Epílogo.

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—Tranquilo, ¿qué es lo peor que podría pasar? —se preguntó el argentino mientras sostenía con nervios el ramo de flores.

Y al hacerse esa pregunta se imaginó las peores posibilidades de las que podrían ocurrir, incluso algunas que llegaban a ser imposibles.

Vaya que le gustaba dejar su imaginación volar a ese hombre.

Aunque quizás pensar en ese tipos de cosas estúpidas lo podía ayudar a pasar sus verdaderas inquietudes. Una de ellas; ver la cara de Chile.

¿Había ocurrido algo en especial que lo ponía así de mal? ¿Una discusión o algo parecido? Se podría decir que sí, pero a la vez no.

Lo especial aún no ocurría.

Y es que después de tantas salidas, después de todo el tiempo juntos como amigos y después de tantas indirectas, Argentina estaba decidido a confesarse. ¡Al fin! Llevaba unas cuantas semanas indeciso, pero ahora sólo debe tratar de no arruinar su propio plan. Su mayor enemigo era él mismo.

Hundido en sus pensamientos decidió oler las dulces flores que llevaba consigo. Sin embargo, al acercarlo a su cara pudo apreciar un tierno bichito que se encontraba en unos de los tantos pétalos.

Por el susto, sin pensarlo dos veces, tiró las flores contra el duro pavimento y empezó a pisar con desesperación.

—¿Arge?

—¿CHILE? —se volteó para comprobar lo peor.

Dios, sí era él. Se veía tan lindo como siempre, ¿pero por qué tenía que aparecer justo ahora? Literalmente pudo haber llegado un minuto antes y no lo estaría viendo pisando flores, pero no, tenía que hacer su llegada en ese preciso segundo.

—E-Eh, para vos.. —se quitó de encima del ramo para recogerlo y entregárselo al tricolor.

—Gracias —dijo al recibir el conjunto de flores que, por lo menos mayoría, se encontraba destruida. Sin mencionar al pobre bicho que estaba todo aplastado—, ¡y con un bicho incluido! Nunca nadie me había dado un detalle así.

Parecía ironía lo que decía aquel suramericano, nadie podría encontrar eso algo lindo. Aunque bueno, en todo hay excepciones. Y a pesar de que lo último si lo dijo un poco bromeando, en verdad si le alegraba tener un ramo sobre sus manos. Más que nada, lo importante era el detalle.

—Aunque, creo que te pasaste un poco con el bicho, ¿no? —observaba detenidamente al pequeño insecto que se le hacía imposible distinguir su especie— Pobrecito, le queda perfecto el "te voy a golpear tan duro que ni tu mamá te va a reconocer".

El del escudo de sol no sabía si reír o llorar.

Así que, sin saber cómo reaccionar al respecto, sólo se acercó a su contrario para tomar la mejor flor que quedaba y dejarla sobre su cabello. Una bella flor que combinaba con el color azul de sus ojos. —¿Nos vamos? —le preguntó aunque el celeste ya estaba avanzando.

—Ah.. —Chile, al sentir sus mejillas arder a causa de la cercanía de su amigo y el gesto de colocarle aquella parte de la planta sobre él, no pudo evitar quedar unos momentos paralizado. Por suerte solamente fue eso, unos momentos—
..¡Espérame, no me dejes atrás! —exclamó al intentar acelerar sus pasos los cuales suelen ser cortos y lentos. Pero, aún así, alcanzó estar a su lado— Por cierto, ¿se puede saber a dónde vamos?

—No, no se puede saber —negó también con la cabeza, moviendo ésta de un lado a otro—. Es sorpresa.

El de nombre de fruta más concentrado en sus propios pasitos, respondió un simple "bueno". Argentina lo miró y al ver cómo intentaba seguir sus pasos le causó gracia y rió de la ternura también provocada.

𝐒𝐄𝐗𝐎 ── argchi. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora