1 |Una desconocida en apuros|

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FaithDía 1

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Faith
Día 1

The night we met — Lord Huron

—Lo siento, Faith.

Bien, era el segundo trabajo del cual me daban de baja en todo un mes. No entendía qué estaba haciendo mal, no entendía porque estas cosas debían pasarme a mí.

Suspiré, y dejé el plato que tenía en la mano en la isla de la pequeña cocina. Había estado trabajando desde hace solo 2 semanas, ¿acaso mis jefes competían por quién me mandaría a casa más rápido?

Forcé una sonrisa y sacudí la cabeza intentando darle a entender al dueño que todo estaba bien. Siempre lo estaba, ¿cierto? Además yo lograría salir sola de este lío, no necesitaba ayuda.

Aunque la verdad era que todo se estaba yendo a la mierda.

Repasé mis opciones mentalmente y froté mi rostro con frustración. Las ideas no lograban llegar con claridad a mi cabeza, me estaba volviendo loca.

—No te preocupes, John. Solucionaré esto, siempre lo hago. —Volví a tomar el plato y pasé por su lado en silencio, sin siquiera mirarle a la cara por la vergüenza.

Si lo veía a los ojos tal vez me echaría a llorar.

Detestaba ser vulnerable en este tipo de situaciones, pero era imposible cuando la vida solo sabía colocarme obstáculos en el camino.

—¡Aquí está su orden! —exclamé con fingido entusiasmo al llegar a la mesa que me tocaba atender.

Últimamente todo estaba saliendo mal. Me despedían de todos los lugares en los que me metía en tiempo récord, el dinero que ganaba no era suficiente para pagar mis gastos y los de la universidad. La situación con mis padres no hacía más que empeorar y yo no sabía qué hacer para intentar arreglarlo.

Al terminar mi turno, me apoyé en la mesada con los brazos cruzados intentando que las lágrimas no salieran antes de lo previsto. Tendría que dejar mis estudios, era algo seguro. No podía con tanto al mismo tiempo. Quería encerrarme en mi habitación un rato y gritar de frustración; liberarme un poco de las cargas que tenía sobre mis hombros. Me sentía agotada.

—Aquí está parte de tu liquidación. —dijo John, pasándome un sobre amarillo—. Sabes que si necesitas algo, lo que sea, me tienes aquí, Faith.

Él había sido muy amable conmigo en todo momento, y había intentado ayudarme en todo lo que había podido estas últimas semanas.

Pero, en este momento, eso no era suficiente. No necesitaba su empatía, necesitaba el empleo.

Tomé el sobre con pesar y lo guardé junto a mis cosas en mi bolso. Le agradecí en voz baja y salí del local. No tenía ni puta idea de lo que iba a hacer. Sólo quedaba tomar malas decisiones y esperar que algo funcionara.

Mi apartamento quedaba un poco lejos de lo que ahora era mi antiguo trabajo, y aun así decidí irme caminando. Pensé que, tal vez un poco de aire fresco me haría bien y me ayudaría a pensar mejor las cosas.

A buscar una solución.

Además, necesitaba ahorrar cada centavo que tenía en el bolsillo porque no sabía cuánto duraría en esta situación.

Gracias a toda la brisa que estaba haciendo, mi cabello empezó a revolotear por todos lados irrumpiendo mi vista; paré de caminar resoplando y me agarré el pelo en un moño alto.

Supongo que caminar no había sido tan buena idea después de todo, menos cuando era propensa a pescar resfriados.

Empecé a rezarle a todos los santos para que no me hicieran perder la paciencia, ya que no quería quedar como una loca dramática frente a cualquier persona que apareciera en el camino. Sería muy deprimente terminar con la poca dignidad que me quedaba.

Y entonces, simplemente la vi.

Estaba a espaldas de mí, apoyada en un árbol de cerezas que hacía un dulce contraste con la oscuridad que nos rodeaba, y se oían algunos sollozos provenientes de allí.

Vaya, alguien la estaba pasando mal.

Temerosa, me acerqué a ella; podía ser que necesitara ayuda, como también podría ser una asesina en serie.

Pero, ¡vamos! Yo era valiente, además, siempre podía usar mi zapato como arma. Y bueno, que alguien me mandara al cielo en este momento no sonaba tan mal después de todo.

—¿Hola? —Me quedé lo suficientemente cerca como para evaluar la situación, pero al mismo tiempo, lo más lejos posible por si se presentaba algún peligro y debía salir corriendo.

Podría ser pendeja, pero también era bien inteligente.

—Estoy bien, puedes marcharte. —habló una voz suave.

Fui testigo de cómo limpió sus lágrimas, antes de incorporarse por completo y voltear a verme. Cuando sus ojos azules se conectaron con los míos, se me fue el aire. Mi primera impresión fue que era muy bonita, pero toda la belleza que tenía en el exterior nunca podría equiparar el desastre que era en ese momento. Posiblemente reflejando su interior. Era como un huracán de emociones dispuesto a arrasar con todo en cualquier momento. Sus ojos hinchados no le daban el mejor aspecto del mundo. No sabía que la traía por aquí en esas condiciones, pero según lo que veía debía ser fuerte.

Decidí dejar de analizarla, y en cambio, aligerar la situación. Tenía una idea de cómo se debía de sentir.

—Ajá, y los cerdos vuelan. —bromeé, esperando que mi chiste barato surtiera efecto.

Spoiler: no funcionó.

Ella seguía mirándome con la misma cara de querer morirse. Y lo entendí, ella no necesitaba mis bromas de mal gusto.

Chasqueé la lengua y terminé de acercarme.

—No te voy a dar un discurso emocional, ni nada de esa mierda. No soy la indicada, pero creo que sí puedo invitarte a llorar juntas y quejarnos de la mierda que nos rodea. —sugerí con sinceridad.

Al final, yo también necesitaba un poco de drama en mi vida.

Ella entreabrió los labios sorprendida, pero se recuperó pronto para regalarme una sonrisa genuina y darme su respuesta: Un sí.

Strangers ✔️Where stories live. Discover now