𝐷𝑜𝑠

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Con el paso de las semanas, Natalie aprobó todos sus exámenes de las materias del último año de su carrera. Solamente le quedaba cinco días de la pasantía para cumplir con los requisitos necesarios para ser abogada.

Como casi todas las mañanas, la rubia estaba preparándose el café en la sala de empleados. Yelena se acercó con una sonrisa.

―Son para ti ―extendió una caja de dulces―. Para celebrar tu última semana.

Natalie la miró conmovida.

―No debiste molestarte.

―Extrañaré hablar contigo. En serio ¿a quién le daré información de primera mano sobre lo que sucede?

―Estoy segura de que encontrarás a alguien.

La secretaria se sentó para comer algunos palitos con queso.

―No será lo mismo ―murmuró desanimada―. Hablando de información interesante... Me enteré de que Andy inició los trámites para su divorcio.

Natalie parpadeó varias veces. Después hizo su mejor esfuerzo en no parecer demasiado interesada en el tema. Se sentó frente a la rubia ceniza, esperando. Yelena acostumbraba soltar todo lo que sabía luego comenzar con una oración que atraía la atención de cualquiera con quien hablara.

―Es una pena que su matrimonio no haya funcionado. Sé que fueron a terapia de pareja durante meses. Lynn quiso darle algunos días libres a Andy cuando se enteró que se mudaba, pero él se negó.

―Yo... No sé qué decir.

―Supongo que es mejor que se separen si la relación no funciona. Hubiese deseado que mis padres lo hubieran hecho ―suspiró recordando momentos incómodos de su infancia.

Natalie asintió por inercia. Sus padres se habían casado enamorados y jamás los escuchó discutir. Los había perdido en un accidente automovilístico ocasionado por un conductor ebrio.

―¿Cuántos años tiene su hijo? ―recordó haber visto de lejos una fotografía de la familia Barber en la oficina del castaño.

―Nueve o diez, no estoy segura.

Para sorpresa de ambas mujeres, Neal Loguidice ingresó a la sala. La conversación se cortó con su llegada. El asistente jamás entraba allí si podía evitarlo, como si se sintiera demasiado para compartir con otras personas que estaban por debajo de su jerarquía. Prefería ordenar comida o salía a comer afuera.

―Buenos días ―saludó el hombre.

Natalie pudo haberlo considerado atractivo si él la hubiese tratado de forma distinta y no como un simple objeto que quisiera poseer.

―Buenos días ―respondieron ellas en coro.

El hombre se acercó al estante de tazas y tomó una, después fue hasta la cafetera.

―Por favor, no se detengan por mí ―dijo mirando a Natalie.

Yelena mostró una sonrisa falsa.

―Estábamos hablando de asuntos privados. No quiero que desees escuchar algo así ―habló Belova.

Rushman vio el momento perfecto para intentar que él detuviera sus constantes coqueteos haciéndole creer que estaba saliendo con alguien.

―¿En qué iba? ―La rubia recostó un codo contra la mesa―. Él pareció saber lo que necesitaba: una buena cena, un paseo a pie y después fuimos a mi departamento. Todavía no sé cómo logré despertar después de semejante noche.

Yelena siguió la corriente después de comprender el juego de Rushman.

―De uno al diez, ¿qué tan bueno fue?

Fantasías con él || Andy Barber Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt