• Día 4 •

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Kuroo no sabría explicar cómo realmente, pero siempre fue un fanático empedernido de la química y la biología

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Kuroo no sabría explicar cómo realmente, pero siempre fue un fanático empedernido de la química y la biología.

Sí, él sabía que aquello se leía como si fuera un gigantesco nerd, pero no podía evitarlo. De niño, Kuroo había soñado con ser un doctor —al punto que casi obligó a sus a abuelos que le dieran un estetoscopio de regalo y le hicieran una pequeña bata blanca a mano.

Con el correr de los años abandonó aquel sueño infantil de ser un doctor y se interesó por la parte más dura de las ciencias. Le gustaba experimentar con elementos caseros como una botella de Coca Cola y un paquete de mento's para provocar explosiones. ¡Incluso se fabricó su primer volcán con lava falsa para cuando tenía los diez años!

La mente de Kuroo era un lugar inquieto y voraz. Los libros de química en su estantería nunca eran suficientes, y la biología jamás podía volverse aburrida.

Cuando cumplió los doce años, cuando el pequeño Kuroo todavía no alcanzaba la gran estatura que consiguió unos cuantos años más tarde, un par de bravucones de su clase se la agarraron con él a causa de que le reveló a la maestra que tenían tarea cuando ella no lo recordaba.

Su versión adulta se daba cuenta de lo rastrero que era aquello, pero su yo infantil no lo había considerado como un verdadero problema. ¡Él se esforzó en su tarea de ciencias! ¡Estaba orgulloso! ¡No entendía por qué la gente no se tomaba el tiempo de aprender más sobre aquella área tan maravillosa...!

Pero solo era un niño obsesionado con sus asignaturas favoritas. Y aquellos más grandotes de su clase no lo veían de aquella forma.

Oh, ahí va el nerd gracias al cual nos pusieron un cero hoy —masculló uno de ellos tras tronarse los dedos—. Ya que tanto le gustan los ceros, vamos a hacer que le queden cero huesos sanos en el cuerpo.

Kuroo estaba seguro que comenzó a segregar adrenalina como loco. Su corazón latió más rápido y sus pulmones no podían juntar el aire suficiente. Sus músculos se quedaron petrificados y la mente se le puso en blanco como una computadora con imagen clavada.

Además, la oxitocina en el cuerpo de Kuroo no fue la suficiente como para no paralizarle a causa del terror que sintió de esos niños más grandes y malvados.

Era un hecho.

Iban a molerlo en mil pedacitos.

Tal vez ni tendría fuerzas para regresar a su casa para que le pudieran curar las heridas. Tampoco podría ver otra vez a Kenma, su mejor amigo. Kuroo ya no podría ser un científico —aunque, al final del día, nunca lo fue.

¿Qué clase de chico era Kuroo si no podía defenderse de cuatro bravucones que ahora lo acorralaban en un pasillo abierto cerca de las canchas de la escuela? No había ni un alma allí. Tampoco podría gritar para ser escuchado.

KuroYaku Week 2020 - [HAIKYUU]Where stories live. Discover now