CAPÍTULO VIII

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Como si tuviera amnesia cada noche, regreso cada lunes al mismo circulo silencioso y solitario, ese que cree sin ser ancla de nadie

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Como si tuviera amnesia cada noche, regreso cada lunes al mismo circulo silencioso y solitario, ese que cree sin ser ancla de nadie. Vivir a veces en tu propio mundo llega a ser el mejor y peor escape, puedo encontrar la paz y llenarme de ruinas a veces. Es una continua supervivencia de seguir y tratar la mayor parte de no caer en el intento.

El lunes sería el mejor día para empezar, sino fuera porque me guie por impulsos de escapar de casa y terminar en la camioneta blindada de Herian, sin olvidar los hombres de negro que lo custodiaban al salir. Al final terminé desvelándome, cayendo en las pastillas y terminando tendida en la alfombra, con las ganas de existir casi quebradas.

Me aparecí en la entrada de mi colegio a pleno amanecer, cuando noté en la ventana del segundo piso, en la sala del director, el cabello carbón de Herian y la curva capa de piel del director, donde se enfrentaban cara a cara. Noté como la discusión tocaba fondo. Junté mis labios en una línea. Seguramente esa vieja chismosa de la profesora ya le dijo al director que me escapé.

Luego de aquello, encontré a Herian salir de su oficina con esa mochila negra. Me escabullí entre unos de los basureros, mirando con los ojos entrecerrados mientras la cara relajada de Herian se contraría con el ceño fruncido del director. Aquello llevo una sorpresa de mi parte, ¿por qué discutes con el director, Herian? Ese chico es sumamente admirado por todos los profesores y ahora, se lleva una parte de ellos que no reconozco. Bajó las escaleras en dos y siguió de pasillos entre pasillos. La curiosidad atrapó al gato, así que lo seguí. No era de esas personas que se interesaba en los demás, pero me estaba matando la curiosidad. Cada metro que lo seguía el avanzaba a grandes zancadas, pasillo por pasillo dando casi la vuelta al campus. El pecho se me aceleró cuando traté de alcanzarlo y de repente algo cayó de golpe. Giré de improvisto hacia la esquina de los últimos pasillos de la escuela y nada. Desapareció de la nada, en pleno pasillo donde la luz apenas era perceptible, donde el frio calaba los huesos.

—¡Te atrapé! —Salté de inmediato, dando un grito y la risa burlesca de Ryan se sintió en mi espalda.

Me giré de forma agresiva, notando lo idiota que fui al hacer esto. Golpeé su pecho y lo empujé.

—¡Estúpido, idiota! —Me regresé por donde iba.

Esto fue una muy mala idea.

—¡Oye, espera! —Caminé a fuertes pisadas mientras lo sentí seguirme el paso por detrás—. Espera, Leyna.

Me regresé al campus para ir por mis libros. Idiota.

—¡Te dije que...! —Y el mundo se detuvo cuando vi a Herian en pleno pasillo, abriendo su casillero, notándolo de espalda como sacaba sus libros y esa libreta negra en su mano.

—Herian, chico extraño —Ignoré comentario—. Noté que aún no se te le declara.

—Imbécil —Me crucé de brazos, ignorando lo mal que me cae este idiota a veces—. ¿tienes algo más que fastidiarme?

Extraña complicidadWhere stories live. Discover now