XLI - XLV

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CAPÍTULO XLI

Las Bennet arribaron a Pemberley cuando los Sres. Darcy y los Sres. Donohue ya las esperaban para la cena. La Sra. Bennet saludó con infinito cariño a su hija, mostrándose muy entusiasmada con el próximo nacimiento. Lizzie las invitó a pasar a sentarse y tomar una taza de té que el Sr. Smith le ayudó a servir.

–¿Cómo les fue en el viaje? –indagó Lizzie.

–Muy bien, gracias –respondió la Sra. Bennet–. A pesar de que salimos a buena hora de Longbourn para evitar viajar con tanto calor, los caballos se agotaron y perdimos mucho tiempo en esperar a que descansaran y se recuperaran. ¿Cómo se encuentra la futura madre? ¡Estoy tan emocionada!

–Bien mamá, gracias.

–¡Creí que ya no llegaríamos a tiempo para el parto de Jane!, pero Lady Lucas me pidió encarecidamente que asistiéramos a una cena que dio ayer en su casa. ¡Estuvo tan agradable! No me arrepiento de haberla complacido.

–¿Cómo está la familia Lucas?

–Todos se encuentran muy bien. Le envía muchos saludos la Sra. Charlotte Collins, también asistió a la velada.

–¿Fue con sus hijos?

–Sí, aunque no estuvieron en la cena. Parece que alguno estaba enfermo, seguramente la niña, que dice que es la más enclenque; no como mis nietos que son unos niños maravillosamente sanos y bien educados.

–Yo he visto que tus nietos se enferman como todos los niños, mamá –afirmó Kitty.

–No como todos, la niña Collins es especialmente enfermiza y hasta ahora sabemos la razón. Parece que la madre no se alimentó como debía durante el embarazo y allí están los resultados. ¿Cómo es posible que el Sr. Collins haya descuidado ese aspecto tan importante de su esposa? ¡Ay, Lizzie!, gracias a Dios me escuchaste cuando te aconsejé rechazar a ese hombre cuando te habló de matrimonio.

–¿Tú me aconsejaste? –examinó Lizzie, recordando una historia completamente diferente.

–Me alegro de que tú, Lizzie, estés tan bien. Se ve que tu bebé se ha alimentado estupendamente y será una criatura muy sana. Y aquí está el Dr. Donohue para corroborarlo. ¡Qué bueno que ya estamos aquí! En unos días, si no nos avisan antes, iremos a ayudar a Jane con sus niños y con todo lo que necesite, seguramente ya está muy cansada.

–¿Ya podremos? –indagó Kitty–, yo no he venido a cuidar niños.

–Entonces ¿vienes a pescar un marido? –curioseó Lizzie–. ¿Acaso en la cena de los Lucas no había algún caballero?

–No que despertara mi interés.

–¿Acaso tal hombre existe? –indicó burlándose, ocasionando que Darcy se riera, aun cuando procuró guardar la compostura.

–Todavía hay hombres que viven en el siglo pasado, que piensan que el agua les va a ocasionar alguna enfermedad y que únicamente se perfuman y se cambian de camisa para estar presentables, aunque usen cloro para que ésta luzca reluciente.

–Me alegro de que, al menos, seas selectiva.

–He leído que en la Antigüedad, los romanos acostumbraban pasar mucho tiempo en las termas colectivas, sabiendo la importancia que tiene el cuidado del cuerpo, inclusive hasta en la Edad Media. No me explico en qué momento se perdió la costumbre del baño diario –reflexionó Mary.

–Mis colegas médicos del siglo XVI pensaban que el agua, sobre todo la caliente, debilita el cuerpo haciéndolo propenso a las enfermedades, por lo que la gente empezó a perder el hábito de la higiene, hasta pensar que con cambiarse de

Los herederos del Sr. DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora