Besos

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—Senpai, solo uno. Por favor, un solo beso le pido.

Ya dije que no Morinaga. ¡Deja de molestar! 

—¡Oh! Vamos senpai, ¿unito? —preguntó poniendo ojitos de cachorro perdido.

—¡Que no idiota! —dijo para mirar a otro lado.

—¡¡Oh!! ¿Por qué?

—Porque nunca es uno —dijo el pelilargo entre dientes.

¿Eh? No escuché senpai ¿Qué fue lo que... —pero un grito lo interrumpió —¡Que nunca es uno, siempre vas a "eso" y tengo trabajo por terminar!

¿Entonces si no tuviera trabajo...? Pensó Morinaga.

¡¡Ahora que mierda haces!! ¡¡Suelta!!

Estaba sentado en el piso, ahora con un Morinaga abrazándolo por la espalda. Mierda, podía sentir el calor del menor atravesar su propia ropa generándole la bien conocida piel de gallina.

Intentó zafarse de los brazos que rodeaban su cintura. No tuvo éxito.

—Morinaga. Si moví la mesita más adelante fue para tener más espacio al trabajar, no para que te me cuelgues —su tono ya era amenazante.

El nombrado, sin temerle a la posible paliza que estaba en camino, apoyó el mentón en el hombro del mayor.

—¿Sabes senpai? No siempre los besos llevan a eso —su boca había formado un bonito puchero —Y el que te estoy pidiendo no es de ese tipo.

Souichi chasqueo la lengua, tenerle hablando tan cerca no era bueno para su concentración.

Entonces una brillante idea cruzó la mente del menor.

—Te demostraré —dijo dejando que su aliento golpeara la sensible piel del rubio, sintiéndole templar —que no es el único tipo de beso que existe.

Sus labios apenas rozaban la sonrojada oreja del mayor mientras agregaba —Hay de muchos tipos —ahora había depositado un beso detrás de la misma y observaba como el rubio había dejado de escribir.

Dio algunos besos en la piel a su alcance. Besos lentos y perezosos. Cuando le sintió inclinar el cuello levemente, como dándole más acceso, fue cuando decidió parar.

Volvió al oído —Pero no será hoy —sonrió orgulloso —tienes trabajo que terminar —dejó un último beso y se levantó.

Con un hasta mañana desapareció de la sala dejando a un Souichi bastante confundido.

Sí, ese había sido un juego divertido pensó Morinaga mientras saboreaba el triunfo.
 

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