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Cuando Kuroo tuvo que pisar el hospital por segunda vez fue por su madre. Se sorprendió al notar tanta gente, bajo la plataforma, tomando fotos y anotando lo que decía su mamá frente al micrófono, lo que había entendido en su mente era que el plan para agrandar su hospital había funcionado y esperaba comenzar pronto con el proyecto para así lograr abarcar más pacientes. Kuroo se perdió la mitad del tiempo, eso no evitó que sonriera y mantuviera la compostura frente a las cámaras.

Se había vestido bien, con camisa y corbata, no se quitó las zapatillas, aunque desearon, él no dio su mano a torcer, estaría apoyando a su madre pero no usaría zapatos, ya era suficiente con la preparatoria.

Apenas terminó la conferencia Kuroo desapareció de la vista de su madre, sintiendo que la corbata le asfixiaba. Subió hasta la terraza, sabiendo que no era permitido el paso pero poco le importó, además el clima parecía comenzar con el invierno pronto porque estaba nublado y el viento estaba fresco, poniéndole los pelos de punta. Suspiró al notar como terminó de subir todas las escaleras y abrió la puerta que daba con la terraza, soltando el lazo de su corbata, ya aburrido de ella.

Kuroo sabía que no se permitía el paso, por eso se sorprendió de ver una espalda delgada y un cabello castaño, amarrado en una trenza, la misma bata del hospital.

—¿Nao-san? —preguntó Kuroo en voz baja, más para él que para ella. Aunque pasaron 2 semanas desde que Kuroo vio a Nao, sintió que pasó más, ella se veía diferente, parecía estar más delgada, aunque no se notaba, su piel se veía más pálida, pero podría ser por la falta de sol. Se acercó hasta ella, guardando la corbata detrás y revolviendo su cabello para dejarlo como siempre —¿Nao-san? —preguntó esta vez en voz más alta.

Lo que sucedió dejó a Kuroo tenso y se asustó. Nao se había paralizado del miedo por la voz extraña en su espalda y sus piernas cedieron cayendo al suelo, temblando levemente. Llevó una mano a su pecho por un repentino dolor y buscó calmarse.

Kuroo recordó vagamente lo que había leído en esa página; cataplejía. Se acercó hasta ella corriendo y con sumo cuidado se puso a su lado para ayudarle a levantarse, cuando bajara los temblores. Nao respiraba hondo, buscando control y cuando por fin sintió que dejaba de temblar miró a Kuroo para sonreírle débilmente, casi sin energía. Él la levantó y no la soltó, aunque ella estuviera sobre sus pies.

—¿Estás bien? —preguntó Kuroo, buscando encontrar algún indicio de dolor o temblor.

Nao asintió lentamente, sonriendo todavía, agarrando a Kuroo fuertemente del brazo para no caerse, sentía que sus piernas se doblarían apenar se alejara.

—Me asustaste —dijo, aunque era obvio.

—Lo siento.

«... Conduce a temblores y pérdida de fuerza por emociones como la ira, alegría, pena o miedo en exceso» recordó lo que había leído y temió que ese susto, como lo llamó ella, en realidad hubiera sido un ataque. A su mente vino lo relacionado con el corazón: «Arritmias y dolor de pecho» y Kuroo, sin ser cauteloso, tomó la muñeca de Nao y con sus dedos tomó el pulso.

—¿Q-qué haces? —quiso saber Nao, sintiéndose nerviosa por la cercanía del chico.

—Tomo tu pulso —respondió. Kuroo suspiró aliviado al notar como éste se estabilizaba al normal —. Ya estás bien.

Nao sabía que si no estuviera tan cansada su pulso sería una locura al tener a Kuroo tan cerca. Ella se fijó en su nariz puntiaguda, en sus labios delgados, en sus ojos dorados, uno oculto por el flequillo desordenado de su cabello oscuro, la altura del chico solo lograba que se viera más estilizado. Usaba un traje, al parecer estuvo presente en la conferencia que se celebraba en la primera planta.

Breath [Kuroo Tetsuro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora