Capítulo 16 | Desasosiego

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Después de la incómoda escena, me levanté del sillón y me dirigí de regreso a mi habitación para intentar descansar

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Después de la incómoda escena, me levanté del sillón y me dirigí de regreso a mi habitación para intentar descansar. En la hora del almuerzo, había preferido esperar a que Dasha se metiera nuevamente en su habitación para poder salir y extraer comida del refrigerador. No nos habíamos cruzado desde la mañana. Estaba intentando, de alguna manera, marcar las distancias con esa chiquilla pasando el menor tiempo posible en su compañía, pero ella parecía tener otros planes.

—Estoy aburrida —informó adentrándose en mi habitación como si nada unas horas después, interrumpiendo mi tan preciada siesta. Rápidamente me puse de pie y me encargué de evitar que siguiera avanzando, conduciéndola amablemente hacia la salida de regreso—. No seas amargado.

Ignorando mis intenciones, se dio media vuelta y caminó hasta estar al pie de mi cama.

—Lamento no poder brindarte algún tipo de diversión. Si gustas, puedes leer alguno de los libros de esa biblioteca.

Le señalé los estantes de Charles.

—¿Estás loco? ¡Odio leer!

La observé, indignado. ¿Cómo alguien podía odiar leer?

—Creo que empezamos a tener un problema.

—Oye, tampoco es que sea una inculta, pero en el internado me la pasaba leyendo todos los días lo aburridos libros que nos dejaban de tarea —explicó, recostándose en mi cama y apoyando su cabeza en un brazo.

Ahora ni siquiera podía estar tranquilo en mi propia habitación, pues Dasha había entrado sin ningún problema y se encontraba perturbando mi tranquilidad. Traté de apelar a la indiferencia para ver si es que así conseguía que ella se aburriera de estar ahí conmigo y se regresara a la sala o a algún otro lugar del penthouse.

Siguiendo mi propia sugerencia, tomé uno de los libros de un estante y, sentado en el escritorio, empecé a leerlo.

—¡Ya sé! —La chiquilla lanzó el grito de repente, ocasionando que diera un ligero respingo—. ¿Qué tal si vamos al super de compras?

Di un suspiro profundo. Aparté el libro de mi vista y fijé mis ojos en ella.

—Me parece una idea genial.

Dasha no pareció notar la ironía en mi respuesta.

—¿Sí, verdad? —coincidió, muy animada.

—¿Y se puede saber con qué dinero?

La sonrisa en su rostro desapareció.

—¿No tienes nada?

—Para gastarlo en ti, no.

Le di la espalda fingiendo que volvía a leer el libro, pero no pude evitar reírme por la expresión en su rostro. ¿Qué creía? ¿Que iba a gastar lo poco que me quedaba de dinero en ella? Por supuesto que no.

Ella (no) es una señoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora