Mel Scamander siempre supo que era una persona completamente diferente a los demás, para empezar, no tenía una familia relativamente normal. Toda su vida ha viajando con su padres, Aldrich y Blossom Scamander, dos importante magizoologistas en el mu...
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—Mel, los ÉXTASIS serán dentro de dos semanas.
Mel se dejó caer en la cama cerrando los ojos, jadeo dando patadas al aire como una niña pequeña y Remus bebió de su té un poco divertido.
—No quiero —se quejó.
Dio vueltas en la cama hasta quedar mirando al techo y soltó un grito agudo.
—¡Voy a reprobar defensa contra las artes oscuras! —lloriqueo.
—Me siento ofendido —suspiró Remus dejando la taza.
—No es tu culpa —se sentó de golpe y llevó sus manos a su cabeza—. Woo, me maree —murmuró abriendo sus ojos.
Remus camino hasta la cama, se hincó quedando frente a Mel y puso sus manos en las piernas de la joven.
—Te irá bien —aseguró.
—Sabes que no —murmuró bajando su cabeza.
—Yo se que si —aseguró sonriendo.
Bajo su cabeza algo rendirá, pero Remus se acercó a ella para darle un corto beso que hizo que alzara nuevamente su cabeza.
—Ya escuchaste a Snape, soy un asco —dijo en voz muy baja.
Remus rodó los ojos mientras lleva una mano a la mejilla de Mel.
—Snivellus es un idiota —Mel soltó una pequeña risita y pegó su cabeza al pecho de Remus—. Te irá bien, has mejorado muchísimo —aseguró acariciando su cabello.
—¿Y si no pasó? —preguntó con voz apenas audible—. Tengo veinte años y sigo estudiando, soy... patética —susurró.
—Mel, mírame —pidió Remus.
El hombre lobo tiene el ceño ligeramente fruncido, realmente no le agrado para nada la forma en la que se llamó así misma; colocó sus manos en los hombros de la chica quien tiene ojos cristalizados y la miró con cariño.
—No eres patética —susurró—. Eres una mujer muy inteligente, brillante, eres muy valiente y si me contradices me enojare mucho contigo —se interrumpió a él mismo al ver como iba a hablar—. Tu tienes más conocimientos que ningún otro estudiante en el castillo, Merlín, sabes tantas cosas que ni siquiera yo sé —Mel ladeo una pequeña sonrisa triste—, así que por favor, no digas que eres patética, por que no lo eres —Mel soltó un suspiro y tiro un poco el borde de la camisa de Remus, jugando con esta.
