Capítulo 10: Lo peor de todo.

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Vale, así que había tardado siglo, pero por fin había comprendido lo que es ese cosquilleo en la nuca. Sentía el cosquilleo de vez en cuando desde que le picó aquella araña que le convirtió en el superhéroe más lindo de la zona de Manhattan. Pero hasta ahora no había sumado dos y dos. Nota mental. El cosquilleo significa que algo malo iba a pasar. El cosquilleo significa problemas.

Y, por supuesto, el cosquilleo se producía… ahora… mismo.

—¿Puedo ayudarte…? —dijo la voz detrás suya, como si hubiera comido cinco pechugas.

—Gracias, puedo ocuparme yo so-… ¡Ay!

Era ese tocino. Y no tardó responder con un golpe, pero sintió como si hubiera tocado hierro. Y Kingpin le agarró de sus brazos, de nuevo, después de tanto tiempo, se sentía frágil ante alguien.

—Jefe, ¿quiere que…? —dijo una de las voces de fondo, habiendo abierto la puerta.

—No, es cosa mía.

Sentía el dolor desgarrar sus muñecas. Solo podía jadear del dolor y gritar.

—¿Quién te envía…? —preguntó Fisk, preguntó con un tono más fastidiado.

—¡Aaah! ¿En qué sentido?

—¿Qué? —cuestionó, entredientes.

—Aaaah… ¿te refieres quién me envía en el sentido cósmico de la palabra o…?

Carajo, era su boca hablando. Mierda. Había aplastado su lanzarredes.

—¿Quién te envía? —volvió a preguntar.

—Oh… eeeh… Carson Daly.

—No lo conozco.

Saltó hacia atrás, zafándose del agarre, sin antes haber sentido una fuerza tan descomunal en alguien. Dando una voltereta y pateando su cara, que igual se sentía realmente dura. Y dando un salto hacia atrás, retrocediendo.

—Claro que no. ¿Quieres saber por qué? Porque no inventó una línea de pasteles precocinados. Si no, seguro que lo sabría todo sobre el pedazo del buen gordo gordinflas.
Kingpin miró de soslayo a uno de los tres hombres.

—Elektra, ocúpate de esto. Tengo invitados.

—Electro. “Tro". Jefe, te dije que me llamen Electro. Como en electrocutar a este idiota —dijo el que estaba más detrás, y ahora que veía mejor, era un hombre calvo. Con una especie de traje aislante y de goma, que terminaba en un rayo en su pecho.

—“¿Electro?” —preguntó Spider-Man, aún confuso.

Kingpin hizo una mueca, mirando a Electro.

—Por favor, enciéndete y acaba con esto —dijo Kingpin, de una manera alarmantemente trivial.
Otra vez ese cosquilleo alarmando en su cabeza…

—“¿Enciéndete?”

Creyó escuchar cómo algo “se abría” detrás, como si hubieran activado una palanca muy, muy pequeña por la poca sonoridad, el hombre literalmente se encendió, su cabeza sus ojos brillaron en un amarillo junto a una electricidad que le rodeó levemente, como si su misma cabeza fuera la de una batería humana, mientras sonreía con sadismo que le puso la piel de gallina. Ambos hombres de traje se asustaron por las chispas que casi les alcanzaron, cubriéndose. Y el hombre disparó un rayo disparado y cargado directamente desde su mano derecha y Spider-Man saltó, la electricidad siguió su trayecto e impactó contra la misma ventana en la que entró.

—¡DIOS! No te ofendas, pero mi médico dice que los fritos ni mirar… ¡Ay!
Saltó hacia la pared, pues parte de la electricidad y el voltaje casi llegaba a sus partes. Electro se reía desquiciadamente, como un niño correteando e intentando atrapar a una abeja. Disparó desde sus dedos dos rayos cargados, y comenzó una turbia batalla en la que él estaba saltando desde cada rincón de la habitación para evitar ser freído.

—¡Eh! ¡Por lo menos podías dejarme terminar mis estúpidas bromas antes de matarme!

—Electro… por favor, ¿podemos? —preguntó con falsa cortesía—. Estamos en mi despecho.

—Perdón jefe. El idiota es resbaladizo…

Electro cargó otro rayo hacia un lado y la araña se vio obligada a salir del edificio saltando hacia atrás, al mismo tiempo, intentando llegar al saliente con urgencia pegándose con su pie.

—¡Oye! Puedes electrocutarme lo que quieras… pero nadie, y digo nadie… ¡¡AAAAAGHHH!!

Electro había disparado con una mano su rayo, que le impactó de lleno al suelo, apenas y fue lo suficientemente rápido. Quizá se había confiado demasiado o ese cosquilleo no le permitió concentrarse. Dejando humareda al impactar directamente contra su pecho, cayendo hacia un lado en el suelo. El cuarto, sin embargo, había dejado una parte en escombros prendiendo fuego.

Electro se “apagó", sobando sus manos como si hubiera sacado basura.

—Lo siento por el cuarto, jefe. No es una ciencia exacta… ¿qué hacemos con este?

—Quítenle la máscara…

Cuando escuchó eso, quiso sentir cómo todas sus funciones despertaran, intentando reincorporarse, su cuerpo no respondía. Sus brazos no eran suyos. Estaban quitándole la máscara. Sintió eso, y cuando finalmente sentía cómo parte de su flequillo volvió a caer a sus costados, saltó hacia atrás sin mirar, quedando hacia un lado e intentando moverse, pateando a los dos hombres en traje que le desenmascararon, pero sintió cómo algo le tumbó terminándole por caer hacia atrás hasta la ventana sintiendo cómo toda la presión cayó en su cabeza, sin realmente entender.

—Hum… iba a decir que le tiraran por donde vino, pero veo que ya lo hizo. Dile a Big Man que su presencia es requerida —dijo Kingpin, sin darle demasiada importancia —dijo, tomando la máscara que se quedó en el camino de ambos hombres que se levantaron, adoloridos.

—¿Algo más, jefe? —preguntó Electro, dejando ver su cara normal, una cicatrizada.

—Sí, busquen a ese Carson Daly y destrúyanlo.

—Sí, señor —respondió con una sonrisa.

Peter quiso gritar, gritar e intentar entender la situación. Estaba cayendo al vacío y se estampó contra parte de la construcción de la pared, al punto de que por un segundo se pegó y se volvió a despegar del vidrio donde se veía a la fiesta. Lo último que sintió fue un fuerte golpe contra una azotea. Y al volver a casa… diablos, Parker.

Querido Peter Parker. Das pena. Sinceramente, Peter Parker. Mientras caminaba adolorido hacia su casa, recapitulaba, ¿sí? Le habían molido a golpes, electrocutado, le habían roto sus lanzarredes y le habían quitado la máscara y le tiraron de la ventana de un rascacielos. Y solo estuvo dentro treinta segundos. ¡Dios! ¡Le electrocutaron y le tiraron de un rascacielos! Oh, Dios mío, ¡qué idiota era! Allí no pintaba nada. Nada. No tenía ni idea de a quién se enfrentaba. Ni idea de lo que podían hacer. Y debería haberlo sabido después de aquellos ejecutores, pensó en camino a su casa, completamente destruido y recurrido a buscar algo en sus bolsillos, cabizbajo. No, se tenía que haber subido allí y volver a hacerlo. Dios, le habían quitado la máscara. Eso tenía que ser lo peor que podía pasarle a un superhéroe. Le dolía todo el cuerpo. Por lo menos no había clase mañana. ¿Con cuánta carga le dio ese loco calvo? ¿Y sus poderes le salvaron de morir electrocutado o es que el voltaje no era tan fuerte como parecía? ¡¿Voltaje?! ¡Dios, alguien intentó electrocutarle! ¡¿Un tipo con poderes eléctricos?! ¡¿De dónde se sacan poderes eléctricos?! ¡Aaah! Estaba tan furioso consigo mismo que podría chillar.
Solo pudo entrar a casa y saludar a su tía.

—Hola, tía May…

Pero ella no contestó. Se quedó viendo la tele. Muda. En una bata.

—Aaah… ¿estás enojada conmigo?
Ella bajó la mirada.

—¿Qué pasa?

—Yo… ¿te agrado, Peter?

Eso le preocupó, más de lo necesario. La había dejado estar mucho, por lo que se arrodilló y la tomó de la mano, se sentía caliente, sentía su calor pasar en su mano, y ella parecía tener una mirada triste.

—¿Que si me agradas? Por supuesto. ¿Por qué me haces esa pregunta?

—No como tía ni como persona emparentada… —recalcó ella—… solo como persona. ¿Te agrado como persona?

—Pues claro…

—Bueno, es que nunca estás aquí. Obviamente, prefieres estar en otros sitios. Tienes otras preocupaciones.

—Sí, pero los dos estamos ocupados —dijo en tono dubitativo—. ¿Verdad? Tú tienes que trabajar y la… pensaba que…

—Quiero decir que la vida nos ha juntado en esta casa.

—¿Qué?

Y su tono pasó a uno más dolido, como si su garganta se quebrara, a lo que ella habló tras unos minutos, y empezó a llorar mientras lo hacía:

—Puedes decirlo, Peter. Somos los únicos que quedamos. Esta… esta no es la vida que elegimos ninguno. No es la vida que imaginamos ninguno. Es solo con la vida con la que nos encontramos.

—Pero… te quiero... tía May —musitó, con sorpresa y melancolía. Y verdad…
Ella se enjuagó las lágrimas, y Peter procedió a darle un abrazo, que ella correspondió inmediatamente.

—Lo extraño mucho, Peter…

Sábado por la mañana. Amaneció y despertó con un dolor en la muñeca, quejándose. Oh, sí, daba pena. Casi lo olvidaba por un segundo. Su celular empezó a sonar y contestó:

—Ey… —dijo la voz de la llamada, femenina.

—Eh… ¿Mary?

—Ah… ¿quién si no?

—Oh, eh…

—¿Qué pasa?

—Yo… ah… no me siento muy bien —dijo, con la voz reseca.

—¿Cómo que no? —preguntó preocupada.

—Yo.. ay… ah… ¿podemos dejar lo de esta noche?

—¿Lo dices en serio? —preguntó ella apresuradamente. Su tono era claramente de decepción. Incluso pudo admitir que el hilo de su voz parecía como el de querer arrojar algo.
Se agarró el cuello, en tic, bastante inconforme con su propia excusa.

—Es que no me siento nada bien.

—¿Qué te pasa? Tú… ¿ni siquiera quieres ver desde alguna aplicación?

—Quiero. Pero, ¿podemos hacerlo otra noche?

Fue algo estúpido eso, admitía, pero ni siquiera tenía las ganas suficientes.

—Sí… bien… chau —respondió desde la llamada. No pudo evitar escucharlo. O imaginarlo; pero, pareciera como si ella hubiese sollozado o estuviera a punto de querer llorar. No podía evitarlo. Hoy no sería buena compañía. Tenía que curarse. Oh, sí, y tenía que hacerse una nueva máscara como sea.

En una gala, hecha por el propio Fisk, todavía poseía la máscara y se la enseñó a los ejecutores, quienes hacía mucho tiempo no venían a ninguna fiesta. Especialmente, Dan, quien apenas y fue capaz de comprar ropa decente. Y Montana vestía su sombrero junto a un saco verde. Electro se unió a ellos, sin dejar su ropa negra que era capaz de contener su luz junto al aparato de su cuello.

—Este caballero vino a visitarme anoche —les informó a ellos.

—¿Qué te parece? —dijo Big Man, portando su cigarro grande donde iba—. ¿Por qué crees que están saliendo esos tipos disfrazados por todas partes? ¿Es otro de rojo? Dan cree que es una moda, ¿cómo le dicen los chicos? Como el bailar break.

—Sea lo que sea, este entró en mi despacho y se peleó conmigo. Casi me estropea la fiesta.

—¿”Casi te estropea la fiesta”? —preguntó, talante —. ¿Te has oído? Hablas como esa pedorra de Martha Stewart.

Claramente, eso le hizo enojar. Qué diablos pretendía el fumador compulsivo. Todos quedaron en silencio.

—Me da la impresión de que te has puesto por encima de todos los bandidos corrientes. Me extraña que te dignes a hablar con nosotros. Dicen que ya no te rebajas a ensuciarte las manos.

De entre un ceño fruncido a una mirada satisfecha, Kingpin se ajustó su traje de gala negro, acercándose frente al hombro. Le sacaba tres cabezas a todos y a Dan una cabeza.

—¡Aaah! ¡Por fin plantas cara! Me preguntaba si tendrías gallas para hacerlo. Montana, Buey, ¿serían tan amables de sujetar a su subjefe para mí, por favor?

Eso no pudo verlo venir. Y Dan se miró con Montana, claramente vacilantes a esa repentina propuesta. A lo que Kingpin agregó:

—Es hora de que decidan vuestro bando —dijo con una alegre sonrisa.
—Vamos, jefe, entiéndelo… —suplicó Dan, el más devoto.

—No… —se negó con la cabeza Big Man, quedando arrodillado frente al gordo hombre que ahora se veía mucho más cínico, figurando ese lado más siniestro. De pasar una burla a eso…

—Tienes razón —indicó Kingpin—. Tengo una serie de reglas estrictas sobre ensuciarme las manos con las sordideces del día a día. Es cierto.

—¡No! ¡¿Así es como va a ser?! ¡¿Así es como va a ser?! Escúchame, Fisk —dijo apresuradamente—. Escúchame, te estaba ofreciendo u-u-u-u-un… ¿qué estás haciendo?

Este le sacó su sombrero. Y a cambio, le puso la máscara de Spider-Man.

—¡¿Qué… qué estás haciendo?! ¿Qué estás…? Vamos, Fisk, esto no es lo que yo…

Su cara reflejaba ahora con aquella máscara la cara de Fisk, quien sonreía talante. Este levantó las cejas en indicación y repudio, pero a la vez que una monótona voz alegre y cínica.

—Solo me ensucio las manos cuando de verdad quiero hacerlo en persona.

