1. Omegaverse 「🐰🐺」

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Alexby x Vegetta】

Su frenética respiración se escuchaba entre los rincones del bosque, resonando entre los árboles, sus pisadas haciendo eco entre las hojas, los últimos rayos del sol avistando entre las ramas

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Su frenética respiración se escuchaba entre los rincones del bosque, resonando entre los árboles, sus pisadas haciendo eco entre las hojas, los últimos rayos del sol avistando entre las ramas. Estaba herido, un camino de su sangre indicaba perfectamente su paradero, pero seguía huyendo.

No sabía exactamente de qué, en primer lugar, huía. Pero sus instintos le dijeron que corriera como si su vida dependiera de ello, y tal vez así era, pues no siempre alguien o algo te ataca y casi te arranca el brazo.

Ni siquiera había podido distinguir a la criatura, pero ya sea de un animal o una persona, el peligro era inminente.

Fue entonces que la tierra bajo sus pies se hundió, y aunque sus garras intentaron aferrarse a las paredes, terminó cayendo en lo que al inicio creyó era una trampa, pero habían caminos, eran rutas subterráneas lo suficientemente estrechas como para apenas dejar entrar a alguien de su porte.

—Tienes tres segundos para explicar qué haces aquí —escuchó hostilmente después de sentir en su nuca un frío metal amenazando su vida, seguramente por alguna arma de fuego. Pero tan pronto expresó su amenaza, un rugido furioso se escuchó desde lo alto seguido de arañazos violentos contra la tierra, pues al parecer la criatura por su tamaño no podía entrar.

—Ostia puta —le quitó el seguro a su arma y comenzó a disparar al aire, desde donde había caído el de ojos violetas segundos atrás. Ni siquiera lograba ver la cima, para él era todo oscuridad y tardaría en acostumbrarse, pero el más bajo parecía saber perfectamente hacia dónde disparar. —Joder, dónde te has venido a meter, chaval. —sin preguntar nada más, lo sujetó de la mano y comenzó a guiarlo entre las estrechas rutas, mientras gruñidos seguían escuchándose en la cima, cada vez más lejanos.

—¿Quién eres? —se atrevió a preguntar en un hilo de voz. Hasta hacía un segundo le había apuntado con una pistola, y ahora se encontraba siguiéndolo a quién sabe dónde. Sus ojos no lograban percibir nada más que su pequeño pero fornido cuerpo, su ropa desgarrada y sus orejas de conejo alertas ante el más mínimo ruido.

—Eso debería preguntar yo —le miró con notoria hostilidad y desconfianza, sus ojos azules brillando con frialdad entre la oscuridad. En ningún momento hizo amago de soltarlo y suavizar su agarre, y Samuel tampoco hizo esfuerzos por liberarse. Estaba agotado, herido, y por ahora sus sentidos no estaban en alerta roja con la presencia del desconocido.

Las paredes se volvieron más amplias, y el final de su recorrido terminó en una gran habitación con todo tipo de cosas que una persona necesitaría para sobrevivir, de hecho, para tratarse de un lugar bajo tierra, tenía muy buena pinta.

—Siéntate ahí —señaló un taburete de madera, por fin soltando su mano y suavizando su postura, al contrario del más alto que aún se encontraba alerta por cierta cosa acechando en la superficie. El menor notó esto, pues no tenía sus grandes orejas por nada, podía escuchar su agitada respiración y apenas calmadas pulsaciones. Pudo comprobar que había caído por accidente y que definitivamente no tenía malas intenciones, por lo que decidió encender las velas y ofrecerle un vaso de agua, sin mediar ni una palabra y evitando el contacto visual a toda costa.

Había comprobado que no era una mala persona, pero algo en sus brillantes ojos amatistas no le gustaba.

—Alexby.

—¿Hm? —se mostró confundido.

—Puedes llamarme Alexby. No me interesa saber tu nombre —a pesar de sus cortantes palabras, se acercó al chico junto con una caja de donde sacó varios utensilios que servirían para limpiar sus heridas, cosa que comenzó a hacer hincándose para tratarlo mejor. Las manos de mayor temblaban, y Alexby volvió a fruncir el ceño, tanto por curiosidad como por molestia.

No parecía el tipo que se dejaba intimidar, mucho menos siendo un híbrido de lobo, de depredador, y aunque su casta era un misterio para él, parecía ser un chico que sabía defenderse, o al menos, esa imagen daba a primera vista. «Las apariencias engañan», pensó, y con tiempo había comprobado muchas veces que así era.

—No te preocupes por ese sujeto, estoy seguro de haberle dado al menos un par de veces —Samuel sintió por un momento las lágrimas acomularse en sus ojos, la suavidad con la que Alexby sujetaba sus manos y atendía con cuidado sus raspadas era algo que no había sentido desde hace muchísimo. Ninguno estaba dispuesto a mostrar confianza, pero el menor tenía valores y el mayor necesitaba de su cuidado.

—Puedes llamarme Vegetta... —el de ojos azules enarcó una ceja mientras terminaba de envolver su mano con una venda.

—¿Qué clase de nombre es ese? ¿Te lo acabas de inventar? Algo mejor se te pudo haber ocurrido, la verdad —por primera vez le mostró una sonrisa divertida, contagiando al que tenía enfrente, haciendo contacto visual después de que comenzara a reír despacio, sonrojando al de ojos amatistas por la repentina atención. -Ya no te ves tan miserable -le sonrió con ternura, y volvió a sentir esa sensación abrumadora en su estómago y picazón en sus ojos.

—Gracias....

Quizá fue por el brillo de sus ojos provocado por las obvias lágrimas retenidas, o por su evidente débil imagen, o porque le recordaba su antigua vulnerabilidad, quizá por todas, pero se levantó lentamente y con cuidado lo envolvió entre sus brazos, acariciando su espada y suave cabello, dejando que el mayor soltara en silencio sus lágrimas y mojara su camiseta.

—Ya estás bien —comenzó a consolarlo —Todo lo que te atormentaba en el exterior ya no está, estás conmigo ahora —algo dentro suyo lo impulsaba a decir todo aquello, y Samuel mentiría si dijera que esas palabras no lo hacían sentir al menos un poco mejor.

Aunque por dentro, para ambos, eran palabras vacías.

Había muchas preguntas que querían hacerse, muchas cosas que querían decirse. ¿De qué estaba huyendo con tanto fervor como para acabar en lo más recóndito del bosque? ¿Por qué tenía una "madriguera" en esa parte del bosque tan alejado del mundo? ¿Por qué poseía un arma? ¿Por qué sus ojos violetas se le hacían tan familiares?

Ninguno consideró que era el momento para hacer esas preguntas, ni para decir nada más, Alexby se limitó a curarlo y Vegetta a ser atendido. Le ofreció su lugar para dormir, y Vegetta indeciso decidió aceptar, creyendo que esa probablemente sería su última noche tranquila, pues después debería regresar al mundo real.

Alexby pensaba lo mismo, no tenía pensado dejarlo en su morada por mucho tiempo, pero cuando verificó que estaba dormido y salió a inspeccionar, encontrándose con las grandes y profundas pisadas con garras en la tierra seca, decidió conservar al de orejas de cachorro un poco más, hasta que supiera que sería seguro para él irse.

Nunca lo hizo.

No pudo dejar ir al pequeño gran cachorro, y Vegetta se había encariñado tanto con el bravo conejo que apenas y sentía su ausencia por unas horas se encogía y acurrucaba en las sábanas con su olor impregnado para sentirlo cerca.

Era un chico tierno, cariñoso, divertido, vulnerable, que había sido lastimado por su familia y odiado por su casta. Algo no tan diferente de lo que le sucedió a Alejandro. Reconoció entonces el procedente de sus ojos amatistas, los De Luque sabían su posición y cuando consideraron oportuno se fueron de ahí en busca de un hogar, un verdadero hogar donde sus verdaderos cachorros pudieran crecer, sin ser perseguidos por los fantasmas de sus progenitores.

Donde Samuel pudiera salir sin temor a ser asesinado por ser él, donde ambos no tuvieran que esconderse más del mundo.

Simplemente, donde pudieran ser ellos.

「❀」Vegebowl Week 「❀」 +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora