-Era perderme o perderlo a él-. Justamente tres años después de la muerte de mi padre, me encontraba cara a cara con su asesino. Él me miraba y apuntaba con su arma al mismo tiempo que yo hacía lo mismo hacia su persona. -Por favor.-suplicó -Bajemos las armas y hablemos tranquilamente. -sugirió y me miró directo a los ojos. Sus ojos, esos hermosos ojos color gris, que tanto tiempo los vi observarme con amor. Con tanto amor, que lo creí verdadero. Sin embargo, fue pura mentira, como lo es la persona que tengo frente a mí. -Alguien a quién pensé que podría ser el amor de mi vida-. -Te platiqué los planes que tenía para el asesino de mi padre. -susurré por lo bajo, mientras quitaba el seguro de mi arma -Matarla como ella lo hizo con él, sin remordimiento alguno. -los miré a los ojos. Con el corazón en la mano, la respiración entrecortada, mis manos sudando y las primeras lágrimas amenazando con caer, apreté el gatillo de mi arma. Sin miedo a nada, disparé y observé caer el cuerpo del hombre a quién en su momento le había jurado amor eterno. Quién apareció de la nada, en medio del velorio de mi padre y a quién si temor le entregué mi cuerpo y alma. Sin miedo, y sin mirar atrás di media vuelta y emprendí camino a la salida. Sin saber si estaba vivo o muerto, dejaba a su suerte a mi gran amor.