial como para que todo se vaya por el caño.

«¿Por qué Snufkin?, ¿Por qué insistes en dejarme, en abandonarme?» pensó el joven. Se sentía triste tan solo al recordar sus secas cartas que conservaba con amor. Tenía guardadas sus últimas palabras de cada año en un cajón, las tenía tan cerca de él, porque cuando Snufkin tardaba mucho en llegar al valle las leía, y se imaginaba que el de ropas verdosas se lo decía, que le hablaba al oído, mencionado cuánto lo extrañaba.

AutumnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora