Capítulo 17

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Yang Yang estaba haciendo su mejor esfuerzo por no caer ante las provocaciones.

Esa mañana, Jaehyun le había pedido que mudara su escritorio a su oficina con el argumento de que así sería más práctico.

Esperaba que su jefe se la pasara haciendo cometarios sugestivos sobre lo sucedido el viernes, pero había hecho mucho más que eso.

Cantaba canciones que incluían la palabra "beso" una y otra vez, tronaba sus labios y decía que se sentían especialmente resecos esa mañana y, ahora mismo, estaba probando el nuevo paquete de bálsamos labiales con diferentes sabores que recién había adquirido

- El de durazno – lamió su labio inferior – el de durazno sabe mejor, ¿alguna vez lo has probado? –

- No – bramó con los ojos sobre los papeles de su escritorio.

- ¿Quieres un poco? –

- No, señor Jung – lo miró – no quiero probar el bálsamo de durazno que lleva puesto –

- No tenías que hacer algo como eso – dijo con inocencia – sólo debías pedirlo prestado –

El menor gruñó exasperado.

- ¡Deje de molestarme con eso! ¿cree que yo quería besarlo? –

- Yang... –

- No quería, estaba ebrio –

- Niño... -

- Nunca, señor Jung, en mis cinco sentidos, me habría acercado a usted para algo como eso –

- Entonces deja de verlos –

- ¿Qué? –

- Deja de ver mis labios –

Él no estaba haciendo eso.

No, sí lo hacía.

Se dio cuenta de ello cuando levantó la mirada hacia sus ojos.

- No... no sé –

Jaehyun suspiró y se recargó contra el respaldo de su silla.

- Ven aquí, muchacho – pidió palmeando su muslo.

Quiso mandarlo a la mierda, pero sus piernas se movieron en automático hasta el regazo del mayor.

- Si quieres que te bese, sólo tienes que pedirlo – susurró cerca de su rostro.

- No voy a hacer eso –

- Yo no voy a besarte a menos de que te escuche decirlo –

El castaño se acercó hipnotizado por sus belfos, lamentándose cuando el otro retrocedió.

- Dilo –

- Se... señor Jung – miró sus manos, avergonzado - ¿puede besarme, por favor? –

Estaba tan furioso consigo mismo.

Pero luego sus sentidos dejaron de funcionar cuando sintió las cálidas manos que acunaban su rostro, y el suave tacto con sabor durazno que degustaba en su paladar.

Cerró los ojos y suspiró complacido, inclinándose hacia él para tener más acceso a su boca.

Jaehyun bajó una mano hacia su cintura, y con la otra acarició su espalda con cariño.

Estaba tan mal, y se sentía tan bien.

En ese momento no les importaba nada.

Ni siquiera se separaron cuando Yuta entró en la oficina y dejó los papeles sobre el escritorio antes de salir negando y asegurar la puerta por ellos.

Después hablarían con él.









- Espera aquí, los papeles están en mi oficina – pidió el chino, cediendo el paso a su invitado.

- ¿Chenle? – llamó Taeyong, caminando hacia la recepción - ¿qué haces aquí? –

- Sólo vinimos por algunas cosas del trabajo – rió cuando lo miró - ¿en serio vas a ponerte esa cosa? –

- Va a encantarte el tuyo – alzó las cejas – te compré uno esta mañana –

- Voy a destruir esa abominación – bromeó, luego recordando a su acompañante – Tae, él es Jisunggie. Es mi compañero de trabajo –

El mayor lo miró con la boca ligeramente abierta.

Jisung.

- Es un placer – dijo el alto extendiendo su mano.

- Ajá – tarareó, aceptando el apretón.

- Volveré enseguida – anunció el otro, caminando hacia su estudio.

Taeyong lo examinó discretamente.

Ni siquiera estaba tan bien, sólo era alto, guapo y tenía un buen físico. Nada para impresionarse.

- Tu casa es bonita – halagó.

- Gracias – murmuró.

Se quedaron en un silencio incómodo por algunos segundos.

- ¿Qué es ese olor? – preguntó el mayor con una mueca.

- Oh – olió su suéter – debo ser yo, lo siento. Es el disolvente –

- ¿Eres curador? –

- Sí – respondió orgulloso.

- ¿Entonces no estás en la misma área que Chenle? –

- No. Yo estoy en los laboratorios –

Bueno, eso era un alivio.

- Listo – dijo el chino, volviendo con ellos – vámonos, tenemos mucho que hacer –

- ¿A qué hora volverás? –

- No sé – revisó su reloj – no muy tarde –

- ¿Quieres que prepare la cena? – ofreció con ojos de cachorro.

- Leíste mi mente – chasqueó los dedos – hasta luego –

- Adiós – se despidió, mirando al par encaminarse al auto manteniendo alguna conversación sobre quién sabe qué.

Estúpido Jisung.

No.

No tenía tiempo para maldecirlo, tenía una cena que planear.

Second halfOù les histoires vivent. Découvrez maintenant