I - V

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CAPÍTULO I

Era una hermosa mañana en el condado de Derbyshire, Lizzie y Darcy habían retornado de su viaje hacía unas horas, a raíz de haber recibido una pequeña carta de Bingley avisándoles del nacimiento de su tercer hijo, Marcus. Debido a las distancias y al retraso del correo, los Sres. Darcy recibieron el aviso dos semanas más tarde de haber sido enviado, aun así salieron a primera hora del día siguiente, pasando la noche en alguna posada del trayecto, hasta arribar a Pemberley bajo una profunda oscuridad y, agotados, llegaron a descansar.

Insólitamente no hubo movimiento en la habitación de los señores de la casa hasta casi las diez de la mañana, cuando el Sr. Darcy ordenó al mayordomo que trajera el desayuno a su habitación. Al cabo de unos minutos, el Sr. Smith tocó a la puerta de la alcoba y entró con todo lo necesario para servir a sus amos.

Lizzie estaba en el balcón aspirando el aire matutino que la llenaba de satisfacción mientras Darcy intercambiaba algunas palabras con su mozo, quien le entregó la correspondencia que se había recibido.

Darcy se acercó a su mujer y, abrazándola cariñosamente por la espalda, le dijo:

–Sra. Darcy, parece que los próximos días estará muy ocupada leyendo todas sus cartas y contestándolas.

–Seguramente muchas fueron enviadas cumplimentando las atenciones de la boda de tu hermana.

–Por lo visto, también hay algunas de la florería.

–¿De la florería? –inquirió sorprendida.

–Sí, aunque el Sr. Smith me las entregó abiertas, ya que la Srita. Reynolds las ha recibido en el local con algunos pedidos importantes que, según me informó, ya se han surtido convenientemente.

–La Srita. Reynolds ha resultado excelente vendedora.

–Como excelente es mi mujer para manejar su negocio.

–Por el momento el negocio es pequeño, tal vez más adelante necesite de tu asesoría para hacerlo crecer.

–Cuando usted lo juzgue conveniente, Sra. Darcy.

El Sr. Smith tocó discretamente en la ventana para avisar a los señores que su almuerzo estaba dispuesto, por lo que pasaron a sentarse a la mesa y el mayordomo se retiró.

–¡Se ve exquisito! ¿Acaso pediste que hicieran mi desayuno favorito? –indagó Lizzie gozosa y le dio un beso en agradecimiento.

–Para darle la bienvenida a su casa, madame –contestó Darcy mientras le ayudaba con la silla.

Él tomó asiento y revisó su correspondencia, encontrando una carta de Georgiana que abrió inmediatamente y leyó en voz alta:

–“Mis queridos hermanos: Me da gusto que hayan disfrutado de su viaje, según nos informó el Sr. Smith y Bingley. Nosotros hemos pasado unos placenteros días en Pemberley y pudimos conocer al nuevo sobrino. Diana y Henry se encuentran bien y me dice Jane que te extrañan mucho Lizzie. También los Sres. Gardiner les mandan afectuosos saludos; los hemos visto con frecuencia en Londres y ha sido muy agradable su compañía. Ya que han regresado de su paseo quiero decirles que tengo muchos deseos de verlos, pero me alegro tanto de que hayan disfrutado de un tiempo para ustedes. Los quiero, Georgiana”.

Terminando sus alimentos, partieron rumbo a Starkholmes para que Lizzie pudiera visitar a Jane y conocer a su nuevo sobrino, al mismo tiempo que Darcy se pondría al corriente de los negocios con Bingley, tras su larga ausencia.

Bingley los recibió en el salón principal, mostrándose alborozado por la visita y por el nacimiento de su hijo.

–¡Bienvenidos amigos, no sabíamos que vendrían! ¿Qué tal estuvo su viaje?

Los herederos del Sr. DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora