Capítulo 2. Collin :p

79 12 80
                                    

Pienso por un momento. Puedo aceptar la apuesta y ganar. O perder directamente. Pero rechazar la propuesta no es una opción.

Usualmente con el equipo hacemos nuestras apuestas acerca de la temporada y no es más que un juego inocente.

Pero esto no es así. Esto es un reto, uno que estoy dispuesto a tomar.

Y admitiré que disfrutaría mucho ganar, especialmente ganarle a Delilah.

Levanto mis labios levemente y sostengo su mirada. Es difícil dejar pasar la chispa de emoción que se encuentra en sus fríos ojos azules. No durará mucho.

―Con gusto, preciosa ―extiende su mano y la tomo dándole un breve apretón―. ¿Cuál es el premio? ―Su frente se arruga un poco, como solía hacerlo cuando jugábamos de pequeños en el parque y no entendía lo que hablaba―. Esto no es una apuesta si no hay algo para el ganador ―aclaro.

Endereza su postura y piensa por un segundo.

―Si yo gano, tendrás que admitir que soy la mejor jugadora que hayas conocido. ―Delilah es increíblemente talentosa pero jamás le diría eso a la cara. Si quiere ser alabada, tiene a Tony. No le costó mucho reemplazarme todos esos años atrás, ¿no?―. Y -hace una breve pausa antes de continuar-, me deberás un favor.

―¿Un favor? ¿Qué clase de favor? ―pregunto, intrigado. No me entusiasma mucho la idea de deberle un favor a alguien, mucho menos a ella.

―Eso será algo que yo decida ―responde con una sonrisa satisfecha.

Si piensa que sólo ella puede creerse que la sabe toda, está muy equivocada. Ella pone sus términos, yo pondré los míos.

―Y si yo gano... ―me detengo. No sé lo que quiero, pero tal vez más adelante pueda sacar algo a mi beneficio. Sí, sé que algo se me ocurrirá después―. Eso te lo diré cuando gane.

―Si es que ganas ―dice muy confiada―. Y no lo harás.

Le guiño un ojo.

―Ya veremos, preciosa.

Veo como se retuerce cada vez que la llamo preciosa y me encanta. La verdad es que empezó como un tonto apodo que ni se me ocurrió a mí. Debo agradecerle a Tony por la idea. Cuando me enteré lo que había pasado en la fiesta, la burlé con el apodo y como vi que la molestaba no pude evitar encariñarme con él. Pero no soy el único con apodos. Ella tuvo una idea muy poco original que resultó en que muchas veces me diga Satán.

No me quejo. Si ella quiere verme como el villano de su historia, que lo haga. Ambos sabemos que sólo está fingiendo.

El timbre suena dando lugar a mi salida. Sin más que decir, me giro en mis talones dirigiéndome a clase con Finch a mi lado.

―¿Cómo estás tan seguro de que ganaremos? ―pregunta Finch una vez que nos ubicamos en nuestros asientos en el salón.

―No lo estoy ―respondo demasiado tranquilo. Aunque por dentro soy una tormenta de nervios. Pero no por la apuesta, sino por el partido que se aproxima.

Saco mi libreta y una lapicera para comenzar a escribir. La profesora de Biología entra y empieza la lección. Adoro esta materia. Todo lo que tenga que ver con seres vivos y su investigación hacen que me emocione.

De niño, recuerdo haberle dicho a mi madre que para mi cumpleaños quería un microscopio para observar las plantas de mi jardín. Nadie entendió el porqué de mi pedido, especialmente porque venía de un chico de siete años. Pero una persona sí lo hizo. Alguien que me conocía desde que comencé a hablar. Y tan fácil como nuestra amistad comenzó, terminó. En un instante. Sin explicaciones ni despedidas, como si fuéramos completos extraños.

Conviviendo con el EnemigoWhere stories live. Discover now