—No… ¡¡ARGGHH!! ¡¡AAARGH!! ¡¡AAAAARGH!! ¡¡DIOS!! ¡¡AAAAAAARGH!!

Kingpin procedió a aplastar su cabeza con una de sus manos. Sin fondo, un abismo, y en esa agonía, todos miraron con sorpresa y angustia, otros con recelo o visible repulsión. Resonaba el eco de sus gritos. Por siempre, mientras esa imagen, mientras sus gritos se ahogaban con su sangre. Mientras su cráneo roto asentaba su fluido inteligente, era lo único en lo que Fisk podía pensar. Iba de a poco, hasta escuchar crujir cada uno de sus huesos, hasta que cada pedazo intracraneal colapsara solamente con todo su cerebro hasta deformarlo con sus dedos, quedando una plasta sangrienta.

Domingo por la mañana. La tele empezó a sonar. Dando un minuto y le daba a todo mundo. En esa portada. El presunto delincuente Frederick Foswell, más conocido en los círculos del crimen organizado como Big Man, fue hallado muerto y flotando en el Río East. La reportera empezó a hablar:

—… y llevando una máscara del hombre al que la prensa se refiere como Spider-Man. ¿El cuerpo fue arrojado al rio desde otro lugar? ¿Y qué significa la máscara? Estas son las preguntas que se hacen las fuerzas del orden de esta mañana. Dado que el FBI informó de un encuentro entre esta persona conocida como Spider-Man y el difunto Big Man el pasado miércoles… hay que preguntarse qué significa ese giro de los acontecimientos. —Esta, a continuación se acercó a un agente que estaba desviando su mirada y de brazos cruzados—. Agente, ¿Spider-Man es sospechoso de este asesinato?

—Si el forense lo declara homicidio, no hacía falta decir quién será el mayor sospechoso en la corta lista de sospechosos, sí.

—¿Entonces va…?

—Señorita, todavía es demasiado pronto para decir nada, disculpe —declaró.

—Aquí se lo hemos contado, el cadáver de una figura criminal apareció con una máscara de Spider-Man. La investigación policial está en marcha. Permanezcan en sintonía.

No, se equivocaba. Que le quitaran la máscara no era lo peor que pudiera pasarle a un superhéroe, pensó Peter mientras desayunaba. ¡Eso! Eso era lo peor que pudiera pasarle a un superhéroe.

Lunes por la mañana. Al asistir al colegio, estaba con todas esas ideas en la cabeza, pero por lo menos ninguno de esos golpes dolían desde el día anterior. Se sentó en su asiento y la clase comenzó. La maestra entró y esta empezó su clase:

—Bien, hablemos de las cintas de Nixon. ¿Alguien ha leído los capítulos? ¿Alguien? Bien. Tienen suerte, porque la mayoría de esas cintas han sido hechas públicas en los últimos años. Antes solo un puñado de gente había oído toda la información. En principio, Nixon había decidido destruir las cintas, antes de que nadie supiera de ellas. Esa decisión podría haber salvado su presidencia. Pero no lo hizo. Así que abran el libro por la página 323.

Peter estaba mirando a Liz. Ella había dicho basta, basta de Spider-Man. Parece que sus palabras predecían el futuro. Solamente, pensaba que nada podría salir peor. Y además, ella se veía terriblemente mal, casi pálida.

—¿Qué sacamos de las cintas? ¿Eh? ¿Alguien? ¿Qué se oye? ¿Pueden describir lo que los hizo sentir la parte de la cinta que escucharon? ¿Alguien?

—Bueno, el tipo decía tacos —declaró Kong. Todos se echaron a reír.

—Ja. Sí, es cierto. Cálmense ahí atrás.

—Me parecía un tanto triste —dijo Francis, mirando de reojo a Peter, aunque fue en un parpadeo. Mary Jane empezó a escribir en su cuaderno, una nota que decía sobre cómo estaba. Y este contestó con que estaba bien, y que sentía lo del sábado. Y ella se rió en lo bajo.

—Cierto, cierto —dijo la profesora—. Nixon era un paranoico. No sin razón, por supuesto, tenía muchos enemigos. Pero ahí está la cuestión, ¿verdad? ¿Por qué iba a grabar todos sus pasos un hombre tan paranoico, con tantos enemigos, y que estaba involucrado en diálogos y actividades dudosos? ¿Alguien?

Esas palabras le resultaron ajenas a él. Simplemente… Kingpin y Nixon se parecían. Y eso le hizo enojarse de sobremanera. Pero es le hizo pensar su siguiente jugada, a lo que respondió, mirando hacia un lado.

—… porque se cree que es intocable.

—Sí, muy bien, Peter.

Solo era cuestión de tiempo de que alguien descubriera todo en su paranoia…

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