Capítulo 11: McGonagall

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- Allí mira.
- ¿Dónde?.
- Por el pasillo.
- ¿El desalineado ?.
- ¿Recuerdas el inicio de clases ?.
- ¿Será cierto lo que contó Marcus esa noche?.
- ¿Le crees ?, si el niñato parece de todo menos alguien poderoso.

Los murmullos siguieron a Harrison desde el momento en que, su presencia, fue apreciada por los alumnos curiosos en los pasillos del enigmático castillo. Los alumnos de Slytherin que esperaban fuera de las aulas lo observaban deliberadamente sin decoro e intentaban ponerse de puntillas para observarlo, o fingían ignorarlo con tal de cubrir su corrosiva curiosidad.                 Harrison deseaba que no lo hicieran, que no miraran, que no fingieran, simplemente deseaba que su presencia fuera lo mas nítida posible ante los ojos de los curiosos con el propósito de pasar desapercibido. Intentaba concentrarse en sobrevivir a el intermedio de sus clases y, las miradas irregulares, no lo dejaban pensar.

En Hogwarts había, si no mal recordaba, 142 escaleras algunas amplias y despejadas y, otras tantas, estrechas y abarrotadas, eso si tan impredecibles como tu retorcida mente lo puede imaginar, unas te llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía y había que recordarlo para saltar. Un sin fin de puertas más, sin embargo, algunas inutilizables pues solo fingían puertas ser.
El castillo era sin duda un ente viviente que algunas veces necesita tu amabilidad y tu atención para servirte con total plenitud. Recordar todo con exactitud era casi imposible y conocer todos los secretos del castillo era una tarea sin duda para la eternidad. Las personas de los retratos vivientes se visitan mutuamente pasando de voz en voz el sin fin de secretos que albergaba el castillo tantos propios como de los habitantes en el.

Los fantasmas tampoco ayudaban, en especial, aquel fantasma que parecía ser un conocedor de la muerte, el barón sanguinario, que no dejaba de espiar levemente a Harrison en su estancia en el castillo. Susurrando cosas ilegibles e incluso solamente mirándole con suma atención algo que le provocaba escalofríos; por otro lado Pevees y Nick casi decapitado seguían siendo los mismos fantasmas desagradables que en alguna vida tuvo la desdicha de conocer con la excepción de que parecían evitar su presencia.

En otro plano se encontraban las clases, clases las cuales ya había tenido de antemano. Agitar la varita de manera correcta, decir los cánticos correctos y la optima pronunciación era esencial; afortunadamente, para Harrison, ya hace mucho tiempo dejo de depender de su varita incluso de los cánticos, Harrison era una granada que en manos incorrectas crearía el armagedon del mundo mágico por segunda vez. En su vida como Harry Potter este tuvo demasiado tiempo libre encerrado en su habitación de la casa de sus "tíos" por lo que hacer magia sin varita se convirtió en un habito suyo.

El estudio de las estrellas cada miércoles a media noche era sumamente relajante, el olor a tierra mojada al entrar a herbolaria ya seria impregnado pues tres veces por semana debía asistir, por su parte la profesora Sprout seguía igual de pequeña y regordeta de como la recordaba.

Historia de la magia había sido una asignatura que a Harrison le había parecido, en su dimensión, sumamente aburrida sin embargo por alguna extraña razón el empaparse de conocimiento se había vuelto parte de su ser ya hace algún tiempo.

La clase de encantamientos de ese día fue interrumpida por el súbito aumento de fanatismo del excitado profesor alias diminuto Flitwick que, al nombrar a Andrew Potter, salió huyendo para no volver jamás.

- Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts - dijo - Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya estáis advertidos.

La profesora McGonagall era siempre diferente. Harrison sabia que la maga era una profesora con la que no debía de tener problemas. Siempre estricta e inteligente.

Después de su alentador discurso a los estudiantes de primer año y una introducción compleja que provoco dolor de mano a aquellos que escribían cada palabra junto con una demostración de peligrosa magia la profesora, con elegancia, fue depositando, en los mesa bancos compartidos, una mordica cantidad de arcilla con la orden de convertirla en una simple aguja.

Harrison admiro, en solitario, el montículo de arcilla sobre su pupitre recordando como la primera vez creyeron que seria una tarea fácil terminado con solo Hermione convirtiéndola en una, no muy bonita, aguja plateada.

Detrás de todos los Slytherin de primer año, en la parte izquierda del salón, Harrison tanteaba su varita marrón sin producir ningún tipo de magia mientras observaba como todos sus compañeros sin ningún ápice de calma  intentaban completar la tarea que les fue dada con entusiasmo. McGonagall lo noto de inmediato como aquel niño desalineado de primer año no hacia ningún movimiento y/o intento de convertir la arcilla en una aguja solida. 

- Slytherin tenia que ser - los prejuicios entre las casa siempre existían y existirán por siempre pero, a diferencia de su compañero Snape, McGonagall no lo demostraba ni lo demostraría tan deliberadamente al mundo. 

Con pasos firmes se dirigió al final del salón no sin antes observar el avance de sus alumnos dándose cuenta que una pequeña leona estaba a punto de lograrlo faltando tan solo unos minutos para terminar la clase - Señor Vasilis, veo que mi clase no le parece interesante - Un comentario, un solo comentario fue suficiente para provocar que la atención que los alumnos prestaban a su trabajo fuera dirigido a Harrison como cuchillas.

- No, no es eso profesora - aun con la cabeza gacha Harrison acariciaba el relieve de su varita - solo estaba pensando - a McGonagall esa excusa le parecía sumamente estúpida y Harrison podía verlo en su mirada cuando su ceño se frunció al acabar de dar su excusa.

- Creí a verles advertido que el interés en esta clase es primordial señor Vasilis - el entrecejo de la profesora se hacia aun mas pronunciado y seguramente el regaño seguiría sino fuera por el gran sonido de la campana anunciando el final de la jornada. 

- Como sea, cinco puntos menos para Slytherin agradézcanle a el señor Vasilis, en cuanto a Gryffindor diez puntos por la admirable hazaña de la señorita Grenger que logro conseguir el cometido. Es todo que tengan linda tarde - La puerta se abarroto de alumnos al instante y todos aquellos Slytherin que pasaban a su lado gruñían como perros ante su presencia.

Harrison se lamentaba y se insultaba por la no querida atención que recibía ya sea de buena o mala manera. Un suspiro largo acompaño su partida y uno mas largo se le sumo al recordar que debe asistir al castigo en la oficina del Profesor Snape. 

Fantástico...

(...)

MacGonagall estaba cansada, hace no mas de cinco minutos su ultima clase del día había terminado y podía decir, con seguridad, que esta era y seria la clase mas cansada de todo el ciclo escolar no solo porque eran estudiantes de primer año cero consientes de las cosas a su alrededor sino que esta clase, en particular, traía mucha riña pues Slytherin y Gryffindor no congeniarían nunca en la vida.

Recargada en su hermosa silla verdosa ahogando las penas mentalmente de su vida MacGonagall diviso un molesto brillo venidero de un asiento ubicado al final del salón, cansada y algo molesta recorrió las grandes filas del salón con lentitud observando si no había alguna otra cosa por ahí tirada o en algún pupitre.

- Jóvenes descuidados - llena de molestia e inconformidad recogía algunas plumas con tinta o simplemente las desaparecía con su varita. Un leve crujido debajo de su pie la alarmo y, así mismo, movilizo su vista hacia al suelo donde se encontraba, lo que parece ser, una varilla de madera que si quisiera podría hacerlo pasar por una varita y, aunque ella lo había pisado seguidamente cuarteándola en pedazos, aquella varilla parecía que había sido rota por la mitad anteriormente tal vez pisada por algún alumno al salir o simplemente traída de las afueras del castillo.

Desencorvándose desapareció aquel pedazo de madera bajo sus pies para terminar viendo el destino de donde venia aquel destello, una perfecta aguja plateado con diseño de plumas se encontró depositada en el pupitre del estudiante que, hace unos momentos, había ignorado por completo su clase.

- ¿Vasilis? - el simple hecho de pensarlo le parecía hilarante aquel muchacho desalineado podría ser capaz de crear esto, no podría ser posible.

He is the new black || Harry Potter ||Où les histoires vivent. Découvrez maintenant