Capítulo 17 | Premio

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Antes de llegar a Hilltop, la lluvia cesó

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Antes de llegar a Hilltop, la lluvia cesó. Gracias a eso, cada uno de nosotros caminaba por su lado en la acera de vuelta al penthouse en silencio. Yo tenía el paraguas en una mano y en la otra estaba cargando la bolsa con las compras del supermercado.

Dasha avanzaba sin fijarse por donde andaba, pues se encontraba contemplando bastante entusiasmada los aretes que le había comprado. Me parecía una reacción un poco exagerada, considerando que eran unos simples y no como los que estaba acostumbrado a ver usar a mis compañeras de la universidad, pero me guardé el comentario sospechando de su reacción si es que lo decía en voz alta. Viéndola, me sentí en la necesidad de pedirle que se concentrara si es que no quería tropezarse con algo.

—Es que están muy bonitos —admitió, sonriente—. Por cierto, gracias.

Por mucho que me negara a expresarlo en voz alta, estaba seguro de que le iban a quedar muy bien cuando se los pusiera, combinaba con el color de su piel y su cabello cobrizo.

Asentí con la cabeza sin saber muy bien qué decir a continuación. Estaba más concentrado en evaluar mi situación económica actual, ya que por fin había despertado de mi temporal versión amable, dándome cuenta de que había osado gastar mi dinero en ella una vez más. Y lo que era peor: yo mismo me había ofrecido a hacerlo.

Eso iba en contra de todo lo que pensaba. La lluvia debía de haberme afectado el cerebro.

—Los usaré en una ocasión especial —comentó ella en medio del silencio que nos rodeaba.

—¿Ah, sí? —La miré—. ¿Como cuándo?

—No lo sé, quizá para el día en que no te exaltes cuando te digan «Kevin».

En ese entonces, creía que eso era imposible, odiaba ese nombre tanto como los gatos odian el agua. Ella se rio al ver la cara que puse al recordar el centenar de veces que mi nombre había sido confundido.

—No creo que ese día llegue nunca —respondí muy seguro.

—Nunca digas «nunca».

Al decir eso, Dasha se posicionó frente a mí y empezó a avanzar hacia atrás mientras me hablaba. Una sonrisa juguetona emergió en sus labios y yo la observé alzando una ceja con un gesto de interrogación por tal acción de interponerse en mi camino. Ella se encogió de hombros.

—Ya lo hice —me mantuve firme en mi posición, totalmente convencido de que era imposible que alguna vez soportara ser llamado de esa manera—. Ten cuidado —le indiqué luego y me hice a un lado para avanzar y que ella se quedara atrás. De esa manera, conseguí que volviera a caminar mirando hacia adelante.

Una vez en el penthouse, dejé mis compras en la cocina con la idea de que era muy tarde para comer. El reloj de la sala marcaba casi las once de la noche, motivo por el cual supuse que lo más adecuado iba a ser dormir. Sin embargo, mi estómago protestó; yo no había cenado. Bueno, Dasha tampoco. Debido a las circunstancias, hice a un lado mi determinación anterior y saqué un plato de la alacena en el que deposité algunos snacks. Para tomar, serví en dos vasos la bebida energética que había comprado y los llevé en una bandeja hasta la sala.

Ella (no) es una señoritaWhere stories live. Discover now