seven.

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Para Alissa e Ian, huir de la rutina se había vuelto su nueva rutina. Irónico, ¿no? Siempre intentaban hacer algo distinto, que lograra dejarlos llenos de felicidad y nuevas aventuras. Dichas aventuras, que de paso se debe aclarar, no significaban lo mismo para ambos. Para el castaño eran los únicos momentos donde podía tener de cerca a la chica que amaba. Sin embargo, en Alissa esas aventuras creaban algo completamente distinto; unos vacíos que ella era incapaz de llenar. No era tristeza, no era nada. Por más que le diera vueltas, no lograba comprender qué era, pero no se sentía correcto, de eso estaba segura. Esa felicidad era cómo la calma antes de la tormenta y ella no sabía cómo explicarle eso al castaño. Y honestamente, tampoco creía querer hacerlo.

Miró la película que se reproducía en la pantalla de la computadora. Esta iba de un niño nace en el día más frío del año, lo que provoca que nazca con el corazón tan duro como una roca, y en resumen, termina con un corazón mecánico. Para no dañarlo solo debe seguir tres simples reglas, pero muy complejas; no jugar con las manecillas, controlar su ira y no enamorarse. La última le pareció algo muy cruel a Alissa, aún cuando ella no tenía la capacidad de amar, o eso creía. Mientras la película seguía su curso, ella se enrredó en sus propios pensamientos, preguntándose a si misma qué se sentiría amar. Nunca obtuvo una respuesta.

–¿Te estas aburriendo? –le preguntó Ian, pausando la película.

–No, no, no... –se apresuró a decir ella– Solo me distraje pensando en lo cruel que es no tener permitido enamorarse.

–¿Segura? Podría poner otra si deseas.

–Es solo eso, Ian.

La película continuó rodando, y cómo era de esperarse, Jack se enamoró de una chiquilla cantarina. Es ahí donde comienza la enternecedora y peculiar historia, que le dejó mucho que pensar a la pelirrosa. Las alegrías podían estar teñidas de tristeza y las tristezas cargadas de alegría; todo era cuestión de perspectiva. Según lo comprendido, Alissa llegó a la conclusión de que el amor no se podía pensar, no se llegaba a ningún lado cuando lo pensabas. Pero cuánto más deseas algo, más cosas se aparecen para dificultar el camino. Entonces todo esto del amor le resultó un asunto de mal gusto. Ya no le molestaba tanto ser incapaz de amar.

Para cuando la película acabó, Ian se había rendido en los brazos de Morfeo. Eso hizo sentir un poco mal a Alissa, había estado tan cautivada por la película, que ni siquiera había notado que su compañero se había dormido. Usualmente el pobrecito estaba todo atormentado por cosas que realmente no podía controlar y verlo durmiendo tan plácidamente le dió un descanso al corazón de Alissa. Detestaba verlo triste, si hubiese sido por ella, él sería la persona más feliz del mundo. Aunque básicamente era por ella que él estaba más animado, pero nada de eso era real. Todo era una ilusión.

–Sé que nada de esto es real –susurró, apartando los rizos castaños de sus ojos–. Eventualmente te darás cuenta de que no soy tan importante como crees... y no sé porqué la idea me resulta tan amarga.

SheWhere stories live. Discover now