Las hermanas de Salem

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¡Gran tormento vivieron las mujeres en Salem durante los juicios de brujas! Vivían las malignas mientras que las inocentes morían. Fueron tiempos injustos, oscuros y retorcidos; pero fascinantes. Si leyéramos de una en una cada historia de cada juicio por Brujería en Salem, cada caso superaría al anterior en lo cautivante, misterioso y terribles que pueden llegar a ser.

Sin embargo, hay historias de ese periodo tenebroso que no pasaron de generación en generación, puesto que no estuvieron al alcance de tanta gente, pero que pueden ser igual de interesantes que las más famosas.

Lo que opacó a la siguiente historia fue que sucedió mientras se había capturado a una bruja real, haciendo que la gente del poblado pusiera toda su atención a ese juicio. No obstante, se prometía buscar la bruja de quien se dará a conocer a continuación.

Salem se estaba volviendo un lugar peligroso para las parteras, sin embargo, las tres hermanas Anne, Maria y Elizabeth seguían haciendo su labor con el mismo empeño que les enseñó su madre, pues las tres hermanas solteronas y pobres debían ganar por ellas mismas el dinero para vivir día a día.

La gente conocía su triste historia de huérfanas a temprana edad, así que no les extrañaba que fueran unas hermanas raras, tímidas en extremo e inseparables. A pesar de compadecerlas y agradecer la labor que daban al pueblo de año en año sin descanso, comenzó a ocurrir algo intrigante en ciertos partos que atendían, verán: el primogénito al que ayudaban a venir al mundo fallecía apenas llegaban las tres de la noche. Fueron más y más las primerizas que reclamaban esto a las tres hermanas, y quienes se reunieron para dar aviso a la iglesia que alguna de las hermanas estaba practicando brujería y que prometían al Diablo las almas de recién nacidos que apenas alcanzaban a vivir. La iglesia estaba decidida a enjuiciar a las tres, pues aunque fuera una la culpable, las demás eran consideradas cómplices por permitirlo.

Aún se seguía debatiendo el futuro de las tres hermanas en las bancas de la iglesia, pidiendo que se buscaran hasta encontrarlas. Daba la casualidad que las hermanas iban cada tarde al servicio, y por fortuna, antes de abrir por completo la puerta, oyeron de lo que se les acusaba, y corrieron a su humilde casa, abatidas por lo que habían oído.

La mayor llegó a la conclusión de que sería inútil intentar probar su inocencia, por lo que la mediana hizo saber que había que llevarse la comida y marcharse a un lugar lejano, y la menor les hizo recordar de una mansión abandonada que descubrieron en medio del bosque una vez que se perdieron. Así fue que salieron huyendo, caminando por siete días y durmiendo en la intemperie por siete noches. Sin importar la neblina, el frío o la lluvia que azotó el último día, no se detuvieron hasta llegar a la mansión abandonada en medio del bosque. ¡Había que ver la valentía con la que disparaban a los lobos con las armas que fueron de su hermano fallecido!

Acostumbradas a la soledad, no les interesaba saber las nuevas del pueblo, ni mucho menos a las personas. Las tres sabían que sus alimentos y agua se acabarían algún día, así que la mayor dijo:

-Podemos ir cada semana a un diferente pueblo y mendigar una hogaza de pan o una manzana, y reunirnos en un pueblo para regresar juntas. Cada vez tomaremos una siguiente ruta, para no hacer un camino que dirija a la mansión.

-Podemos hacernos pasar por gitanas y fingir que leemos la fortuna a cambio de dinero -dijo la mediana.

-O viajeras que se han perdido y además de guía, necesitan alimento -sugirió la menor.

-Hermanas menores, nuestra búsqueda podría tardar años, y si fuéramos unas gitanas charlatanas haríamos más enemigos que amigos. Hacernos pasar por viajeras funcionaría una vez. Y, lamentablemente no podemos ofrecer nuestros servicios como parteras. Pero, los humanos, en cuestiones de honor, tienen ciega admiración en el hombre, mientras que aborrecen a la mujer que ha tenido a ese hombre. Si nos hiciéramos pasar por hombres pordioseros que deambulan en el pueblo y creamos una historia romántica, como por ejemplo. que tras la muerte de nuestro padre, nuestro hermano nos ha echado para quedarse con su fortuna, nos amarían y llenarían de limosna.

Cuentos de Hadas (Vólumen II)Where stories live. Discover now