diez

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Despertó avanzada la mañana, agotada por la expedición que habían desarrollado la noche anterior por la casa en busca de la cerradura.

Se desperezó lentamente, imaginando que toda la casa aun dormía. Para su sorpresa, una doncella pasó silenciosa a su lado, sin saludarle, dirigiéndose directamente a abrir los pesados cortinajes que cubrían el sol del mediodía.

-¿Ya se sirvió el desayuno, Annie?- preguntó en un bostezo la joven, estirándose entre las sábanas.

-Mi lady- saludó la doncella con una torpe reverencia, sobresaltándose al oírla-. Lamento despertarla, pero el Barón y el duque de Hamilton la esperan para partir.

-¿Partir?- inquirió entonces, incorporándose de golpe entre los almohadones.

-A Londres, mi Lady- explicó con timidez la doncella-. Los carruajes se encuentran listos, no falta más que usted y su equipaje. Y yo, por supuesto.

Prudence no podía creer lo que oía. Sabía que habían acordado partir cuanto antes a la ciudad, pero nunca imaginó que sería así de inmediato. Con una ceja en alto, se imaginó al
Barón y el Duque decidiéndolo así solo para asegurarse de que ella no tuviese tiempo de volver a cambiar de opinión.
Respiró hondo un momento. Aun no sabía como enfrentaría su regreso a Londres, y mucho menos como reaccionaría de volver a ver a su amado, pero sabía que nada conseguiría con retrasar el destino.
Por otra parte, debía reconocer que el entusiasmo de James la había contagiado y sentía gran curiosidad par descubrir lo que pudiera ocultar la pequeña llave que ahora colgaba de su pecho, atada a una cinta de seda, precaución que había decidido tomar la noche anterior a fin de evitar perderla.

-Pues tendrán que seguir esperando, porque evidentemente no estoy lista...- declaró, poniéndose en pie, fingiéndose desinteresada-. Y mi equipaje tampoco...

-Su equipaje está preparado mi Lady- replicó casi en un susurro la joven, desviándole la mirada, con nerviosismo-. Lady Letice me ordenó hacerlo, así como preparar su traje de viaje...

-¿Con que tía Letice al fin está de acuerdo con regresar a Londres, no?- bufó, apretando los puños mientras se perdía dentro de su cuarto de vestir, furiosa por que otros dispusieran de sus cosas-. ¡Ya imagino que fue lo que la convenció!

***

Poco más de media hora después, aun con los dientes apretados y con gesto altivo, Lady Prudence Beauclerck hizo aparición en la galería, donde el duque de Hamilton y el Barón Churston la esperaban bebiendo el té y departiendo animosamente.

Mathew, sorprendentemente animoso, les hacía compañía, e insistía en que ansiaba partir a Londres también muy pronto a acompañarles.

Los tres hombres se pusieron en pie en cuanto la vieron aproximarse, ofreciéndole cada cual una breve reverencia a modo de saludo.

-Creímos que no despertarías jamás-. se burló Mathew con una risa sonora-. Si no fuera por tía Letice, que decidió enviar a tu doncella a buscarte, estoy seguro de que así habría sido...

Prudence le ofreció una sonrisa asesina, antes de tomar sitio a la mesa, sirviéndose ella misma una taza de té y cogiendo un bocadillo.

-Veo que han decidido partir de inmediato...- comentó, lanzándole una fiera mirada a James.

-Creí que es lo que querrías- se hundió de hombros el duque, fingiendo inocencia-. Declaraste que debíamos regresar a la ciudad con urgencia...

-Estamos impacientes por conocer el contenido que oculta aquella preciada llave que James encontró- festejó Churston, alzando ambas manos con entusiasmo-. Y por supuesto, los tiempos nos quedan de maravillas para asistir al baile de los Penshurt.

La PrometidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora