Capitulo 3: Jamas toques a un trastornado sin su consentimiento.

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Crueles e hirientes, así suelen ser los niños. Si bien la crueldad no es necesaria, ellos la usan para ocultar su vulnerabilidad que convenientemente tan bien aplica para molestar al prójimo.

La hora del ocio en el orfanato, que generalmente se vive en el jardín de dicho lugar, es una situación temida por muchos niños en su mayoría a los que les es imposible adaptarse con su propia personalidad, aquellos que deben vivir bajo una máscara de hipocresía sólo para complacer a su propia soledad.

Los que se imponen son el núcleo del régimen social al que todos quieren pertenecer en el cual los manipulables deberán adaptarse sin discusiones ni protestas. Al instante que la repartición de poderes ha sido dicha comienza la cuenta regresiva para aquel que eligió una tercera opción... mantenerse alejado de la situación, entonces comienza la lluvia de apodos hirientes y risas mordaces.

Si bien el pastor del rebaño puede ser partícipe de este rito despiadado, lo curioso es que los más implacables suelen ser las ovejas de este mismo. Es la estrategia que estos menores usan para desviar la atención sobre ellos mismos tanto su apariencia física como mental: quienes tienen algo de baja autoestima son los más desalmados con el callado y desplazado del lugar o quienes exhiben algún defecto físico son brutales con quien tiene una que otra cicatriz. No son potenciales psicópatas pero no sentirán simpatía por ti.

Palabras como fenómeno, monstruo y todos los sinónimos posibles que sus diminutos cerebros podían recordar eran coreadas por los autodenominados acosadores.

¿Qué si existía algún mediador en la situación? Ninguno, las superioras observaban todo desde las sombras y el encargado del orfanato pocas veces había asistido al mismo, veces que Harrison procuró mantenerse alejado pues las miradas de este a su persona eran perturbadores y no deseaba añadir un psicópata mas obsesionado con él a la lista .

La dulce monotonía dominaba sus días en el orfanato, donde de todas las formas posibles trataba de mantenerse al margen de las personas que ahí habitaban; a las superioras sólo les respondía por educación respecto a los infantes del lugar, sin ningún remordimiento, ignoraba su existencia esperando que ellos hicieran lo mismo con la suya; con lo que no contaba era que aquellos molestos niños no lo dejarían pasar, quería hacerse a la idea de que ellos tenían argumentos suficientes para tratarlo de esa manera tan insufrible pero la hilarante realidad lo golpeó directamente en el rostro; el día que se digno a exigir una respuesta lo único que recibió fueron cuatro palabras, estúpidas, pero concisas "porque eres un fenómeno ".

Deben hacer algo para sobrevivir a un tiempo psicológicamente inseguro se repetía todas las veces que los niños llegaban a atacarlo con todas esas palabras y frases sobre su persona, se dice que es su manera de sobrevivir en un mundo independiente e incierto, desgraciadamente para Harrison el era el mundo independiente e incierto en el cual los niños querían sobrevivir y no sólo ellos la mayoría de las superioras del orfanato tomaron un ticket y subieron al tren del odio y miedo hacia su persona.

Hace unos meses la decisión de pasar desapercibido había sido tomada con seguridad, por su parte esto no había cambiado pero la situación no era la óptima para este pensamiento.

Al tomar una postura desapercibida y apartada se convirtió en un blanco lleno de prejuicios, juzgado por cualquier movimiento mínimo, su comportamiento, su postura, su actitud, su aptitud, su físico, su inteligencia; nadie sabía nada sobre él pero era algo irrelevante porque en la mente infantil la idea de que era un fenómeno estaba más que clara; los insultos y apodos no le eran difíciles de manejar por tres razones; primero, toda su anterior vida vivió con ello e irónicamente la actual no se veía diferente, segundo, los comentarios no venían de personas con una inteligencia que le fuera relevante y tercero pero no menos importante, no le importaba en lo más mínimo el pensamiento de otras personas hacía la suya y más si eran personas que hasta ahora le eran completamente irrelevantes.

La decisión de vivir una nueva vida había sido tomada, aunque aún dudas en su corazón golpeaban su razón, creía que con el tiempo despejaría sus dudas sino fue así se abstendrá a ser consumido sin pudor por su pasado.

Su vida llena de abusos no era tan diferente ahora, después de ver los recuerdos de este cuerpo se dio cuenta de que el abuso iba más allá de su imaginación, cicatrices adornaban su cuerpo sellando en los tormentosos días, lógicamente su cuerpo y su mente tomaron algunos complejos unos viejos y otros nuevos, el que más obstáculos le daba y seguramente le daría era el miedo a ser tocado, antes tenía un nivel complejo sobre el tema pero se intensificó al conocer los recuerdos de este cuerpo.

Un día, sus acosadores perdieron la poca paciencia con la cual contaban, sus insultos y blasfemias no hacían ningún efecto en la persona a la cual deseaban lastimar, empezaron con palabras suaves, entre comillas, hasta llegar a las que seguramente, pensaron ellos, harían berrear a la persona más enigmática y tranquila del orfanato osease a Harrison; al ver que las palabras no eran suficientes acudieron a la agresión física y ahí fue cuando obtuvieron una reacción lamentablemente no favorable para ellos, lo sucedido ese día es una nébula borrosa en los recuerdo de los niños, cuando despertaron se encontraron en la enfermería llenos de golpes pero sin recordar lo sucedido por ende no hubo seguimiento al problema, pero aunque sus mentes no recordarán el suceso sus cuerpos temblaban sin cesar en presencia de Harrison.

(...)

Con ayuda de un glamour, Harrison un niño de 8 años, pasó desapercibido del mirar sospechoso de aquellas personas que en su momento habitaban el caldero chorreante.

Tom, el arrendador y encargado del pub, desde su posición detrás de la barra admiro al visitante. Un joven tal vez diecisiete años de edad que portaba una figura alta y estilizada, cabellos negros medianamente largos que se movían al ritmo de los pasos de aquella hermosa y elegante figura.

- ¿Señor?... - Tom dejó a un lado sus pensamientos al recibir una clara pregunta llena de dudas que venía de aquel joven de ojos extrañamente dorados.

- ¡Oh!... Si, disculpa... Tom, mi nombre es Tom - el tartamudeo fue leve pero ahí se encontraba, Tom estaba más que nervioso por aquella penetrante mirada.

- Señor Tom, sería tan amable de guiarme a la entrada al callejón Diagon, por favor - su glamour era lo suficientemente poderoso para lograr pasar desapercibido incluso de un poderoso mago aún así no era estúpido y aunque no quería llamar la atención entrar así como así al callejón Diagon sería sumamente sospechoso, sabía que Tom recordaba a todo aquel mago que deambulaba por el lugar y al no recordar su rostro solo levantaría sospechas si demostraba saber la entrada al callejón.

- Por supuesto, por aquí - Tom lo guió detrás del establecimiento al igual que la primera vez que estuvo ahí, me explico el patrón, el cual era idéntico a mi anterior vida. Su mirada se encontró expectante esperando a algún movimiento seguramente de mi varita lamentablemente no contaba con una.

- Gracias - Tom quería seguir observando pero sabía que más que descortés sería sospechoso y con un asentimiento silencioso abandonó el lugar dejando solo a el misterioso joven.

Al verse ya solo, deslizó sus dedos llenos de magia con rapidez y maestría en la pared tocando los ladrillos exactos para abrir la puerta, cinco movimientos rápidos y concisos bastaron y la pared se abrió antinaturalmente ante el, el callejón Diagon se alzó, lo admiro unos segundo y dio el primer paso, el primer paso a su nueva vida en el mundo mágico.


He is the new black || Harry Potter ||Where stories live. Discover now