Capítulo 10: Diferente NO es igual a malo

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Cuando tenía once años fui arrastrado por mi madre para ver la versión en vivo de Peter Pan en el cine

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Cuando tenía once años fui arrastrado por mi madre para ver la versión en vivo de Peter Pan en el cine. Ella es muy fan de la película animada de Disney y también de los libros publicados. Yo quería verla feliz, así que acepté sin rechistar.

Al salir en escena el mítico personaje, mi atención dejó de ser solo para las palomitas y el refresco, y se centró en sus movimientos, su sonrisa, su forma de moverse y sus ojos claros.

Algo tenía el actor que impedía que me concentrara en algo más, incluso en los demás miembros del reparto o la trama en sí.

Hacía un par de meses, cuando mis amigos y yo estábamos hablando sobre amores platónicos con famosos, Archie mencionó haberse enamorado por primera vez de la actriz que interpretaba a Wendy en esa misma película. Aquello me hizo pensar en la vaga posibilidad de haber tenido una fijación igual con el Peter Pan de carne y hueso. Sin embargo, me di una bofetada mental y me obligué a decir:

—Sí, estuve viéndola toda la película. Solo por ella me entretuve con esa cosa.

Lo que pasó con Charly durante esa cita me hizo escarbar en esas memorias el porqué de mis acciones en las recientes semanas. ¿Su aparición me hacía actuar diferente o su presencia provocaba que sacara una parte de mí que desconocía?

Quería averiguarlo; no obstante, tenía miedo de encontrarme con una respuesta que no me gustara y me trajera problemas. Decidí dejar las pajas mentales de lado y enfocarme en inventar las historias de las fotografías para tener el trabajo listo. Estaba de acuerdo con mi amigo en que, si lo entregábamos antes, era posible que el profesor nos pusiera una nota extra. Aunque creo que tenía tanta ansiedad de quitarse el proyecto de encima para dejar de pensar en aquello que hicimos.

No solo nos besamos dos veces frente a ese edificio viejo, sino que estuvimos el resto del camino en tren escondiéndonos detrás de nuestros cuadernos para seguir haciéndolo. Nos besamos tantas veces que incluso perdí la cuenta, y creo que también la cabeza.

Cogí el bolígrafo y escribí: «El edificio de la primera foto corresponde a una vivienda victoriana que presenció... cómo me volví gay».

Tomé una bocanada de aire. Después arranqué la hoja de mi cuaderno y la rompí en mil pedacitos. Pero no podía tirarla a la basura sin más, porque mamá podría ver lo que decía y estaría en graves líos; así que junté los pedazos que quedaron, me levanté de mi escritorio y me dirigí al bote de basura. Mientras tanto, mi teléfono comenzó a vibrar. No me apetecía responder, pero tampoco podría regresar como si nada a hacer la tarea sin que por la mente me surcasen pensamientos raros.

Quien me llamaba era Ashley, cosa que me extrañó. Ella prefería los mensajes de texto. Decía que no les hallaba sentido a las llamadas si con un escrito todo quedaba más rápido.

—¿Estás en tu casa, Josh? —me preguntó después de que aceptara su llamada. Su tono no era juguetón o picaresco. Estaba seria, demasiado para mi gusto.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now