Capítulo XXI: Fracaso

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Al lugar llegó la policía, los bomberos y los paramédicos, estos últimos no pudieron hacer nada con la familia de la vivienda que ahora se derrumbaba por el fuego, pero sí pudieron asistir a los vecinos, una pareja de ancianos que por el humo les había faltado el oxígeno, por su parte, los bomberos controlaban el incendio evitando que se expandiera a las otras casas.

— ¿Vio cómo empezó el incendio? — Preguntó un oficial a uno de los vecinos.

El vecino, un hombre soltero de unos 40 años había salido en pijama con su bata puesta encima. Apoyándose en el marco de su puerta señaló a la casa que era apagada por los bomberos.

— Yo estaba en mi estudio, cuando en eso escuche un estruendo proveniente de la casa, luego de eso llame a los bomberos porque se había iniciado un incendio. ¿Se pudo salvar la familia?

El oficial respondió son su silencio y su semblante apagado.

Sentados en la acera, lejos del incendio, estaba la pareja de ancianos siendo atendidos por un joven de cabello corto y pestañas pobladas.

— ¿Ya se encuentra bien señora? — Preguntó el joven.

— Sí, muchas gracias. — La anciana estiró su mano y acarició en la mejilla del muchacho.

El esposo, de unos 85 años, se arrimó un poco hacia su espada, colocándose la mano temblorosa en la mascarilla que el joven le había colocado.

— ¿Pudieron capturarlo? — Intervino, retirándose un poco la mascarilla—. Al del Haori de rayas.

— ¿Haori de rayas? — Preguntó el muchacho—. ¿Ya hablo con los oficiales?

— No, aún no. — Carraspeó un poco y siguió—. Vimos a un extraño salir al jardín trasero, se esfumo en la oscuridad como un fantasma.

Hakuji se levantó, cruzando los brazos frente a su pecho y miró a la pareja de ancianos.

— No alcanzamos a verlo bien. — Agregó la señora—. Lo único que resaltó fue su Haori, creo que tenía el cabello negro.

— ¿Algo más? — Preguntó Hakuji mientras cerraba la válvula del tanque de oxígeno.

— Ah, tenía vendas en la cara. — Comentó el esposo—. Realmente era alguien sospechoso, tal vez sea de la yakuza.

— No digas eso en voz alta. — Reclamó la señora.

Hakuji guardó el tanque y las mascarillas en la ambulancia. <<Haori de rayas, ¿Yakuza? >> Pensaba el muchacho mientras acomodaba todo.

A lo lejos, Iguro Obanai miraba fijamente como la casa se derrumbaba sucumbiendo ante el fuego y como los bomberos luchaban por apagar el incendio, en ese momento, en lo más profundo de su corazón, Iguro sintió la tristeza que lo oprimía, y no solo eso, ya que los fantasmas de su clan habían vuelto para atormentarlo.

Sumergido en sus propios pensamientos, Iguro caminaba por las calles de la ciudad, de vuelta al apartamento de Kanroji, el viento era feroz al grado de hacer que Kaburamaru buscara refugio en el interior del uniforme de Iguro, por su parte, el cazador mantenía su semblante derrotado, con los ojos entrecerrados y hundidos en sus cuencas, dándole un aspecto de calavera.

Unas sirenas de bomberos llamaron su atención, haciendo que girará en su dirección, a lo lejos, la luz tenue de las sirenas se notaba.

Aquellos carros de bomberos pasaron por enfrente de una casa, una adornada con flores de glicinas en la entrada, Tamayo, quien se había despertado para tomar agua sintió una extraña presión en el pecho que la hizo preocuparse, a su mente vino la imagen de aquel extraño joven de Haori de rayas que la había traído a salvo a su hogar.

Aquel que te roba el alientoWhere stories live. Discover now