Capítulo VII - Hablar de valentía no te hace valiente

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9:47 a.m.

Otro escalofrío recorrió su cuerpo.

Se aferró una vez más a la almohada que yacía entre sus brazos, el dolor y el sudor frío se mantenían intactos, le habían hecho compañía toda la noche.

Trató de moverse y la humedad de la sábana debajo de su cuerpo lo recibió. Se le hacía dificultoso el movimiento. Recordaba el mayor resfriado por el que había pasado y no existía punto de comparación a lo que tenía ahora.

Abrió sus ojos y la luz se le clavó en las pupilas como dardos, deseosos de encontrar su objetivo. Trató de incorporarse, sus músculos dolían ante los movimientos más sencillos. Le costó un poco llegar a la cabecera de la cama.

Había pasado una noche terrible, sin duda la tormenta de hace un par de días y el sereno de la noche anterior le estaban jugando una mala pasada. No había descansado lo necesario. La jaqueca, los mareos, la pesadez y el cansancio se habían intensificado y ahora se encontraba hecho un desperdicio.

Demonios.

Odiaba esta sensación, odiaba la sensación de estarse desvaneciendo, de estarse apagando cuando debía de ser todo lo contrario. Recordaba cómo hasta hace un par de meses había entrado al gimnasio por recomendación de Arturo, cuan dinámicos eran sus días, cómo vivía de un lado a otro, cómo había sido todo cuando habían comenzado los planes del relanzamiento...

El relanzamiento.

Tomó su teléfono y se fijó en las notificaciones que llevaban días sin ser revisadas. Cuando había dicho que quería alejarse de todo lo había dicho en serio. No podía mantenerse en dos lugares a la vez, sobre todo cuando no pertenecía a ninguno y no iba a hacerlo nunca más.

Pero en ese momento sintió la necesidad.

El brillo de la pantalla lastimaba sus ojos que de por sí se encontraban irritados, provocándole una punzada en la cabeza; sin pensarlo mucho tomó el cóctel de pastillas que eran su nuevo desayuno.

Ayer

11.25 p.m. Art. ¡Edo! ¿Qué tal todo? ¿Cómo van las cosas?

11.25 p.m. Art. Vale, sé que dijiste que querías desconectarte de todo, pero sólo te quería comentar que el relanzamiento va viento en popa, la semana que viene daremos una gran fiesta, estoy afinando los últimos detalles.

11.26 p.m. Art. No quiero como meterme con tu tiempo, pero sería realmente ideal que estuvieses con nosotros para ese momento. En fin, creo que era eso lo que quería que supieras.

11.31 p.m. Art. ¡Ah, casi lo olvidaba! También he hablado con papá, está bastante triste porque no puedas ir mañana a la cena, pero vale, creo que lo he convencido. Simplemente, no te tardes demasiado. No sé cuánto más podría creerme.

11.31 p.m. Art. Ahora sí como que es todo. Espero estés mejor, te extraño idiota.

Una sonrisa se dibujó en sus labios y por segundos todo el malestar que guardaba encima desapareció. Quizás eso no lo curara definitivamente, pero bien que le hacía olvidar todo por lo que estaba pasando.

Por ese momento deseó estar junto a ellos, poder compartir estos últimos días a su lado. ¿Habría hecho lo correcto al alejarse de todo? Sin embargo, tan rápido como ese pensamiento le cruzó por la mente lo desechó. No podía. No quería. No sería él quien les diera esa noticia.

Y es que, hablar de valentía no te hace valiente.

Abrió la aplicación de mensajes para responderle, pero justo antes de comenzar a escribir un fuerte mareo lo golpeó haciendo resbalar el teléfono de entre sus manos, las cuales rápidamente apoyó en la cama para guardar la compostura.

Amelia y EduardoWhere stories live. Discover now