▘33_El principio es el fin

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—Siéntate de una vez —pidió Michael desde el sofá en lo que yo iba y venía por la diminuta sala de estar

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—Siéntate de una vez —pidió Michael desde el sofá en lo que yo iba y venía por la diminuta sala de estar.

—¿Estás de acuerdo en que son de la misma persona? —pregunté señalando sus manos.

Tenía los tres pedazos de papel con los mensajes misteriosos. Volvió a ojearlos y asintió acomodándose los lentes de pasta.

—La caligrafía es idéntica y las hojas tiene el mismo tamaño. Parecen salidas del mismo lugar.

—¿Quién puede ser?

—No lo sé.

—¡Sé que no lo sabes! —protesté acomodando mi cabello que era un desastre—. Pregunté quién podría ser.

No respondió.

»¿Alguien que puede salir perjudicado? —continué incapaz de hablar algo coherente—. ¿Los dueños de los clubes? ¿Algún cliente? ¿El asesino de una de las chicas?

Michael se levantó y me agarró de los hombros con fuerza.

—Cálmate —dijo sacudiéndome e intentando hacerse cargo de la situación.

—¿Calmarme? ¿Cómo puedes pedir que me calme? —cuestioné al borde de chillar—. ¡¿Cómo puedes estar tan calmado?!

—Ven —dijo guiándome al sofá—. Siéntate un segundo.

Lo hice porque mi cuerpo se sentía agotado de tanta tensión. Me dejó allí viendo como se dirigía a la cocina y ponía agua a calentar.

Jamás me había sentido así en toda mi vida. Mi cerebro podía articular poco y todo giraba en torno al terror, uno que no conocía.

Siempre me creí capaz de controlar cualquier situación, pero una persona acosándome y dejando notas por todos lados no era algo que se considerara normal. Podía haber estado dentro de mi apartamento mientras no estaba. Un escalofrío me recorrió al imaginar que podía haber estado allí mientras dormía.

Tapé mi cara con las manos y me escondí entre las rodillas buscando protección.

—Toma, bebe esto —dijo Michael sentándose a mi lado—. Un te viene bien para estos momentos.

No respondí. No podía moverme. Estaba congelada por el miedo.

—Sasha —llamó tras varios minutos en los que no me moví—. No sirve de nada que te cierres. No puedo hablar contigo si estás así y no podemos pensar juntos.

¿Qué demonios quería que pensara?

»Ni tan siquiera sabes lo que tiene la caja —señaló haciéndome abrir los ojos contra mis palmas de manera que la oscuridad se mantuvo—. Entiendo como te sientes, pero estás viéndolo peor de lo que es.

Me incorporé lentamente ahogando las ganas de gritar. Michael no era el culpable de esto, yo lo era.

Nadie me obligó a escribir para el Exposal o investigar sobre los barrios bajos de Dunning para descubrir una gigantesca red de prostitución que operaba en Estados Unidos desde los años noventa.

Kikimora © [COMPLETA]Where stories live. Discover now