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Después de la separación, Iruka tramitó todo los papeles para adoptar a aquel niño de casi un año.

Su cabello rubio y suave como la arena, tan pequeño, lo cuidaría y protegería más que nada en el mundo.

Durante sus primeros años, en donde generalmente aprenden a caminar y moverse por su cuenta, vivieron en aquel departamento.
La ayuda económica de Ebisu, Kurenai y sorprendentemente Kakashi, junto con sus ahorros y salario, pudo comprar el departamento en el que actualmente viven.

A todo esto, pasaron tres años de todo lo sucedido y fue mientras él estaba en sala de profesores donde, otra vez, aquel hilo se desenredó.

—Cómo está él?— preguntó el peligris, quién finalmente decidió solicitar un puesto en el instituto -aunque, demasiado tarde, como era de esperarse-.

—Está bien, Anko es su niñera asi que puedo trabajar tranquilo— dice sin verlo, corrigiendo algunos trabajos.

—Desde el momento en el que me fui, supe que lo harías.

—Ya ves.— cerró el cuadernillo y se levantó en dirección a la puerta, pero una mano lo detuvo.

—Espera— sujetó más fuerte el agarre —Escucha, sé que me equivoqué, cuando tienes casi treinta años, empiezas a ver las cosas diferente.— agacha su mirada apenado.

—Eso ya no importa ahora— desvío su mirada —Pero, si quieres vernos, ya sabes dónde está mi casa.— volteó a verlo y finalmente, después de tres años, volvió a ver aquella sonrisa que lo enamoró.

—Es bueno saberlo— liberó el agarre se quedó viéndolo y le sonrió devuelta bajo su mascarilla.

—Debo irme ya, mi turno terminó— agarró mejor sus cuadernillos y se despidió.

De cierta forma estaba feliz de verlo seguido al peligris, creyó que realmente era el fin entre ellos, y si bien lo fue, creía que podrían mantener buena relación como ex pareja.

Una vez llegando a su departamento, desde la ventana vio a su hijo siendo cargado de su amiga.

Abrió la puerta principal y vio como su piojito corrió a recibirlo.

—Papi!— gritó el rubio quién se había sujetado completamente de la pierna derecha del mayor.

—Hola pequeño!— lo cargó acurrucándolo en su pecho, dándole un beso en la frente.

—Al fin llegas Iruka, este niño tiene muchísima energía, cómo haces?— se quejó la pelivioleta mientras agarraba su mochila.

—Es mi hijo, no es molestia para mi— volteó a verlo —Verdad bebé?— acaricio su cabello.

—Ño— fue la respuesta del niño.

—Bien, ya debo irme, tengo clase temprano hoy— la mujer saludó a su amigo y salió de allí.

—Adiós y gracias— cerró la puerta con llave y dejó sus papeles sobre la mesa de la cocina.

Estaba dispuesto a seguir corrigiendo, pero ver a su niño tan relajado jugando con aquel zorro de peluche, hizo que se le escapara una sonrisa de felicidad, sin duda él fue la mejor decisión de su vida.

—Qué haces pequeño?— se sentó en el suelo junto al niño.

—Kurama!— le mostró poniendo aquel anaranjado peluche sobre su rostro.

—Sí, Kurama, Kuramita...— le sonrió, pero su felicidad quedó ahí ya que él timbre la puerta sonó.

Se levantó a abrir y realmente se llevó una sorpresa.

—Kakashi...

Acuarela 水彩 | KakaIru |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora