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Último Capítulo:

Gema:

—¿Oakland?. —Raymond repite mis palabras.

Le dieron de alta y por ahora mis niños y yo nos estamos quedando en su departamento, pero no puede ser por siempre y papá sigue insistiendo en que me mude de ellos.

Además, estoy de acuerdo.

—¿Eso es....?

—A 16 minutos de aquí, en taxi.

—Pero Gema...

—Lo he pensado bien... esta es tu casa.

—Y yo no tengo problema en que te quedes. —Me interrumpe. —Se que estas aquí cuidándome, ya sea por que me quieras o por que te sientes culpable. Sinceramente prefiero lo primero.

—Es lo primero. —Le aseguro. —Ya lo hemos hablado.

Aunque si me sentí culpable al inicio, el me hizo darme cuenta que no debo sentirme así.

Y si estoy cuidándolo, si estoy aquí con mis hijos, es porque el me da seguridad y porque estoy enamorada de él.

—No quiero que te vayas. —Pronuncia tomándome la mano, apretando mis dedos.

—Y una parte de mi no quiere hacerlo. —Niego con la cabeza. —Pero necesito una casa propia y necesito alejar a mis niños de todo esto..

El baja la mirada, entendiendo.

—No quiero que el estar aquí les haga revivir todo lo que paso.

—Gema...

—No será para siempre. —Le aseguro. —Un tiempo, hasta que ellos estén listos y yo también.

Su mirada sube.

Con miedo pregunto. —¿Nosotros...?.—Trago saliva. —¿Podemos seguir juntos?

—¿Cuánto tiempo dijiste que era de aquí a Oakland?

—¿Qué?. —Parpadeo. —16 minutos...en taxi, 20 en autobús.

—Creo que tomaré un taxi.

El corazón se me acelera, lo que hago es abrazarlo con fuerza, aunque con cuidado de su brazo aún vendado.

—Gracias, Ray, gracias por entender.

El me devuelve el abrazo y me besa en la mejilla.










Chelsee:

Lo que odio de la mudanza es guardar todas las cosas en cajas.

Cosas que donaremos.

Cierro la última de ellas con la cinta y me sacudo las manos llenas de polvo, le doy una mirada a la casa.

Todo está cubierto con mantas blancas y en su mayoría solo quedan los muebles, no imagine que la casa de Thaiz fuera tan espaciosa, ahora que esta prácticamente vacía se nota cuanto espacio hay .

La escucho bajar de las escaleras.

—La última caja. —Le indico.

Ella le da una mirada rápido am lugar y sonríe.

—Nunca creí que me iría de aquí.

—Ya somos dos.

Sus ojos regresan a mi, extiende su mano y yo arqueo las cejas, riendo Thaiz me toma del brazo con ambas manos.

Desliza los dedos a los míos y tira de mi para besarme los labios.

—Vamos... —Dice sobre mi boca. —Hay que despedir la casa como se debe.

La Sociedad de las chicas con los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora