34 ╬ DESCALZO Y DESPEINADO ╬ viñeta

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Es extraño verlo despeinado, es una maravilla insólita que contadas personas tienen el privilegio de contemplar. Loki despeinado significa intimidad, significa que confía en ti al punto de dejar de lado toda su majestad de príncipe, sus prejuicios y sus complejos, y es sólo él. Loki. Loki a secas. Tu Loki. Descalzo y despeinado, y con una sonrisa en el rostro que poco tiene de ladina, dejando lugar a la paz y la felicidad.

—¿De qué te ríes? —susurras, riendo a tu vez.

—De ti —contesta, rodando en el césped para sostenerse en los codos y mirarte mejor—. No te das una idea de la cara de tonta que tenías hace un momento. ¿Estabas admirándome?

—En tus sueños, Loki. En tus sueños —contestas, haciéndole una mueca y contemplando el cielo. El brillante azul del mediodía te hace entrecerrar los ojos, pero ves de reojo que él te devuelve la mueca burlona.

—¿No es que las damas no tienen que tomar sol para no arruinar su piel? —pregunta sinceramente curioso, o al menos eso parece.

—Tú y yo somos la excepción a esa regla.

—¿Me estás diciendo que soy una dama?

—Tal vez sí, tal vez no. Queda a tu criterio.

Vuelve a reírse sin ninguna pizca de malicia, y se tumba en el césped de espaldas otra vez, ahora mucho más cerca de ti. La mano de él toca la tuya y tú juegas con sus dedos, aunque no pasa mucho tiempo antes de que comiencen una silenciosa batalla para ver quién logra inmovilizar la mano del otro. Él gana porque es más fuerte y más rápido y tiene una mano más grande, pero no te molesta realmente. El sudor en tu piel no parece incomodarle en absoluto, como siempre, o es muy bueno disimulando, que también podría ser. Sacas la lengua y amenazas con lamerlo sólo para reírte cuando se aleja cubriéndose la cara con los brazos y sentándose.

—Te quedó hierba pegada en la espalda —le avisas.

Podría usar su magia, pero en lugar de eso se intenta sacudir con la mano y cuando ve que no lo logra te mira en un mudo pedido de que le ayudes. Estiras el brazo y le quitas las briznas de césped de la ropa con gestos que casi son caricias, y es obvio que él se da cuenta porque sonríe sobre su hombro. Te muerdes el labio inferior para no reír y le das un suave golpe en broma, como reprimenda.

En respuesta él se gira para mirarte de frente, se cruza de piernas y tiende su mano para peinarte el flequillo con las puntas de sus dedos.

—Siempre desprolija, siempre desprolija —canturrea.

—Si te vieras a un espejo en este momento... —lo molestas, y por reflejo él lleva las manos a su cabello y lo peina hacia atrás colocándolo detrás de sus orejas. Suspiras, arrugando la nariz—. Era en broma, me gustas sin peinar.

Te sonríe y se queda mirándote, tanto que sientes como te vas sonrojando desde las mejillas hasta que te arde el rostro entero. Él no pronuncia palabra, y tú no encuentras la coherencia para hacerlo tampoco, mientras la sonrisa de él se hace cada vez más amplia y sus ojos brillan cada vez más.

Vuelves a mirar el cielo pero de reojo sabes que él te sigue contemplando. El corazón se te acelera un poco más y no sabes qué hacer con tus manos así que te pones a jugar con una brizna de césped rompiéndola cada vez en pedazos más pequeños, enfocándote en el tacto de la tierra contra tu espalda. Sientes el aroma de la hierba y del verano, pero más fuerte es el perfume a laurel que viene del dios.

—Tu madre te está buscando —dice él luego de un momento de silencio. Supones que lo sabe con su magia, porque no has escuchado que te llamase nadie.

—¿Me ayudas? —pides, aunque no haga falta porque él siempre toma la iniciativa.

Se pone de pie y se sacude los pantalones antes de agacharse de nuevo y deslizar un brazo bajo tus hombros y otro bajo tus piernas. Sientes que mueve la mano y tu silla de ruedas se esfuma en el aire.

—¿Y eso? —interrogas, levantando las cejas.

—La dejé dentro de la casa.

—¿Para qué?

Te sonríe, girando la cabeza hacia tu rostro.

—Dado que me observas tanto, supuse que mi persona te sería más cómoda que una silla, aunque sea por un momento.

Sus pies descalzos no hacen ruido sobre la hierba mientras camina hacia tu casa contigo en brazos. Escondes el rostro en el hueco entre su cuello y su hombro, tan cerca que podrías sentir su corazón latir si el silencio del ambiente fuese perfecto.

—¿Tú me quieres? —te atreves a preguntar cuando está abriendo la puerta con un gesto de sus dedos. Escuchas una ligera risa que reverbera en su garganta y te tiembla en el cuerpo.

—Algún día, Ana, te lo diré.

*  * *

Esta pequeña historia es un regalo de Navidad, o regalo por cualquier otro motivo para Blogger6Fowl / Anna-ALokiWoman

Gracias por tu amistad.

Daño mental ✵ LokiTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang