4 |El primer problema|

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Hannah

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Hannah

Red Wine Supernova  — Chappell Roan

No me había acostado con ella, solo fueron un par de besos.

Sin embargo, nunca había pensado en la posibilidad de terminar en este tipo de situación junto a una chica. O sea, me gustaban las chicas, pero no una desconocida metiche. Y tampoco debería sentirme de este modo al respecto, era ridículo.

Aunque bueno, supongo que los nervios en una situación así eran normales, ¿no?

Aparentando estar lo más tranquila posible, le pasé su desayuno a Faith. Recordar lo que había pasado ayer me hacía temblar. La forma en la que se apoderó de mis labios, sus suaves caricias hacías mis caderas y la proposición que me había hecho, y la cual habría aceptado si no me hubiese vomitado encima, y claro, si no hubiese estado borracha.

Dios, pensar en esto no me ayudaba a seguir como si nada.

—Siento haberte dado problemas ayer, soy Faith por cierto... —Ella rompió el silencio.

—Sí, recuerdo tu nombre. —dije antes de tragar saliva ruidosamente.

"Para darme problemas mejor dame besos" Pensé sin querer. Un impulso como quien dice.

Era extraño.

Una simple chica que no conocía de nada me estaba dando sensaciones indescriptibles. Ugh, me estaba volviendo loca, eso era seguro. Sacudí mi cabeza intentando eliminar esos pensamientos sin éxito.

Tal vez se debía en mayor parte a que nunca había experimentado esto con una chica, o... je, je, je... con nadie. Nunca había estado con nadie, no de esa manera tan íntima.

—No, lo digo en serio. He pasado por una muy mala racha últimamente y arrastro a todos conmigo. —mencionó en un susurro, volviéndome a sacar de mis pecaminosos pensamientos.

Ella empezó a comer lo que le había traído y yo solo pude admirar su perfil desde la distancia. Era indiscutiblemente muy guapa. Sus ojos eran de un tono café algo claro, el cabello castaño oscuro le llegaba hasta su pequeña cintura y tenía uno de los rostros más lindos que había visto jamás.

Por un momento, solo por unos segundos, quise acariciar sus mejillas con delicadeza.

Sus labios eran de un lindo color rosa que era muy parecido al rubor natural de sus cachetes. También estaban las pecas que descansaban sobre su nariz y pómulos, y las cuales me incitaban a contarlas mientras dejaba pequeños besos en cada una de ellas.

—Sí.

Mi mente aún se encontraba en ese bar y en la forma en la que habíamos soltado todo sin tanto miedo a saber lo que diría la otra. Sabía lo que estaba pasando, y era difícil de digerir. No era buena enfrentando las consecuencias de mis acciones.

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