𝑈𝑛𝑜

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Natalie Rushman se alisó la falda antes de ingresar a la oficina de su jefa, Lynn Canavan. La mujer de rasgos afroamericanos la saludó con una sonrisa en respuesta a sus deseos de buenos días.

―Traigo los expedientes que me pediste ―informó extendiendo una carpeta.

―Perfecto. Gracias.

―De nada.

Se retiró cerrando la puerta detrás de ella. El aroma a café recién hecho proveniente de la máquina de expresos la guio hasta el saloncito de empleados.

―Haré lo mismo y beberé algo ―dijo a la rubia ceniza sentada con una taza de café en las manos.

Ella era Yelena Belova, la secretaria de la fiscal de distrito. La mujer estaba enterada de todos los pormenores que ocurrían en el juzgado y en la fiscalía. Nadie sabía cómo lo hacía.

―Ya te estabas tardando ―Yelena sonrió con la boca llena con palitos con queso.

Natalie acercó una taza a la máquina de café, cargó la cápsula en el compartimiento delantero y presionó la opción para iniciar con el proceso. La cafetera hizo un sonido similar al de un susurro. A continuación, el café fue sirviéndose lentamente en su taza. Extrajo el paquete de galletas de avena que estaba en el mueble arriba del lavadero.

―¿Te fue bien en tu examen de ayer? ―preguntó Belova.

Rushman asintió.

―Por lo menos eso creo. Estuve bastante segura con mis respuestas, aunque con ese profesor, uno nunca sabe ―explicó animada.

―Confío en lo que hiciste bien.

Desde allí vieron a través de la abertura de la puerta como tres hombres vestidos con trajes oscuros ingresaban hasta la sala de espera. Yelena miró su reloj.

―Llegaron veinte minutos antes ―lamentó poniéndose en pie y dejando su taza en el lavadero―. Nos vemos luego ―salió apresurada para atender a los que llegaron para reunirse con la fiscal.

Natalie puso el mechón rubio que se había escapado de su peinado detrás de su oreja antes de levantarse. No quería quedarse sola allí, así que tomó su taza y su paquete de galletas para ir en dirección a su lugar de trabajo.

Al estar haciendo una pasantía, no tenía una oficina propiamente dicha para ella más que una silla en la sala de archivos. Aquel lugar estaba repleto de documentos tan viejos que algunos papeles tenían orificios hechos por insectos.

Le enseñó su pase a la máquina frente a la puerta con rejas de metal. La seguridad de los expedientes era un tema muy importante en ese piso. Una amable mujer castaña de treinta y ocho años, a quien todos llamaban señora Bolton, le sonrió. Natalie hizo su mejor esfuerzo por cubrir la superficie de su taza para que el aroma no tentara a la mujer. Bolton estaba embarazada de cinco meses y se encargaba de asignarle la mayor parte de sus tareas diarias. Su principal ocupación era el organizar documentos viejos.

―¿Quieres galletas? ―preguntó con amabilidad.

―Ni siquiera tienes que preguntar ―bromeó la embarazada, aceptando de inmediato.

Natalie le dejó algunas galletas y después fue hasta su espacio, el cual estaba repleto de papeles cuadrados de colores con anotaciones encima. Disfrutó de su taza de café antes de seguir con sus asignaciones. Siempre utilizaba guantes para tocar los papeles, por prevención.

Ordenó varios expedientes hasta que Bolton se acercó a ella y le entregó una lista con fechas y nombres de documentos que necesitaban los asistentes de la fiscal.

Fantasías con él || Andy Barber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora