085• Dramas y tragedias, panas mágicos en problemas

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En la olvidada Europa del Este ocurría un evento trágico, y no, no es nada relacionado con la economía de mierda, el desempleo, las deplorables condiciones de vida ni la tasa de mortalidad infantil. No, es algo menos alarmante y más estúpido.

La trágica situación era la siguiente: Vladimir Popescu, nación de Rumanía, desapareció tras la tarde del 31 de Octubre.

En la noche festiva salió con sus extraños amigos olor a virginidad y alcoholismo a realizar fechorías, pero no regresó ni dio señales de vida desde entonces. Cabe aclarar que Arthur Kirkland, Inglaterra, y Lukas Bondevik, Noruega, tampoco han sido avistados desde entonces.

No era la primera vez que al rumano se le perdía el rastro. Tenía una fama que le precede. Solía embriagarse hasta morir y pasaba días vagando, dando vueltas tratando de hallar el camino a casa. A eso estaban acostumbrados Nikolai, su hermano pequeño, y Aleksander, su algo. Pero este último, el mismo búlgaro sabía que algo andaba mal, lo intuía. Era una especie de sexto sentido que desarrolló a raíz de convivir tanto tiempo con las excentricidades de su pareja. Sentía los problemas en los que se había metido, pero ya no sabía que más hacer. Los teléfonos de los tres estaban apagados, evidentemente. Intentó probar suerte contactando a los amigos de Arthur, pero le dijeron gei y le colgaron; llamó a la residencia de los nórdicos, pero ni contestaron, lo enviaron al buzón de voz con un "Estamos disfrutando del dinero que no tienen los del Este, llame otro día". Que crueles, pensó. Hasta presionó a sus jefes para emprender una búsqueda, pero también les valió pura verga. "Es un país, sabrá cuidarse solo". Traducción: "no tengo ni para comer y pretendes que gaste para buscar a ese gei." Era todo un desastre.

Cada segundo que pasaba era una lucha constante por mantener la esperanza. Se desvelaba esperando un indicio de su paradero, el pequeño Moldova lloraba por no tener cerca a su hermano mayor con él. Era cada vez más difícil combatir contra en sentimiento de impotencia de no saber dónde está, cómo está ni cuando volvería.

Y así, pasó un día.


2 de Noviembre, 2020.
3:12am.


Arropó a Nikolai con sus viejas cobijas cubiertas de parches que él mísmo remendó, una vez cayó rendido. Había conseguido conciliar el sueño después de pasar unas cuantas horas llorando. Era algo doloroso de ver... Sus mejillas húmedas, ojeras aún más oscuras, nariz enrojecida y la tristeza marcada en su rostro... Esa vista rompió su corazón en pedacitos. Aún más pedacitos.

Una vez dejó al chico, se encaminó al salón en penumbra y, con un resoplido, se dejó caer en el viejo sillón. Estaba cansado, debía dormir también, pero no se permitía cerrar los ojos por mucho tiempo. Tenía la esperanza de que en cualquier momento la puerta principal se abriría y ahí estaría Vlad, sonriendo mostrando sus caninos prominentes, y él, como recibimiento, le pegaría un escobazo en los huevos. Dios, como lo extraño...

Y como si Dios lo hubiera escuchado, el teléfono fijo repicó.

Un escalofrío recorrió su columna. Oh, no, no era esa la señal que esperaba, no, es una mala, ¡era mala! Desde la existencia del teléfono móvil, nunca ha significado nada bueno que ese cacharro estúpido sonora, mucho menos a altas horas de la noche. Eso sólo gritaba tragedia familiar. Y considerando que en ese momento faltaba un miembro de la suya... Todas las situaciones catastróficas en las que podía terminar Rumanía que no se había permitido imaginar, las estaba proyectando en su cabeza ahora. Ya se imaginaba como le contarían que el rumano fue encontrado desollado dentro de una bolsa en las profundidades del lago Balatón en Hungría. Que horror, ¿como le explicaría al moldavo que por salir a bellaquiar terminó así? Aunque aún así era mejor escuchar tal espantosa noticia que pasar un minuto más con la incertidumbre y la impotencia. Sólo rogaba que estuviera bien y a salvo, y para saber, sólo tenía que contestar la llamada.

↬ HetApp ↫Where stories live. Discover now