Capítulo 12

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El cuerpo de Kageyama se sentía pesado, cada movimiento dolía como si estuvieran en el mismísimo infierno.

Sus alas se sentían más pesadas de lo normal y su cabeza parecía que iba a explotar en cualquier momento.

Arabella había curado sus heridas la noche anterior. La pasta de glicinas había ayudado mucho a curar los golpes y disminuir, en cierta parte, el dolor que ahora arrasaba su cuerpo sin alguna compasión.

Tobio aún no se acostumbraba a las funciones de circo en las que era expuesto a esa enorme cantidad de gente. Cada día que pasaba la multitud crecía y crecía a tal punto de no poder entrar en la carpa en su totalidad, siendo aún más incómodo y abrumador para el ojiazul; pero finalmente, después de tres meses, había elaborado un plan para poder escapar de ese lugar del infierno.

Había visto todos los movimientos de los humanos de manera minuciosa, había comprobado los horarios que estos tenían día y noche, incluso había aprendido a calcular la hora con la posición del sol. Todo por su propia cuenta.

No había mencionado una palabra a nadie. Había aguantado todos los abusos de esas personas, todo para saber sus costumbres y rutinas. Lo tenía previsto todo.

Ciertamente su cuerpo estaba débil, demasiado para su gusto, pero eso también le daría un poco de ventaja sobre los humanos; ya que, gracias a su estado deplorable, no sospecharían sobre su plan.

Su plan no era el más elaborado, había trabajado con lo que tenía en sus manos, que era prácticamente nada, pero había logrado hacer algo un poco decente para él. Había cambiado su actitud los últimos meses, de una rebelde a una sumisa poco a poco, todo para despistar a los humanos y hacerles creer que habían logrado cambiar algo en él.

La luna comenzaba a salir por el horizonte mientras el sol se ocultaba, dejando que sus últimos rayos se vieran reflejados en las nubes. Kageyama moría por verlo de nuevo en libertad y poder tocar esas nubes ligeramente coloreadas por los rayos del sol.

En poco tiempo los humanos se reunirían y comenzarían la celebración por las ventas que habían obtenido esa semana. El alcohol, las risas escandalosas y los gritos eran la señal de Kageyama para que todo comenzara.

Pasaron largos minutos llenos de silencio, minutos en los que Kageyama agudizó su oído para escuchar el más mínimo movimiento que hubiera por toda la carpa.

Los pasos comenzaron a escucharse a su lado, se mantuvo firme en su posición y sin hacer ningún movimiento, no debía mostrar absolutamente nada que pudiera delatarlo en sus planes.

Las risas comenzaron a escucharse a lo lejos, y con ellas, los choques entre las botellas de vidrio se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba.

La puerta de su jaula se abrió y dejó entrar a Nakamura, quien tenía una sonrisa torcida en su rostro y un plato entre sus manos. El olor a alcohol se hacía más fuerte mientras más se acercaba al ojiazul.

─ Ten tu comida... ─ dijo el hombre arrastrando las palabras. Estaba borracho, al igual que todos los sábados por la noche.

El hombre arrojó el plato de carne cruda frente a Kageyama, quien soltó un respingo ante el sonido que hizo el objeto al tocar el suelo. En ningún momento levantó su mirada para ver al hombre frente a él, sabía que si lo hacía Nakamura creería que lo estaba retando, y su reacción sería peor con el alcohol haciendo estragos en su interior.

Justo cuando el hombre se dio vuelta para salir de la jaula Kageyama vio su oportunidad.

Levantó su mirada llena de odio y determinación para fijarse en la espalda ancha de Nakamura, que se encontraba a unos cuantos metros de su posición.

Bajo el calor de tus alas [Kagehina]Where stories live. Discover now