CAPÍTULO X

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¿Quién es Herian?

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¿Quién es Herian?

Diría hace solo un segundo atrás que es un chico inadaptado igual que yo, pero ahora mismo todo sería incierto. Herían, no era muy conocido para mí, no supe de él hasta más o menos desde que se quería tirar del balcón desde el segundo piso un año atrás, casi al término. Desde ese instante supe que era un chico trastornado. Desde ahí, la publicación en el diario, los rumores de su familia y todo aquello solo acaparó mi atención el año pasado, porque desde ese entonces Herían Lefebvre era un enigma. Los años anteriores eran todo un misterio, tal vez llegó solo el año pasado o estuvo desde hace mucho tiempo y recién logro darme cuenta de que estuvo siempre aquí.

Si pongo en duda cuanto lo conozco radica acá, como si nada me dejó fuera de la oficina del director mientras le daba una palmada en el hombro como si fueran simples amigos. Ambos entraron y las palabras retumban como gruñidos de dos almas salvajes mientras me como las uñas de los nervios. Saco de mi mochila algo para calmar los nervios y no, no encuentro ninguna gomita de dulce, ¡diablos! De seguro discuten de como yo, "la adicta" está con el mejor del curso y lo estoy enviando por los malos pasos.

—¿Cómo crees que tomará esto? —Le pregunté a la secretaria.

—¡Ay! Sino fuera porque siempre estropeas todo, pasaría, pero esto es más grave de lo piensas —Habló con sinceridad, aunque no fuese lo que quisiese escuchar.

—¿Sabes que no soy drogadicta? —Murmuré nerviosa mientras clavaba las uñas en mis piernas.

—Tal vez no de sustancias ilícitas —Comentó para luego volver los ojos a la computadora.

Drogadicta.

La palabra me llenó de cólera y ganas de vomitar. Comencé a traspirar, era el peor día de mi vida. Mis nervios comenzaban a apoderarse de mí como capaz de piel profundas, no era simple vivir con ello, era un maldito trabajo. Si solo tuviera con que sostenerme. Si mi vida no dependiera de algo para mantenerme a flote. Todo está girando rápido, tengo la sensación de caer. Diez, nueve, ocho... uno. Se detiene por un segundo. La puerta se abre de golpe con ambas personas saliendo de ella. Me levanto por inercia mientras las caras de ambos son como dos choques de bloques, Herian tiene una mirada indiferente y la del director aplica a un tono morado, casi a punto de reventar de rabia.

—Vamos, Leyna —Pensé en el director, pero aquello no salió de sus labios.

—¿Qué dices? ¿estás loco? —Comenté perpleja y él endureció la mandíbula.

—Vamos, tenemos que ir al cine, ¿recuerda?

—Pero...

—Ve, Leyna —El director se cruzó de brazos y me sonrió falsamente, como si le dolieran los labios—. De seguro la película te ayudará a pensar, a olvidar este mal rato que te he hecho pasar y no olvides que le lunes empiezas con la psicóloga.

—¿Qué hay de lo que sucede...?

—No tengo nada que hablar más contigo —Su voz seca y fría.

—No te preocupes —Herían me interrumpió y tomó de mi mano arrastrándome a la salida.

Extraña complicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora