COLMANDO EL VASO

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Después de aquel día, entre la emoción que me embargó el ser testigo en la Asamblea General de Naciones Unidas, de los resultados que la evolución de Carter como presidente y la cantidad impresionante de trabajo que teníamos, todos los problemas que acarreábamos −o que más bien yo acarreaba en el más absoluto secreto−, parecieron disiparse e increíblemente, logré dejar de pensar en ellos.

Faltaría a la verdad si dijera que había olvidado el asunto de Stacy -sobre todo porque me la topaba todos los malditos días- y mucho más, si dijera lo mismo de la falta de confianza que mi novio parecía padecer compulsivamente cuando se trataba de ser honesto conmigo, pero enfocarse en el trabajo era imperativo y la presencia de la "señorita" Arthur, era irremediable.

Ahora, respecto a Carter en la ONU, si me lo preguntan y a riesgo de no ser objetiva, debo admitir que la intervención había sido brillante. El discurso fue fresco, prudentemente gracioso y rebosante de la cantidad justa del conocimiento que muchas veces antes le critiqué no tener. Lo había visto en primera fila y estoy segura de que mis ojos reflejaban todo el orgullo que sentí al verlo tan empoderado de su rol y tan seguro de sí mismo y sus capacidades. Ciertamente aún quedaba trabajo por hacer con eso de convertirlo en el mejor presidente de la historia de Estados Unidos, pero entre el Carter McKellen que conocí cuando asumió su cargo y el Carter McKellen que había conquistado a la audiencia en el salón de la Asamblea General de las Naciones Unidas, pocos días después de su cumpleaños número treinta y dos, no había un mar de diferencia, sino los cinco océanos del planeta.

Con la tranquilidad que me brindaba el enorme progreso, le hice frente al calendario y a los inevitables acontecimientos que estaban programados, empezando por la noche de brujas, que fue todo un ir y venir de decoraciones, disfraces, dulces y travesuras.

Definitivamente era una de las épocas más entretenidas del año, pero disfrutarla a gusto fue imposible para mí. Había tanto, pero tanto por hacer, que, si bien es cierto, hice acto de presencia en la entrega de caramelos a los niños que visitaron la Casa Blanca, mi mente en todo momento estuvo trabajando en el asunto de los veteranos, en el día de acción de gracias y en la navidad.

Había mucho por hacer y poco tiempo para concretarlo.

El día después de Halloween, a primera hora de la mañana mi despacho se transformó en una sala de reuniones en la que Charlie, Rossie -que cada día pasaban más tiempo en mi oficina que en el Despacho Oval, donde realmente debían estar-, Robert, Kat, Kim, Shawn y yo, acomodados donde podíamos, nos pusimos manos a la obra y coordinamos la locura que estaba por venir.

―Vamos primero por lo del VA ―ordené abriendo el archivo correspondiente y todos, con libreta en mano, comenzaron a tomar nota, incluso Kim y Shawn, que, no obstante, sus trabajos eran más "operativos", toda la coordinación de ellos dependía de la nuestra― Kat, ¿ya agendaste junta con el sargento Rutherford?

―Sí, ya. Viene mañana y nos acompañará a la visita de otro de los centros médicos.

―Estupendo. ¿Está todo listo para esa visita, Shawn?

―Sí, señora. Todo listo.

―Bien. Yo ya tengo el discurso casi listo, pero necesito coordinar con presidencia el itinerario del día del veterano. ¿Cómo va a ser eso, Rossie?

―Carter tiene agendada la visita al cementerio de Arlington a las diez de la mañana y luego de la ceremonia, tiene una entrevista en Seattle.

― ¿Una entrevista? ―Arqueé una ceja y la miré intrigada al no saber cómo se suponía que el presidente estuviese en una entrevista en Seattle y al mismo tiempo pudiera presentarse en el centro médico de veteranos en Washington para acompañarme en mi discurso― Se suponía que iba a estar presente en la presentación de mi proyecto.

MRS. PRESIDENT - Trilogía Cómplices III [EN CURSO]Where stories live. Discover now