El robo - Manchu

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Todo Machu, siempre Machu— se quejó la ojiverde.

La madre de la castaña la había enviado al banco, ella lo único que quería era disfrutar su fin de semana entre sus sábanas. No pedía nada más.

Las personas en el banco eran muy pocas, solo un par de adultos mayores cobrando sus pensiones y uno que otro joven haciendo trámites.

—Iré al baño— avisó Manuela a su abuelo.

La española se había ofrecido a ayudar a su yayo con sus asuntos en el banco.

Cuando Manuela estaba saliendo del baño escuchó gritos a su alrededor, rápidamente corrió en busca de su abuelo. Lo vio agachado junto a un sofá y se acercó sin pensarlo dos veces, sentía como su corazón chocaba de manera desesperada contra sus costillas. Un nivel de miedo y preocupación que no había sentido jamás corría por cada célula de su cuerpo.

—¿Estás bien?— pregunto al estar junto a él.

El Señor Gandia asintió y abrazó a su nieta.

A unos metros estaba Machu, un disparo salió de la pistola de uno de los ladrones provocando que la ojiverde saltara del susto al igual que otras personas en el lugar.

—¡Quiero que cierren la boca!— ordenó—O terminarán como un colador— advirtió.

Tres de los ladrones se acercaron a los cajeros mientras dos vigilaban a los rehenes. Algunas mujeres ya estaban comenzando a llorar silenciosamente mientras que otros se abrazaban a sí mismos con fuerza.

Uno de los chicos que estaba vigilando se acercó a Machu, la chica era hermosa y él no lo dejaría pasar.

—Hola, preciosa— la saludó, pero al no obtener respuesta la tomó del rostro para que lo mirara —¡Te estoy hablando!— se quejó.

La ojiverde jadeó por la fuerza que había usado, la estaba lastimando.

—¿Machu?— se preguntó a si misma la española, se puso de pie y llamó la atención del chico —¡Hey idiota!— él la miro.

Por lo menos había obtenido su atención, Machu también la miro, sonrió levemente al reconocerla. No era la primera vez que Manuela la ayudaba, pero si era la primera vez que la vida de ambas estaba en peligro.

El ladrón soltó a la ojiverde y se acercó a la pelinegra de forma amenazante.

—¿Cómo me has llamado?— cuestionó parándose frente a ella.

Los demás ladrones miraron a la española y al sujeto, uno de los cajeros aprovecho la distracción para avisar a la policía del robo.

—No tratáis a una dama así— debía mantenerse firme así que lo intento —No deberéis tratarla así— agregó, Machu para ella era una dama en toda la extensión de la palabra y no le importaría nada si de defenderla se tratase.

El chico rió sin humor, miro desafiante a Manu antes de apuntarle con su arma en la frente. El Señor Gandia y Machu jadearon con horror.

La pelinegra tragó con fuerza al sentir el metal frío del arma con su piel, tenía miedo, moría de miedo pero eso no la detendría para ayudar a la ojiverde.

Las sirenas de la policía comenzaron a sonar, el ladrón soltó un suspiro de frustración. Quería jalar el gatillo, de eso estaba seguro pero también sabía que sus compañeros de crimen no estarían nada contentos con eso.

Henry— otro de los ladrones lo llamó —Es hora de irnos— avisó.

El chico dejó de apuntarle a la española pero no bajo el arma, apuntó hacia donde estaba Machu.

Manu trago en seco, el chico la miro con sorna y después jalo el gatillo. La ojiverde cerró sus ojos y se abrazó a sí misma con todas sus fuerzas, el miedo expandiéndose por toda su anatomía.

—¡Machu!— exclamó la pelinegra.

El chico rio, pero no lo disfruto tanto debido a que Manu se lanzó sobre él y comenzaron a forcejear.

Machu sentía como el corazón estaba por salirse de su sitio, soltó un suspiro de alivio al asegurarse que la bala no había tocado ninguna parte de su cuerpo, pero el alivio se esfumó al ver como Manuela y uno de los ladrones forcejeaban.

Para ser precisos, el idiota que la había estado molestando.

Las sirenas cada vez sonaban más cerca. Dos de los ladrones salieron del banco.

—¡Henry!— lo llamó nuevamente el mismo chico —Tenemos que irnos— se quejó al ver como uno más de sus cómplices salía del lugar —Mierda Henry nos van a...

Las palabras se atoraron en su garganta al escuchar múltiples disparos afuera del banco.

Miro a él tal Henry, pero este seguía forcejeando con la pelinegra.

De pronto tres disparos seguidos se escucharon y unos segundos después un cuarto, pero esta vez fueron dentro del banco. Todos los ojos se fijaron en el par de pelinegro a que forcejeaban.

De forma lenta ambos se separaron, las manos de Manuela temblaban mientras se sostenía la pierna, las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas.

Tanto Machu como su abuelo corrieron a ayudarla, el ladrón estaba mucho peor que la pelinegra, las balas habían dado en su estómago.

—Manu, Manu, Manu— llamó la ojiverde —Mantén los ojos abiertos— pidió.

Manuela sonrió, la castaña era tan hermosa. O quizás el dolor la estaba volviendo loca.

—Eres tan hermosa— murmuro —Me encantas— la ojiverde se sonrojó —Te quiero... Machu— susurró.

La policía entró al lugar arrestando a los ladrones o mejor dicho al ladrón que aún se mantenía de pie por si solo, cuatro paramédicos entraron al lugar y subieron a los heridos en camillas para llevarlos al hospital.

Después de eso todo pasó demasiado rápido y borroso para Manuela.

Toc, Toc, Toc.

Adelante— cedió el paso.

Manuela llevaba más de ocho horas en el hospital, en cuanto llego la metieron al quirófano para extraer la bala de su pierna. Su abuelo ya había estado con ella así que se sorprendió un poco cuando alguien más tocó a su puerta.

Se sorprendió aún más al ver de quién se trataba, Machu, su compañera de clase.

Su amienemiga y también su crush.

Hola— saludó la ojiverde tímidamente.

Hola— sonrió.

La castaña se sentó en una silla junto a la camilla, ambas se notaban nerviosas.

Gracias— Manuela la miro sin entender —Por salvarme, él quería dispararme a mi— recordó —Tú me salvaste— murmuro.

Manu con un poco de esfuerzo se sentó en la camilla y miro a la ojiverde con todo el cariño que tenía para ella.

Siempre voy a estar ahí cuando me necesites— prometió, tomó sus manos y besó el dorso de cada una —Lo importante es que ambas estamos bien— sonrió.

Machu con cuidado de no lastimar su pierna se sentó en la camilla y la abrazo, beso su mejilla. Aunque no lo dijera Manuela también le gustaba, le encantaba.

La ojiverde le contó como al final habían podido atrapar a todos los ladrones y como el tal Henry había salido exitosamente de su operación.

Machu se despido con un beso de la pelinegra, beso que fue depositado en la comisura de los labios de la española.

—Tu también me encantas— dijo antes de abandonar la habitación.

Automáticamente una sonrisa se apoderó del rostro de Manuela, suspiró como toda una enamorada.

Después de todo el día había tenido algo bueno, tanto ella como Machu de alguna forma se habían confesado, a su manera pero lo habían hecho.

One Shots - MultifandomWhere stories live. Discover now