XVIII+. Protecting Cho (MiMin)

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Minnie era el tipo de persona que jamás buscaba problemas, sin embargo, su personalidad hacía que se los encontrara en automático. Conocida por su enorme cantidad de coqueteos, su forma burbujeante y protectora de ser, la convertía en un foco para los problemas.

Cho Miyeon era exactamente lo contrario: dos amigos eran demasiado decir, un ratón de biblioteca que jamás buscaría un problema y que, si llegaban a ella, ella simplemente los dejaría pasar. Además, ¿Quién creería que una chica con perfecta asistencia, calificaciones y carta de disciplina comenzaría un problema?

La mayoría de los problemas que Minnie se conseguía eran mayormente por ser una buena persona (o por estar coqueteando con las profesoras). Su primer problema en la Universidad de Música no sería la excepción.

Era una costumbre para ella caminar junto a Yuqi en los pasillos de la universidad sólo para planear lo que le tenían a Shuhua durante el siguiente fin de semana. Usualmente duraban una media hora en recorrer los pasillos mientras hablaban, después de eso, Yuqi continuaba su camino para encontrarse con Soyeon, dejándole a Minnie un poco de tiempo para vagar por los mismos. Ya habían acordado algo para ese fin de semana: Yuqi y Soyeon viajarían a una isla mientras que Minnie y Shuhua se irían de club en club en Seúl. Minnie repasaba el mapa y los lugares que visitaría con Shuhua mientras que caminaba por los amplios pasillos.

Eventualmente se encontró en donde los pasillos principales colisionaban. Se detuvo un segundo para buscar una salida, sin embargo, algo más captó su atención: unas voces amenazantes que pensaba había dejado atrás. Sus puños se cerraron al instante, su mente se encargó de seguir el camino de las voces.

–Esta vez no puedes escapar, Cho. ¿Crees que te tenemos miedo porque tu madre es la directora? Ni un poco, cariño. ¿Quién le tendría miedo a una ratita como tú?

Con cada palabra, Minnie se encendía aún más. Siguiendo las aún bajas voces, corría por los solitarios pasillos. Lista para encontrarse con quien fuera y pelear si era necesario. Gracias a que estaba cada vez más cerca, la voz de la víctima era más audible que antes.

–Jennie, basta... –pedía– ¡Jennie, basta! –comenzó a gritar. Una voz tan suave que Minnie ni siquiera estaba segura de que eso hubiese sido un grito. Su pulso se aceleró al oír los gritos de la otra chica. Sus pasos se aceleraban y finalmente dio con el objetivo.

La ventanilla de la puerta de madera estaba siendo tapada por una pequeña cortina, dejando una pequeña línea que permitía ver hacia dentro. Minnie no dudó en mirar. Lo que vio la hizo sentirse asqueada y más molesta, dándole la fuerza suficiente para entrar.

–¡Te está diciendo que la dejes! –gritó, empujando a una chica de cabello castaño oscuro.

La chica se levantó del piso inmediatamente, enfadada por lo que Minnie había hecho.

–¿Quién carajos eres tú? –preguntó, apretando los dientes.

–Kim Minnie, para servirte a ti y a las que quieras.

–Bien, Kim Minnie, tú no tienes nada qué ver en esto, así que te recomiendo que salgas por donde entraste antes de que te de lo que viniste a buscar.

Minnie soltó una risa sarcástica.

–Bien. Me iré con la chica. –sonrió, tomando la mano de la joven que estaba sentada.

–Miyeon no es asunto tuyo.

–Ahora lo es. Te vas a alejar y nos vas a dejar salir en paz, vas a volver a tu habitación y haremos como si no hubiese pasado nada. –dijo firmemente la pelirosa, ayudando a levantarse a la otra chica. La castaña la miró con desprecio, apretó un puño y se lo lanzó, rasgando la mejilla de la otra chica por accidente.

Minnie, molesta, soltó a la chica y se lanzó sobre la castaña con detalles rubios en su cabello.

–No me hagas enojar más o me encargaré de arrastrarte hasta la salida del campus si es necesario. Mantente alejada de ella. –dijo, ignorando la gota de sangre que escurría por la mejilla de Miyeon.

La castaña, confundida, se mantuvo en su sitio.

–Cho Miyeon, no te salvarás tan fácilmente. –llamó a la otra chica. Minnie volteó molesta.

–Tú te vuelves a acercar a ella y yo te parto la cara, advertida estás. –habló Minnie, tomando a Miyeon por la cintura.

Caminaron sin parar hasta llegar a la salida del edificio, tratando de perder a la castaña con la cual Minnie había firmado una sentencia. Al salir del edificio, Minnie habló.

–¿En qué dormitorio estás? Te llevaré hasta ahí, no pienso dejarte caminar sola. –dijo. Miyeon levantó su cara por primera vez, permitiéndole a Minnie ver su rostro después de todo el rato. Minnie se sorprendió.

–En los dormitorios para hijos de trabajadores. –contestó tímidamente. La pelirosa asintió, caminando a su lado.

Cuando finalmente llegaron al dormitorio de Miyeon, Minnie soltó su brazo, para asegurarse que nadie más viniera a hacerle daño a la chica, como si de un guardaespaldas se tratara. Al abrir la puerta, Miyeon dejó a la vista un enorme dormitorio, con muy pocos detalles y un montón de libros y sketches por todos lados. Miyeon volteó a verle, sonriéndole levemente.

–No tienes que quedarte. –habló, un poco nerviosa.

–Tengo que ayudarte a sanar eso. –respondió Minnie, señalando la larga línea que la rubia había hecho con su anillo. Miyeon asintió, escéptica.

Minnie abrió camino hasta el baño de la chica, donde tomó un botiquín básico para poder limpiar la herida. Miyeon estaba sentada al borde de su cama cuando volvió. Levemente, tomó los redondos lentes de la castaña y los puso a un lado para limpiar la herida. Cuando finalizó, le sonrió, pasándole de nuevo los lentes.

–¿Te molestan mucho? –preguntó en voz baja. Miyeon se encogió de hombros.

–En la biblioteca no pueden hacerme daño.

–No estarás para siempre en la biblioteca, cariño. –le respondió, haciéndola sonrojar.

–Gracias por ayudarme. –dijo Miyeon con tranquilidad. Minnie inclinó un poco la cabeza y asintió.

–No tienes nada qué agradecer. –respondió, levantándose de la cama. Miyeon la observó– No es la manera en la que quería saber tu nombre, pero me alegra saberlo y saber dónde encontrarte, Cho Miyeon.

–Miyeon –respondió. Minnie la miró confundida–. Puedes llamarme solo Miyeon.

Minnie sonrió de nuevo, de manera cálida. Era probablemente la centésima vez que sonreía para la chica, pero el estar ahí con ella le transmitía paz, ternura y felicidad.

–Puedes llamarme Minnie –dijo, sonriente. Comenzó a alejarse y continuó hablando– Vendré por ti cada mañana para que no tengas que caminar sola.

Pero Miyeon tomó su mano y la detuvo.

–No te vayas. Quédate un poco más conmigo.

Scars   (Sooshu. Adap)Where stories live. Discover now