Capítulo 1: Orígenes.

174 5 3
                                    


Norman Osborn plasmaba una mirada penosa y casi en un punto de ruptura. El experimento 0256 parecía ser la única importancia a la que daba dentro de todo el laboratorio. Las múltiples maquinarias componentes se deslizaban en un brilloso verde y anaranjado que hacían del lugar un espectáculo de colores. Mientras fijaba su vista entre las miles de pautas que exigían el configurar los cambios asintomáticos. Cualquiera esperaría que se tratase de una persona; pero, en casos en los que lo debía de cerciorarse un cumplimento legal, la gran araña se cernía al campo de mantención y despedida por una verdosa capa deslizante que la analizaba en un reflector. Que trataba con un guante, mientras la araña se quedaba ahí, aparatosamente en su mano.

—¿Es aficionado a la mitología griega, Justin? —inquirió, casi deshaciendo de sus pensamientos al hombre rubio que se encontraba a su lado, curioso.

 
—No demasiado, señor.

 
—¿Conoce el mito de Aracne? Se cuenta que Atenea —¿Conoce a Atenea, verdad?— había oído decir que había una mujer en la Tierra, una mera mortal, como usted y yo, que era mejor tejedora que ella. 

Su mirada únicamente atendía al de la gran araña que se posaba cálidamente en su brazo, observándolo casi como una mascota. Era tan grande como su mano.

 
—¿Tejedora?

 
—A Atenea no le gustó demasiado oír eso y bajó a la Tierra y destruyó las creaciones de la mujer.

—Típico de las mujeres —respondió.

—Cuando esta muchacha mortal vio lo que había pasado, que había insultado a los dioses y la obra de su vida se había destruido, se ahorcó —su mirada frunció un poco de su ceño, mientras una gran «00» se veía coloreado en la espalda de la araña. Continuando su relato—... lo que quedó de ella se convirtió en su cuerpo, con el cual teje y sigue tejiendo su red.

—¿Señor Osborn? —preguntó Justin, casi pensando que el hombre se había perdido en sus pensamientos tan pronto como le había mandado a llamar.

—Ante las palabras de Atenea, Aracne se encogió y ennegrecido. Primero se le cayeron la nariz y las orejas, y luego sus dedos se convirtieron en patas... Atenea se apiadó de la pobrecillo, y la tocó en la frente con un líquido mágico y dijo: "No morirás, Aracne, sino que serás transformada y tendrás tu red eternamente." —Norman, seguido de eso, empezó a acariciar la cabeza de la araña, mientras la pequeña tan solo miraba, casi pareciendo como si se encontrara en duda. En duda de pensar qué estaba haciendo. Hasta que una voz femenina le hizo volver a la realidad; y, con un airada aura.

—Señor Osborn, su abogado por el móvil. Dice que es importante. —Llamó una de las muchas secretarias que mantenía el lugar.

Ciertamente, Norman era un hombre refinado; pero, siempre que se le terminaba sacando y atajando entre sus pensamientos, nunca era capaz de poner la mejor cara en absoluto. Se había olvidado por un momento que Justin y él se encontraban inspeccionando los prototipos de genética avanzada. En su propio laboratorio, al mando de muchos otros científicos que practicaban lo mismo. Otros conversaban, otros tenían a mano múltiples maquinarias de inspección, computadoras avanzadas.

—¿Importante para quién? —atajó, tomando rápidamente su llamada, y su rostro rápidamente se coloró de furia, dejando en manos de Justin a la araña. Quien, rápidamente, la puso en un tubo. Casi parecía crispado y asqueado por agarrarla. Norman le dejó en ese lugar, mientras todavía hablaba por llamada —¡Te voy a decir lo que este invento nuevo significará para la economía del país! Sí... sí. Te dije que no quiero que me molesten en el laboratorio. Dile que no hay nada que negociar. ¿Qué? No. He dicho que no. ¡No! Ahora me has fastidiado, te voy a fastidiar a ti... mientras todos tengamos claro quién manda aquí, todo irá muy, muy bien.

Ultimate Spider-Man.Where stories live. Discover now