✦My Little Obsession ✦ | DRABBLES

❥ 3 | Floyd Leech ☆

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¿Cuándo fue que esta tragedia comenzó?

-Es bueno verte Yuu-san, ¿qué te trae por aquí? -Jade preguntó, con esa falsa y venenosa amabilidad que lo caracterizaba. Aún sabiendo la respuesta a su interrogante disfrutaba taladrar en el pequeño hilo de cordura que, milagrosamente, Yuu aún conservaba.

-¿Dónde esta él? -Ignoró su provocación e interrogó de forma estoica. Jade soltó una suave risita ante su mirada muerta y el tono frío pero urgido en su voz. A juzgar por eso, su pequeño gemelo debía estar de muy mal humor. Casi hasta sintió pena por ella, pero no tuvo ningún cargo de conciencia luego de indicarle la localización de Floyd.

Yuu se dirigió al sitio con paso veloz, sudando frío. Hace ya varios minutos que un solitario mensaje había saltado en la barra de notificaciones de su celular.

" Ven. "

Llevaba siendo el juguete de Floyd lo suficiente como para saber que esa vaga y ambigua elocuencia no significaba nada bueno. El miedo se había vuelto algo común y el resistirse o si quiera pensar en huir un tabú. Floyd había dedicado bastante tiempo en romper a Yuu, con métodos retorcidos que él romantizaba con una enorme sonrisa que, si ella se atrevía a desafiar, se tornaba espeluznante y agresiva. Si quería por lo menos conservar la piezas de su rota conciencia... no le quedaba más que ceder ante él.

Una vez frente a la imponente puerta de una de las muchas habitaciones de Octavinelle, llamó con golpes suaves pero perceptibles sintiendo su estómago retorcerse. Fue una estrategia con la que buscó ganar algo de tiempo antes de adentrarse al abismo, ya que ella sabía de sobra que si Floyd estaba de mal humor ni siquiera se molestaría en contestar. Giró la perilla y se adentró a la habitación, mordiendo el interior de su boca con fuerza hasta que un sabor metálico se esparció por su garganta.

Él estaba ahí, en su forma de tritón, en el interior del único mueble que apenas ocupaba algo de espacio en toda esa enorme habitación: una bañera. Froto sus palmas contra el uniforme masculino, sintiendo los nervios a flor de piel. En sí Floyd ya lograba intimidarla bastante... pero con ese aspecto... hacia que su terror alcanzara niveles incalculables. En algún momento pensó que las brillantes y coloridas escamas que componían su cuerpo eran hermosas, que su larga aleta poseía cierta elegancia y que su manera de desplazarse bajo el agua era hipnótica y atractiva. Pero ya no, lo único que venía a su mente al verlo en esa forma era el aniquilante recuerdo de ser arrastrada a las profundidades del mar: hasta que sus pulmones ardieran debido al agua que los penetraba, sus ojos desorbitaran por la presión y que su mente se apagara por todo el dolor que su frágil cuerpo experimentaba.

Ella no habló, no le convenía hacerlo. Simplemente se acercó a la bañera y clavó su vista al suelo, demostrando sumisión. No abrió la boca ni se atrevió a mirarlo, incluso cuando sin mucho cuidado Floyd tiro de su brazo y la atrajo al interior de la bañera. Ignoró el agua que empapaba su uniforme, la sensación de la enorme y rasposa cola anudando con fuerza su cadera y cintura, la textura irregular de la mano ventosa de Floyd sobre su rostro y su voz ronca lamiendo muy cerca de su oído, pronunciando un espeluznante:

-Te tardaste.

Lo peor aún estaba por venir.