CAPÍTULO XIV

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¿Amor?

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¿Amor?

¿Qué ha significado esa palabra para mí? Pues... Nada.

Si bien había convivido muchos años con mis padres, el amor nunca ha llegado de ellos o de mi escasa familia reducida en cenizas, porque la mayoría me odia a mi o a mis padres, o están muertos. En este mundo, en lo único que encajamos mis padres y yo, aparte de la sangre es que, al parecer, todos somos la sombra de nuestras generaciones. Mamá, nunca ha sido una mujer de la alta sociedad, pero creció en un mundo donde la apariencia va más allá que el simple dinero. Y al juzgar por lo que hizo, tal vez por eso dejaron de hablarle y la corrieron de casa. Con papá, el cuento no es tan distinto. El abuelo lo despreciaba a pesar de ser su único sucesor de su herencia. Humillaciones y todo lo que lleva una vida triste. Es como si ambos me lo transmitieran, porque desde pequeña entiendo que lo que veo o escucho, es todo menos amor.

De esta familia, lo único que se puede sacar de bueno es mi abuela que vive en Canadá a pocos kilómetros de Daff, un pueblo lejano, donde la nieve, los recuerdos y la maldad me embargan como temores nocturnos.

—Necesitas despertar —Me desperté aturdida.

Mi vista viajó por las paredes de mi habitación y cayó por la alfombra, ¿Dormí aquí? Los huesos me crujieron apenas giré el cuello hacia el lado y encontré a la sirvienta viéndome desde el umbral de la puerta.

—¿Dime que no dormí aquí?

—Si quieres puedo decírtelo, pero eso sería mentira.

—¿Por qué estás acá? —Quise saber apenas me levanté, quejándome de la postura que dormí.

—Tú padre quiere saber qué estuviste haciendo ayer.

Tomé un bocado de aire y lo solté.

—Solo vi una película con un... —comenté al momento en que las instantáneas en mi cabeza comenzaron a azotarme

—El chico, sí sé —Afirmó con tono molesto—. Ahora ordena rápido.

—Pero... —. Y azotó la puerta bruscamente.

Me encogí de hombros y me senté en la orilla de la cama. Apoyé mi cabeza en el cama, notando lo perdida que me encuentro. No tengo propósitos o metas en la vida.

«—¿Merecemos vivir la vida? —Recuerdo haber dicho cansada de tener que escuchar los gritos, de querer sellar mi cabeza para que no siga gritando auxilio y lo miré—. Créeme que lo estoy intentando, pero hay momentos en que ya no logro batallar.

Cansada, solté un suspiro.

—Sí, lo merecemos —Lo miré, recordé haber perdido por segundos eternos y de pronto el ruido se hace impenetrable, la necesidad de seguir corriendo se detiene. Sonrió y el pequeño tacto me hizo perderlo todo—. Pero antes debemos recordar para olvidar"

Extraña complicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora