Un conjunto de siete drabbles, pequeñas historias no relacionadas entre sí, donde nuestro héroe de Karmaland de ojos amatista es el protagonista de cada una de ellas. Y el pasivo.
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En aquella sociedad, las almas gemelas no eran algo muy apreciado.
El amor mata, lastima. Literalmente.
Luzuriaga nunca creyó encontrarse en esa situación, mucho menos con un desconocido en la calle. No pretendía hacer aquello, bueno, si, pero realmente no creyó que aquello pasaría en algún momento.
Él se había rendido en el amor después de saber que quien creyó era su alma gemela, no lo era.
Y ahora debía lidiar con un cuerpo desangrándose enfrente suyo, porque la única manera de poder herir a alguien físicamente, era siendo su alma gemela.
Exacto. Sólo tu alma gemela puede hacerte daño.
El extraño de ojos violetas tosió, escupiendo sangre en su mano tratando de retener el espeso líquido. Se encontraba hecho un ovillo en el suelo cubriendo su herida, tan sorprendido y confundido como lo estaba, al parecer, su alma gemela.
—L-lo siento muchísimo —no podía dejarlo así, y aunque el shock y los nerviosa aún siguiera dominando su cuerpo, se apresuró a levantarlo y llevarlo lo más pronto posible a un médico cercano.
Él prácticamente vivía en las calles, su casa no era precisamente algo que llamaría "hogar", y es por eso que se sentía mucho más a gusto en las afueras, trabajando medio tiempo en construcciones con un buen salario y bebiendo divirtiéndose con sus amigos que sabía no eran los mejores del lugar, pero al menos lo ayudaban a distraerse. Por eso y más es que conocía cada rincón de la ciudad, y no le tomó más de unos minutos llegar a un pequeño consultorio donde atendieran al pobre chico que ya lloraba y se retorcía de dolor.
—Lo siento ya está por cerra- ¡Ah! —se espantó cuando en la puerta cristalina una mano cubierta de sangre apareció —¡Joder, ¿qué es lo que pasa?! —abrió sin dudarlo, llevando inmediatamente al chico herido a su consultorio para atenderlo de urgencia.
Tenía una herida en el costado de su torso, aparentemente causado por un cuter promedio. A simple vista no parecía muy profunda, pero se había desangrado demasiado. Obligó a Borja a mantenerse fuera mientras lo atendía.
Todo había pasado en un segundo.
Samuel sólo había estado caminando regreso a su casa después de haber adelantado un proyecto escolar con su respectivo equipo, cuando se topó con el chico con capucha negra ligeramente más alto que él, y se molestó por haberlo tocado. Él, por supuesto, se defendió y pronto entró a una discusión un poco fuerte con el desconocido. Y de la nada, lo apuñaló, quizá creyendo que no pasaría nada y que sólo terminaría con aquella infantil riña metiéndole un poco de miedo, y siendo sincero él creyó lo mismo, que no pasaría nada, pero entonces comenzó a sentir el dolor más horripilante que jamás había sentido en toda su vida.
Por primera vez, vio su sangre. Y es que incluso si se hubiese tratado de una aguja en su dedo, sangre exagerada hubiese salido brotando de su piel, como si todos sus glóbulos reaccionaran a su supuesta alma gemela, algo que le parecía grotesco. Y como si fuera poco, ese tipo lo había apuñalado sin titubear, como si fuera algo de todos los días.
Ese tipo tenía problemas, y al parecer se trataba de su alma gemela.
¿Qué carajos sucedería ahora?
¿Por qué sus ojos azules, fríos como un témpano de hielo, ahora brillaban con la más pura preocupación detrás de la ventanilla de la puerta, y por qué se sentía tan atraído a su posible asesino?
Cayó rendido ante la anestesia, y lo que sucedió después es historia.
