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Jualina se dio la vuelta cuando Valentina Carvajal entró en el local, básicamente porque todos los que estaban en el lujoso restaurante hicieron lo mismo. El corazón le dio un brinco. A través de la multitud divisó a una mujer alta, vestida con un traje a medida de corte impecable, quitándose el abrigo y descubriendo un cuerpo esbelto. Reconoció a Carvajal de inmediato. Su mirada se detuvo en el elegante abrigo negro que ahora llevaba colgado del brazo. De pronto le asaltó una idea: el abrigo le quedaba bien, pero había algo extraño en el traje. Le habrían sentado mejor unos vaqueros, ¿no? Aquello no tenía ni pies ni cabeza. Para empezar, el traje le quedaba genial, además, según un artículo que había leído no hacía mucho, ella era la responsable casi única de los buenos tiempos que se respiraban en Fioravanti la sastrería más elegante de todo Italia. ¿Qué otra cosa podía vestir una mujer de negocios descendiente de una rama menor de la monarquía británica?

Uno de sus acompañantes se ofreció para cogerle el abrigo, pero ella negó con la cabeza una sola vez.

Al parecer, la intención de la enigmática señora Carvajal era hacer una breve aparición en el cóctel que ella misma ofrecía en honor a Juliana.

—Ahí está la señora Valentina. Estará encantada de conocerte. Adora tu trabajo —dijo Viviana Serna.

Juliana percibió un leve atisbo de orgullo en su voz, como si Valentina Carvajal fuera su amante en lugar de su jefa.

—Parece que tiene cosas mucho más importantes que hacer que conocerme —dijo Juliana sonriendo. Tomó un trago de su agua con gas y observó a Valentina mientras esta hablaba con sequedad por el móvil, escoltada por dos hombres y con el abrigo todavía colgando del brazo, lista para una rápida huida.

La súbita inclinación de su boca le indicaba que estaba molesta. Por alguna extraña razón, Juliana se sintió más relajada al descubrir que Valentina Carvajal también experimentaba reacciones humanas. No se lo había contado a sus compañeros de piso (era conocida por su actitud valiente y despreocupada ante la vida), pero conocer a aquella mujer la ponía extrañamente nerviosa.

Los presentes retomaron sus conversaciones, pero la llegada de Valentina había amplificado de algún modo el nivel de energía en la estancia. No dejaba de ser curioso que una mujer peculiar y sofisticada como aquella se hubiera convertido en un icono para toda una generación de adictos a la tecnología. Aparentaba unos cuarenta años. Juliana leyó que Carvajal había ganado su primer millón hacía años gracias a su empresa de redes sociales; un buen día la sacó a la venta, ganó trece millones más y a continuación fundó otro negocio igualmente exitoso de venta por internet.

Todo lo que tocaba se convertía en oro, o eso parecía. ¿Por qué? Porque era Valentina Carvajal. Así de sencillo. Podía hacer lo que le viniera en gana. Al pensarlo, los labios de Juliana se curvaron formando una sonrisa. De algún modo eso le convertía en una tipa arrogante y desagradable. Sí, de acuerdo, era su mecenas, pero como todos los artistas a lo largo de la historia, Juliana no podía evitar sentir una dosis considerable de desconfianza hacia la mujer que se encargaba de poner el dinero sobre la mesa. Por desgracia, cualquier artista que se muriera de hambre necesitaba a una Valentina en su vida.

—Iré a avisarle de que estás aquí. Ya te he dicho que le impresionó tu cuadro. Lo escogió en vez de los otros dos finalistas sin pensárselo un segundo —dijo Viviana, refiriéndose a la competición que Juliana había ganado recientemente.

El ganador recibiría el prestigioso encargo de crear la pieza central del vestíbulo para el nuevo rascacielos de Carvajal, que era precisamente donde se encontraban. La recepción en honor a Juliana se celebraba en un restaurante llamado Vulio, un local moderno y caro situado en el edificio, y lo que era más importante para ella: recibiría cien mil dólares por su trabajo que le vendrían de perlas para dejar atrás las estrecheces de una estudiante de bellas artes cualquiera.

Mine complètement - Juliantina TERMINADAWhere stories live. Discover now