Capítulo 3

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-- ¡Hey! ¡Mocoso! 

-- Hmmm.... -- Na Kyum se revolvió entre las cobijas

-- ¡Mocoso! 

La mujer que exclamaba tiró de la manta con tanta fuerza que Na Kyum rodó al otro lado de la cama. Era imposible no despertarse con eso.

-- Ah, ¿Qué pasó? -- Inquirió él, incorporándose con los brazos para después frotar uno de sus ojos, visiblemente aún con sueño.

-- ¡Es hora de trabajar, mocoso! -- La mujer tenía una voz estridente que le retumbaba en las orejas como si fuera el eco de un gong -- ¡Vamos, no hay tiempo que perder! La madame me pidió que fuera dura contigo. Así que ¡A trabajar!

Una escoba aterrizó sobre la cama a los pies de Na Kyum desde la mano de aquella robusta señora. 

-- ¿Qué esperas? ¡MUÉVETE! -- Exclamó, y el jovencito saltó de inmediato de la cama.

-- ¡S-Sí, señora! -- Contestó, con los ojos abiertos totalmente y las cejas hacia arriba, sosteniendo la escoba entre sus manos.

-- ¡SEÑORA TU ABUELA! Yo apenas tengo treinta años -- Le espetó, caminando hacia el exterior de la habitación. Na Kyum la observó. A ella y a la canosa cabellera que, sujeta en un chongo, adornaba su rostro repleto de arruguitas y un par de mejillas desinfladas. 

Se abstuvo de responder.

 -- ¡Sígueme pues!.¡Y llámame por mi nombre! Lee Sam Shin. 

Caminó detrás de ella, intentando seguirle el paso. Antes de cerrar la puerta miró por última vez la habitación de Ji Hoon, de quien no había rastro. El reloj digital que yacía en la humilde mesita de café marcaba las 6:45 de la mañana. ¿No había dicho la madame que se levantaría a las siete? Seguramente fue cosa de la mujer a la que ahora seguía por un corredor a pasos agigantados. 

Ella, muy apesar de su tamaño, más bien pequeño, daba unas zancadas que incluso él con su metro setenta y cuatro centímetros de altura, no podía imitar. Parecía que tuviese mucha prisa por acabar sus tareas, lo cual era absurdo dado que lo había despertado antes de la hora que la madame había indicado. Pero no se podía quejar. 

Na Kyum fue guiado a lo largo y ancho de aquella casona. Era más grande de lo que pudo haber percibido la noche anterior, cuando Ji hoon lo llevó a pedir el favor de Madame Xao Hua. 

Un cuarto de lavado, una terraza, escalones para subir y escalones para bajar (la mujer hizo énfasis en aquello, por alguna razón) cuatro pisos que contenían absolutamente todo. Parecía más un hotel que un burdel. No tenía la apariencia descuidada y de mala muerte de aquellos lugares que en ocasiones había visto por fuera. Era más... sobrio. Casi podrían pasar desapercibidos y él no se habría imaginado que estaba en un burdel si no lo hubiese sabido de antemano. Algunos lugares en la casona parecían incluso de buen gusto. Quién hubiera pensado que en la ciudad había un sitio así. 

Cuando se dirigían a la cocina se encontraron con un par de omegas que saludaron alegremente a la mujer. Llevaban un conjunto de pijama o ropa deportiva. A él lo examinaron sin preocuparse con ser discretos.

-- También es omega, ¿Será nuevo? -- Escuchó susurrar a uno de ellos

Sus risitas se colaron por sus oídos. 

La cocina y el comedor eran absolutamente ridículos en comparación con el resto de la casa. Un cuartito de cuatro por cuatro apretujaba una estufa, un horno, un refrigerador y una pequeña isla en su interior, mientras que el comedor simplemente consistía en una mesa rodeada de cuatro sillas de madera. Alejadas del resto de la casa y casi escondidas en la oscuridad. 

PINTOR NOCTURNO OMEGAVERSE FICTION - Todas mis batallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora