𝕮𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟸. 𝕽𝚎𝚒𝚗𝚒𝚌𝚒𝚘

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Oscuridad.

Una incompleta oscuridad me rodea y, al mismo tiempo, una luz oculta en algún lugar me hace creer que estoy flotando en una habitación pintada de negro, vacía e inodora. Imagino que esta sensación es la misma que se debe de sentir en el propio espacio, pues creo que esta gravedad me está meciendo en el aire del mismo modo que lo haría una cuna. Aunque con una diferencia: Aquí puedo respirar. 

Creo.

No hay muebles, no hay olores, no hay sonidos... No hay vida. 

No hay nada.

¿Quizás estoy muerto, por fin? ¿Es esto realmente lo qué se siente al morir realmente? Una habitación oscura, una luz oculta tras un objeto invisible a mi vista que impide su total y más absoluta luminosidad, silencio, sin olor, sin presencias... ¿Es esto lo qué realmente he deseado durante tanto tiempo? ¡Es absurdo! ¿Dónde está el cielo que dicen la biblia? ¿Y el más allá de los galos llamado Annwn? ¿El inframundo griego? ¿Y la tierra oscura de los babilonios y asirios? ¿El Xibalba de los mayas?¿El Mictlán de los aztecas? 

Nada. No hay absolutamente nada.

Absurdo. Esto es totalmente absurdo y no puedo moverme por mucho que lo intente; mucho menos hablar. Mis sentidos están anulados y cualquier intento queda en una incongruencia sin ningún tipo que responda a mis preguntas al respecto. ¿He agotado todas las posibilidades? ¡Imposible! Esto nunca me ha pasado, y aunque me gustaría sentirme aterrado o enfadado, no siento ninguna emoción. 

Estoy vacío, como en este lugar.


Pierdo la noción del tiempo, ni siquiera sé cuánto llevo suspendido en el aire, girando muy lentamente sobre mí mismo. He formulado miles de preguntas a la espera de alguna respuesta. Una hubiera sido suficiente. Sin embargo, ha aparecido de la nada una puerta en la pared, un rectángulo uniforme que parece estar hecho con tiza de color blanca. Incluso el picaporte está creado por el mismo material. Y pese a ello no he escuchado nada. La ausencia de sonidos me enloquece y yo no puedo hacer nada para remediarlo; sentirse cabal es una odisea, un capricho que no estoy seguro si lo estoy consiguiendo realmente.

Pero la puerta se abre y aparece una figura tras un oscura y opaca luz rojiza, recordándome a las llamas del infierno. Lo estoy viendo claramente ahora mismo: Un chico con cuerpo trabajado con cabeza de chacal me observa desde el suelo. Lleva un shenti de color oro y blanco a modo de pantalón, modificado por alguna razón que desconozco; su pecho me reafirma su género, y pese a ello no puedo ignorar el sonido que acaban de provocar sus sandalias de junco negro.

En su mano reconozco su bastón, uno hecho de madera. El cetro de uas. No encuentro la relación con el individuo que tengo bajo mis pies. Sé que ese cetro lo habían llevado personajes mitológicos como Jonsun, Seth y Osiris, pero no él. Estoy completamente seguro que aquel hombre —que reconozco como Anubis, el guardián de las tumbas del Antiguo Egipto— no debería llevar aquel báculo. ¿Intenta confundirme? ¿Es algún tipo de artimaña para destrozar cada brizna de lógica?

—Te veo un poco colgado —bromea con voz ligera, como si en lugar de un hombre fuera un adolescente.

Le lanzo una mala mirada, gesto que él responde abriendo sus fauces. ¿Me está sonriendo?

—Puedes hablar, venga, pruébalo —responde ante mi silencio.

Tiene que estar de broma. Llevo demasiado tiempo en este lugar y, en ningún momento, he tenido la oportunidad de expresar cualquier sonido. Es como si el área de Broca no existiera durante toda esa espera, impidiéndome producir cualquier tono; inutilizando mi aparato fonador. 

𝔸𝚜𝚋𝚎𝚕 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora