Para Jazmín su vida se resume a su trabajo como policía. No es un trabajo cualquiera sino que es un agente encubierto y la adrenalina que corre por sus venas es algo que ella adora. Todo cambia en su monótona vida cuando se le encarga un nuevo caso: proteger al hijo de un empresario. Pensó que sería un caso como cualquier otro, como por ejemplo, estar al cuidado de un niño. Se llevará una gran sorpresa al encontrarse a Benjamín que no tiene el cuerpo de un niño pero que tiene la mente de uno. Él hará perder sus nervios con sus provocativos comentarios y la exasperará al ser un imán para los desastres. Tiene que estar al pendiente de él a cada momento y su padre no tuvo mejor idea que hacerse pasar por su secretaria personal para no levantar sospechas. La sola idea de ser su secretaria le desagrada. Para no llamar la atención innecesaria de los hombres decidirá vestir trajes holgados y enmascarar su rostro con maquillaje dando una apariencia demacrada. Lo que no tuvo en cuenta a la hora de aceptar el caso, es que sentiría curiosidad por él y el miedo la embargará al percibir que aquella curiosidad pueda convertirse en atracción. Todo su mundo colapsará cuando entre en escena alguien de su pasado que viene para atormentarla y hará que todo lo que tuvo enterrado salga a flote, reviviendo cosas que hubiera preferido olvidar.