CAPÍTULO 49

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12 de enero de 2019

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12 de enero de 2019

Berlín, Alemania

Se habían cumplido cinco meses desde nuestra llegada a Alemania, un país donde había pasado gran parte de mi vida y que había sido testigo de mi amor hacia una mujer que ya no estaba a mi lado. Pero que, sin embargo, estaba siendo testigo de grandes cambios en mi vida y en la nueva persona en la que me estaba convirtiendo.

Priscila estaba de cumpleaños, así que no podía llegar con las manos vacías a la que en ese entonces era nuestro hogar. Me detuve frente a la entrada de floristería y sonreí, sabía cuanto le gustaban los girasoles y no podía no comprárselos. Tiré de la manilla de la puerta hacia afuera y entré al lugar. Una chica joven me recibió con una sonrisa, mientras la mujer mayor que parecía ser su abuela, estaba en el otro extremo arreglando flores.

—Willkommen, wie können wir Ihnen helfen? [1] —Me saludó con una enorme sonrisa.

—Ich brauche ein Sonnenblumen-Arrangement [2] —Le hice saber.

La muchacha me dio la espalda y empezó a buscar con sus ojos entre los diferentes arreglos, los cuales estaban hermosos, los girasoles que amablemente les había pedido.

—Sehen die für Sie gut aus? [3] —Señaló un hermoso arreglo.

Era una pequeña maceta de color negro, estaba adornada por unas pequeñas hojas verdes, en el centro tenía tres grandes y preciosos girasoles, los cuales estaban rodeados por unas rosas de color rosado pálido.

—Sind sie echt? [4] —Pregunté, al ver lo irreal de la belleza de aquellas flores, que estaban tan relucientes, llenas de vida y color.

—Genau wie alle unsere Blumen, junger Mann [5] —habló la señora que se encontraba en el otro extremo, la miré con una sonrisa y agaché mi cabeza en señal de disculpas.

Pagué las flores y salí de aquel lugar con el corazón rebosante de alegría, sabía que cuando Priscila las viera, chillaría de la alegría.

Desde que llegamos, no he dejado de buscar trabajo, pero las cosas no han sido fáciles. Tenía dinero suficiente para vivir por unos cuantos años más, pero eso se acabaría pronto. La llegada del bebé sería más o menos en un mes y entre eso, los gastos de la casa y las visitas que tanto Priscila, como yo estábamos haciendo al psicólogo, el dinero no alcanzaría para mucho más. Tenía que encontrar un trabajo lo antes posible, fuera en lo que fuera, menos en cosas que tuvieran que ver con mi oscuro pasado. Lo que menos deseaba, era volver a esas andanzas.

Saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón, las introduje en la cerradura y giré dos veces para después abrir la puerta. Todo adentro estaba en silencio, dejé las flores sobre el comedor.

—Ya estoy aquí —anuncié, pero no recibí respuesta alguna.

Me desplacé hacia la cocina para ver si ella estaba allí, pero no la encontré, entonces subí las escaleras hacia el segundo piso que tenía la casa. Caminé por el pasillo hasta la habitación en donde ella dormía y la encontré acostada de lado sobre la cama, su embarazó se notaba más ahora que tenía ocho meses, casi nueve. Estaba dormida y se veía demasiado tranquila como para perturbar su sueño.

Lacerante © [+21]✔Where stories live. Discover now