1 | A blind date with a serial killer

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💐 JESS 💐

Ir a una cita a ciegas era como prepararse para el fin del mundo. Planeabas cada paso con cuidado, ya fuese cómo te vestirías, qué comerías y tus defensas a la hora de sobrevivir, en ese caso, contra los nervios de la posibilidad de estar conociendo al amor de tu vida o al idiota más grande del sistema solar.

Sobre todo, la constante sensación adrenalina de no poder predecir lo que sucedería al siguiente instante resultaba igual de espantosa. Al menos así me sentía yo cada vez que asistía a una.

A pesar de los contratiempos que enfrenté, aguardé sentada en una de las mesas del restaurante con el maquillaje que me esforcé para hacerme, el vestido bonito que tardé horas en elegir, y los datos interesantes que saqué de los libros de una amiga para parecer inteligente.

Intenté calmar mis nervios durante los primeros quince minutos de espera, después de media hora comenzó a darme hambre y a los cuarenta minutos empecé a dudar si debía irme o no. Me quedé, incluso al sufrir de unas ganas de llorar por alguien que ni siquiera conocía.

¿Por qué me esforcé tanto?

Nunca funcionaba. Esforzarte nunca era suficiente si el mundo no te ayudaba un poco.

Incluso si me atraía una persona, yo no le gustaba a nadie lo suficiente como para que se enamorara de mí.

¿Cuándo iba a ser mi turno?

¿Cuándo alguien me vería y diría "esa es la chica que quiero"?

Siempre había sido el tipo de chica que se quedaba en un rincón suspirando y hablando de romances ficticios mientras los demás encontraban a alguien por arte de magia y me contaban sobre sus grandes conquistas en la vida real.

Era la amiga de todos y el personaje secundario en la gran historia de amor de alguien más. En el pasado solía ser un rol que me agradaba, ahora me hacía sentir encasillada.

Si los demás obtenían todo lo que querían, ¿por qué yo no podía tener una costa tan simple?

Sabía que compararme no estaba bien, sin embargo, no podía evitar tener esos sentimientos en lo profundo de mí. Si los seres humanos únicamente experimentaran buenos sentimientos, no serían humanos en absoluto.

No envidiaba a los demás, solo quería ser igual que ellos. Veía que iban de vacaciones a lugares exóticos, gozaban de aventuras épicas, y conseguían los trabajos que deseaban con un chasquido de sus dedos. Lo veía desde afuera porque nunca hice ninguna de esas cosas. No tenía dinero para viajar, me intimidaba ir sola a sitios desconocidos, y tardé muchísimo en elegir una carrera porque aunque todos sabían qué quieran ser de niños, yo estuve perdida por un tiempo y no fui una niña prodigio como ellos. Eran hechos, nada más.

Además, quería saber cómo se sentía que alguien se enamorara de ti por quien eres. No estaba obsesionada con ello, simplemente me daba curiosidad.

Quizás me esforzaba demasiado para obtener algo que no estaba destinado a pasar y ese día era una señal para que me rindiera. Perseguí al amor con todas mis fuerzas y él me esquivaba y corría mucho más rápido que yo como si yo no fuera merecedora de él. Me enojaba, me entristecía, me ilusionaba, y me rompía el corazón.

Deseaba saltar varios años para llegar a la parte donde ya era exitosa, estaba felizmente casada, y mi única preocupación fuera a donde iría a pasar las festividades luego de retirarme.

Pero eso no era posible. Nada era posible.

¡Ser joven apestaba!

¡Estar soltera apestaba!

VideturDonde viven las historias. Descúbrelo ahora